Las bombas acababan de explotar en Madrid, el 11 de marzo 2004, pero ya el ministro español del Interior, mismo antes que comience la investigación, ya designaba a los culpables: la organización independentista vasca ETA. Algunas horas más tarde, otras voces autorizadas anunciaban la pista Al Qaida. Todas las cadenas de televisión interrumpieron sus emisiones para consagrar su información de manera continua al atentado, aplicando conclusiones basadas en estas dos hipótesis. De esta manera, tanto los unos como los otros cayeron en el juego de la desinformación, favoreciendo así a los verdaderos cabecillas que desconocemos por el momento. ¿Por qué? Porque perdiendo su sangre-fría, la calma y dejándose dirigir por sus emociones, estos medios de comunicación y oficiales del gobierno, repitieron miles de veces acusaciones que no ayudarán en nada para esclarecer los hechos acontecidos en Madrid, pero nos enseña más bien los prejuicios de estos pueden vehicular en la sociedad.

Precedentes históricos

La función del periodista debe ser principalmente la de analizar el suceso recurriendo a su propia lógica interna, estudiar la manera como los terroristas han realizado su operativo, los blancos que estos se fijaron, lo que está en juego, a quien favorece el crimen y lo que puede representar. Para ello, el periodista se apoya principalmente sobre el estudio comparativo de precedentes históricos. Así, atribuir una operación de esta magnitud e importancia a un grupo vasco simplemente porque el atentado ha ocurrido en España, es muy ligero y poco serio. Sin embargo esto ha sido lo que ha afirmado toda la cúpula gobernante del partido del presidente español Aznar. Tenemos que recordar, antes que nada, que los atentados más mortíferos en Europa desde hace sesenta años, como los de Moscú (250 muertos en septiembre 1999) y aquel ocurrido en la estación de tren en Bolonia, Italia, (85 muertos en 1980), fueron muy rápidamente y equivocadamente atribuidos a opositores o grupos fanáticos y esto a pesar que aquellos atentados correspondían a una lógica predeterminada: «la estrategia de la tensión». Por el momento nada permite de afirmar que este esquema se aplica a los atentados de Madrid, tampoco se trata de perseguir esta hipótesis en vez de otras. Ninguna pista debe ser descartada, eso es lo más importante. Recordar los atentados que tuvieron lugar en Italia nos puede ayudar mucho a comprender un poco más los recientes hechos en Madrid.

De la misma manera que en los atentados de Madrid, la bomba que explotó un 2 de agosto 1980 en la estación de tren de Bolonia (Italia) fue un blanco ferroviario. Los terroristas atacaron alli matando a 85 personas y dejando más de 150 heridos. De la misma manera que en Madrid, la bomba fue depositada. Esta vez en la sala de espera de pasajeros, categoría de segunda clase de la estación del tren. El lugar era un importante centro de intersección de tráfico ferroviario para el conjunto del país, era el mes de agosto, el objetivo era matar lo máximo posible de pasajeros. Contrariamente a la leyenda muy empleada por algunos de nuestros colegas especialistas en terrorismo, pero no es el caso sistemáticamente en todo los atentados. En fin, el blanco es gente del pueblo: Bolonia era un bastión del partido comunista italiano. En Madrid, los trenes atacados corresponden a un sector de la clase trabajadora de los suburbios que vienen de los barrios obreros. Han sido sobre ellos que los ataques terroristas han apuntado.

En su investigación sobre el atentado en Bolonia, los jueces italianos que gozaban de una gran experiencia a consecuencia de varios años de violencia y de terrorismo que tuvieron que afrontar, terrorismo que en gran parte fue orquestado con la complicidad del Estado italiano. Los jueces italianos se orientaron rápidamente sobre la pista de la extrema derecha en el atentado de Bolonia. Pero los servicios secretos italianos del general Santovito [1] hicieron todo para alejar a los jueces de las buenas pistas, dándoles una multitud de informaciones falsas y erróneas. Según los magistrados, cuya versión está confirmada en las actas de la Corte de Justicia del 23 de noviembre 1995, declararon: «el SISMI nos hizo llegar una masa de informaciones difícilmente verificables, a fin de empujarnos en unas investigaciones y/o pistas tan improductivas que extenuantes».

