Dalia Soto del Valle actual
mujer de Fidel Castro.

14 de febrero de 1956

Existen otros romances pasajeros de Castro durante su residencia en México, a pesar de la vorágine en que lo envolvían el armado de la expedición en el yate Granma y la mítica insurrección guerrillera. Uno de ellos surgió en la casa del Che Guevara, quien se había casado con Hilda Gadea, el 18 de agosto de 1955. Fidel era un asiduo visitante y allí conoció a Lucila Velásquez, amiga de Hilda, durante una reunión de despedida ofrecida en su honor, ya que se marchaba a Estados Unidos a fin de recaudar fondos que necesitaba el movimiento revolucionario.

Lucila era muy atractiva y se inclinaba por la poesía. Tuvo varios encuentros con Fidel y, evidentemente, se enamoró de aquel cubano locuaz y de verbo encendido. Gadea, ahora fallecida, contó que la joven una vez le preguntó: "Hilda, dime, ¿cómo fue que tú hiciste para capturar a Ernesto?". El Che, que escuchaba la conversación, respondió con una de sus ironías: "Fue así: me estaban buscando en Guatemala para meterme preso y ella estuvo en la cárcel por no revelar mi paradero. Me casé con ella en señal de reconocimiento".

No se sabe a ciencia cierta la nacionalidad de Lucila pero, los vestigios que perduran, la ubican como una amiga mexicana de la esposa de Guevara.

Fidel Castro en el aeropuerto de Ginebra.

El 14 de febrero de 1956, Día de los Enamorados, Castro se encontró con una compañera que había llegado de Cuba, de la que sólo permanece el nombre de Lucy. Fueron al cine junto con Melba Hernández y Jesús Montané, ambos ex asaltantes al Cuartel Moncada, que después se casaron.

Melba comentó que Lucy era muy bonita y Castro no ocultó que estaba interesado en ella, no sólo por las informaciones que traía de Cuba, sino por su atractivo como mujer. Fidel se enzarzó en una historia pasional con Lucy, que tampoco duró mucho tiempo.

Algunos de sus amigos y colaboradores de aquella época, señalan que la característica de Castro con las mujeres, era que les exigía que estuvieran tan interesadas en la política y la revolución como él mismo. Para esa fecha, tales parámetros cuajaban exclusivamente en Naty, pero ella había quedado en Cuba, abrigando en su vientre el fruto de su entrega al líder libertario.

Natalia Revuelta y Fidel Castro en la portada
del diario ABC de Madrid, 1953.

Otro flechazo de Castro en México fue con una joven mexicana de 18 años, de extraordinaria belleza y a quien apenas se ha podido identificar como Lilia Amor. La conoció en casa de Teresa "Teté" Casuso, la hermosa intelectual cubana vinculada a las artes y las letras residente en México, que simpatizó con Fidel y copó la legación diplomática cuando el triunfo de la revolución en 1959, expulsando al embajador "batistiano". Fidel quedó prendado de Lilia porque, a pesar de su juventud, demostraba gran madurez e inquietudes intelectuales y sociales.

Según Teresa Casuso, el lance fue tan intenso que Castro le propuso matrimonio y ella llegó a solicitar el permiso de los padres. Fidel le compró una malla enteriza de regalo. Quería que sustituyese el bikini francés que ella usaba, porque esa prenda "lo enfurecía", una prueba suplementaria de la veracidad de sus dichos a Juventud Rebelde en 1997, acerca de cómo él era celoso con sus mujeres.

Por cierto, el compromiso con Lilia duró poco más de un mes, dado que ella rompió para casarse con su novio precedente. La anfitriona Casuso hace hincapié en que cuando la muchacha notificó a Castro de la decisión, "con ese terrible orgullo que él tiene, le dijo: cásate con él, que debe ser una persona más adecuada para ti".

Natalia Revuelta
hoy en La Habana.