La tragedia de Bolonia es el punto final de una larga serie de atentados mortíferos que sacudieron Italia desde el comienzo de los años 1970. Uno de los primeros episodios ocurrió el 12 de diciembre 1969. Ese día, en Milán, a las 16h37 minutos, una bomba destruyó el hall del Banco de Agricultura, matando 16 personas e hiriendo 88. Algunos minutos antes, una empleada del Banco Comercial Italiano encontró en los locales un maletín negro conteniendo una otra bomba cuyo sistema de detonación no funcionó. Veinte minutos más tarde, en Roma, una segunda explosión tiene lugar el pasaje subterráneo del Banco Nacional del Trabajo, hiriendo 16 personas. A las 17h22 y 17h 30 minutos, dos nuevas bombas estallan: una delante el monumento a los muertos de la Ciudad de Roma, la otra a la entrada del museo del Risorgimento, piazza Venezia. Felizmente esta segunda ola de atentados no hizó más que cuatro heridos.

Presunción de culpabilidad

Estos atentados sincronizados ¿provenían ellos de la extrema izquierda, de la extrema derecha o de otros conspiradores? Los investigadores imputaron inmediatamente la responsabilidad de las cuatro explosiones a los anarquistas italianos. En un telex enviado por el ministro italiano del Interior, el 13 de diciembre 1969, a todas las policías europeas, las autoridades italianas afirman que «ellas dirigen sus primeras sospechas hacia los círculos anarquistas». En el alboroto de los sucesos, la policía hizo pesquisas en las sedes de todas las organizaciones izquierdistas, así que en algunas formaciones de extrema derecha pero evitando las dos más importantes, Ordine Nuovo et Avanguardia Nazionale. La prensa revela «la increíble campaña contra los extremistas de izquierda» [2].

La investigación es de una rapidez relámpago: una decena de anarquistas miembros de los círculos «Bakunin» y del «22 de marzo» son arrestados, «fuertes presunciones» pesan sobre ellos según los policías. Estos se concentraron sobre todo en Pietro Valpreda, un anarquista y bailarín de profesión. Ciertos de sus amigos fueron arrestados después de los atentados perpetrados en Milán el 25 de abril 1969 contra la vitrina de Fiat en la Feria de Milán y otro en una oficina de cambio en la estación central. Un testigo aparecido milagrosamente los acusa: se trata de Cornelio Rolandi, chofer de taxi, que confesará más tarde al abogado de Valpreda que el jefe de la policía de Milán le ha indicado a quien debía reconocer como culpable. Miembro a la vez del Partido comunista y del MSI, el partido neo-fascista italiano, este tipo fallece el año siguiente de una «pulmonía fulminante sin fiebre», añadiendo así su nombre a una larga lista de muertes sospechosas. El cómplice supuesto de Valpreda, Giusepe Pinelli, ferroviario anarquista, es defenestrado después de un interrogatorio. Este episodio dramático inspirará al Premio Nóbel Dario Fo su famosa obra «Muerte accidental de un anarquista».

Las pistas conducen a la extrema derecha, y sobre todo a la Oficina del Contra-espionaje italiano (S.I.O) acerca de la participación e implicación de Mario Merlino y Stefino Delle Chiaie, personajes fascistas bien conocidos, pistas que van a ser olvidadas y enterradas. Sin embargo, como lo ha escrito Fréderic Laurent, «el neo-fascismo es una realidad. Para aquellos que lo han estudiado es aún una realidad más preocupante que la fantasmagórica «internacional terrorista» la cual es presentada regularmente por un cierto tipo de prensa como una amenaza aterradora con un futuro aterrador, con sus poderosos jefes, dirigiendo desde la sombra, sea en Moscú, Trípoli o Pyongyang » [3].

La estrategia de la tensión

Con un panorama e información más amplia sobre el pasado que no confiere los conocimientos actuales, el fin de la Segunda Guerra Mundial parece ser el verdadero comienzo de un uso masivo del terrorismo por parte de los Estados. A fin de desestabilizar sus propios sistemas democráticos y de limitar las libertades individuales. Así, «lejos de ser un acto aislado, la masacre de Bolonia es el punto culminante de una ofensiva planificada de desestabilización del régimen parlamentario italiano. Esta «estrategia de la tensión» como lo bautizó un periodista del Observer es muy ejemplar. Ejemplar porque desde 1968 hizo de Italia un verdadero laboratorio de ensayo de la subversión de derecha. Ejemplar también porque demuestra las técnicas empleadas por los hombres de la extrema derecha, los medios de los cuales puede disponer y el apoyo que puede gozar de una facción del aparato Estatal» [4].