1 de enero de 1959

Después del triunfo de la Revolución, el 1 de enero de 1959, proliferaron las aventuras amorosas, no sólo de Fidel Castro, sino de todos los barbudos que llegaron de la Sierra Maestra y que eran disputados y cercados por las jóvenes cubanas. En esos primeros meses de efervescencia revolucionaria, circularon versiones de que uno de los incidentes amorosos de Castro fue con una exquisita modelo y reina de belleza cubana, conocida por el nombre de Norka.

Pero, en esos años, el noviazgo de mayor notoriedad fue con la joven alemana Marita Lorenz, que llegó a Cuba en 1959 cuando tenía 19 años, en el buque crucero Berlín, del cual su padre era el capitán.

Sucedió que Castro fue a visitar la embarcación y, según testimonió Jesús Yáñez Pelletier, en aquella época ayudante personal de Fidel: "la muchacha quedó fascinada por el revolucionario y el Comandante encandilado con la belleza de la alemanita. Fue uno de esos fenómenos fulminantes, que los hombres conocemos bien".

En su libro Querido Fidel: mi vida, mi amor, mi traición, la propia Lorenz pretende que la relación sentimental duró siete meses, y que estuvo embarazada, pero le fue provocado un aborto. Entre tanto, Castro pernoctaba en el Hotel Havana Hilton y Lorenz tuvo que competir con Ava Gardner, quien realizaba una visita a Cuba para conocer al famoso guerrillero que había escrito una de esas páginas románticas de la historia latinoamericana. "Una vez me encontré con la Gardner en el elevador del hotel, aunque él (Castro) nos colocaba en diferentes hoteles para evitar problemas. Estaba borracha y me dio una bofetada.

Evidentemente, se sentía celosa de mí. Fidel destruyó mi vida, pero fue maravilloso", declaró la alemana en una entrevista publicada el 6 del mayo de 2001, en la revista mexicana Proceso. Castro nunca desmintió este vínculo, que lo entusiasmó al punto de mandar emisarios a Estados Unidos para localizar a Marita, con quien mantuvo una relación que perduró durante un cierto tiempo.

Las revelaciones de Lorenz acerca de su prolongado romance con Castro alcanzan algunos ribetes que merecieron se la comparara con Mata Hari. En su libro, ella afirma que, después, la CIA le encomendó asesinar a Fidel y, además, que ella estuvo involucrada en el atentado contra John F. Kennedy.

Según la uruguaya Ivonne Ruocco, que participó en la producción de un documental titulado Querido Fidel, la historia de Marita, la alemana estuvo de visita en Cuba en 1981 y fue recibida por el mandatario cubano, su antiguo amante.

Otro de los romances pasajeros de Fidel, que se comentó en La Habana en aquellos primeros años de la Revolución, fue con Lupe Véliz, una mujer alta, de cuerpo inigualable, que después se convirtió en dirigente de la Federación de Mujeres Cubanas.

Posteriormente, Véliz se casó con el capitán del Ejercito Rebelde, Antonio Núñez Jiménez, conocido geógrafo y, en aquella época, lugarteniente inseparable de Castro en las continuas andanzas a todo lo largo y ancho de la Isla. El periodista alemán Bernd Ruland le adjudicó por entonces un corto matrimonio con Isabel Coto, una joven de Santiago de Cuba, unión entablada a principios de 1962, y que Fidel rompiera "volviendo a sus viejos hábitos" alrededor de un año y medio después.

Ruland identifica con anterioridad a la inglesa Jenny Isard, una muchacha de 23 años, que Castro conoció en el aeropuerto de Nueva York al concurrir a la Asamblea General de la ONU en septiembre de 1960, dando a entender que tuvo con ella una relación pasajera en momentos que el jefe revolucionario, según se comentara en La Habana, "disparaba sin desenfundar, rápido y con las botas puestas, sin mayores trascendencias".

Más recientemente, a finales de los años setenta, se supone que Castro tuvo algunos escarceos amorosos con la periodista norteamericana Barbara Walters, que estuvo en La Habana dos veces para entrevistarlo. Se asegura que después regresó más discretamente, en visitas privadas. Fidel había quedado seducido por la belleza de Barbara y por la agudeza de sus preguntas. Se dice que le encantaba tener largas discusiones con ella, como si buscara redimirla para su doctrina revolucionaria y comunista.