La «estrategia de la tensión» puede ser definida como una campaña cuyo objetivo es crear un derrumbe del orden, de la ley, y por inercia generar una crisis de confianza de los ciudadanos hacia el gobierno democráticamente elegido, creando de esta manera las condiciones para que una fuerza militar o autoritario asuma el poder. También puede crear una psicosis de seguridad en el seno de la población para que se incline en consecuencia hacia formaciones políticas más autoritarias. En Italia, bajo los golpes terroristas y la recrudescencia de la violencia política de formaciones de extrema izquierda, pero sobre todo de los neo-fascistas que beneficiaban de la bendición de las autoridades [5], Italia adoptó una serie de medidas policíacas y legislativas particularmente irrespetuosas de las libertades individuales.

Es el caso de la ley Reale, adoptada el 22 de mayo 1975 y que otorga a la policía la preponderancia del ejercicio sobre la magistratura. La policía puede hacer pesquisas o arrestar a una persona sin mandato de un juez de instrucción, basta una leve sospecha para ello. Los interrogatorios se llevan a cabo sin la presencia del abogado defensor o representante legal. Esto viola el artículo 3 de la Constitución sobre la igualdad ante la ley» [6]. En 1979, el decreto ley Cossiga alarga el tiempo de detención preventiva para los asuntos ligados al terrorismo y autoriza las escuchas telefónicas (chuponeo). Disposiciones similares han sido reactivadas en los Estados Unidos y en varios países aliados después del 11 de septiembre 2001 con la ley Patriot Act estadounidense. Las leyes antiterroristas adoptadas en Gran Bretaña, en Alemania y en Canadá. En Francia, después de adoptarse la ley Perben II y el reforzamiento del Plan Vigipirate, la policía dispone de poderes excepcionales, y todo esto en el marco de la lucha contra el terrorismo [7].

Movilizar la opinión pública contra una cabeza de turco

Si los ejecutores de los atentados italianos han sido identificados y a veces condenados, se ignora hasta hoy en día quienes fueron exactamente los cabecillas intelectuales. A lo más podemos afirmar que esta estrategia había sido determinada por los servicios secretos de la Alianza Atlántica, sin excluir la posibilidad, que estas cabezas pensantes hayan podido perder el control total de sus ejecutores, quienes eran generalmente miembros de la extrema derecha fascista, medio donde eran reclutados. Una vez enganchados estos extremistas se pusieron a la obra gracias a la complicidad de agentes trabajando al más alto nivel del Estado italiano. Para los servicios de la OTAN como para los neo-fascistas, el pueblo italiano no tenía la conciencia que representaba el peligro rojo y era necesario hacerlos sufrir para alzarlos contra los comunistas, porque según ellos, este pueblo italiano «era incapaz de ver la realidad». Este modo de razonamiento no es la exclusividad de los servicios secretos atlánticos. Los atentados de Moscú que surgieron en 1999, cuando Vladimir Putin llegó a Primer ministro, fueron atribuidos a los Chechenos. Más tarde, responsables del FSB (ex-K.G.B) han admitido que en realidad eran obra de oficiales de sus servicios que presionaban al gobierno para relanzar la guerra, cosa que lograron. Sea lo que fuese, lo que distingue este tipo de atentado de otros atentados, es que una de sus prioridades es provocar una fuerte reacción emocional para movilizar la opinión pública contra una cabeza de turco que sirva a sus fines.

Estos ejemplos nos incitan a la más cautelosa precaución al momento de designar y acusar a los responsables de los atentados de Madrid, de la misma forma que en la verificación de eventuales reivindicaciones.

[1Este personaje llegó al más alto puesto del SISMI gracias a la logia masónica P2 a la cual era miembro. En 1981 fue depuesto de sus funciones cuando hubo un escándalo en esta cofradía. En 1984 muere a consecuencia de una operación en Florencia, pero su fallecimiento es considerado como un asesinato camuflado por la Comisión de Investigación Parlamentaria acerca del P2.

[2La orquesta negra, de Frédéric Laurent, Ediciones Stock, 1978.

[3La orquesta negra, frase citada.

[4La orquesta negra, frase citada.

[5Sobre el conjunto de atentados que van a hacer temblar el país, esencialmente atribuidos a la extrema izquierda en la época (que se trate de las Brigadas Rojas, de los anarquistas u otros grupos) un informe del Ministerio del Interior de 1981 afirma al final que 67.55 % de las violencias terroristas cometidas en Italia de 1969 a 1980 son imputables a la extrema derecha, 26,5 % a la extrema izquierda y 5,95 % a otras organizaciones.

[6«Justicia “de plomo” en Italia», por Anne Schimel, El Mundo Diplomático, abril 1998.

[7Para un mejor conocimiento de las legislaciones adoptadas después del 11 de septiembre, ver el Top de 15 Estados los más «liberticidas» por el Colectivo Libertades Inmutables (Human Rights Watch, Reporteros sin fronteras).