«Benditos sean los que construyen la paz porque serán llamados hijos de Dios».
Mateo (5:9)

El sionismo cristiano es un movimiento político teológico moderno que adopta las posiciones ideológicas más extremas del sionismo en detrimento del establecimiento de una paz justa entre Palestina e Israel. El programa cristiano sionista ofrece una visión del mundo en la que el Evangelio se identifica con la ideología del imperio, del colonialismo y del militarismo. En su forma más extrema insiste en acontecimientos apocalípticos que conllevan al fin de la historia más que a la vivencia actual del amor hacia Cristo y la justicia.
Rechazamos categóricamente las doctrinas cristianas sionistas como enseñanzas falsas que corrompen el mensaje bíblico de paz, justicia y reconciliación.

Rechazamos, además, la alianza contemporánea entre dirigentes cristianos sionistas y organizaciones cuyos elementos dentro de los gobiernos de Israel y Estados Unidos imponen actualmente sus proyectos de fronteras trazadas con fines preventivos y unilaterales y de dominación sobre Palestina. Ello conduce inevitablemente a ciclos interminables de violencia en detrimento de la seguridad de los pueblos del Medio Oriente y del resto del mundo.

Rechazamos las enseñanzas del sionismo cristiano que facilita y apoya dichas políticas al tiempo que predican la exclusividad racial y la guerra perpetua en lugar del evangelio del amor universal, de la redención y de la reconciliación que predicara Jesucristo. En vez de condenar el mundo al Armagedón, exhortamos a todos a liberarse de las ideologías del militarismo y de la ocupación, ¡a trabajar por la salvación de las naciones!

Llamamos a todos los cristianos de todas las Iglesias, en todos los continentes a rezar por los pueblos palestino y israelí, que sufren ambos como víctimas de la ocupación y el militarismo. Las acciones discriminatorias convierten Palestina en una serie de ghettos empobrecidos rodeados de colonias exclusivamente israelíes. El establecimiento de las colonias ilegales y la construcción del muro de separación en tierras palestinas confiscadas reducen la viabilidad de un Estado palestino, al igual que las posibilidades de paz y la seguridad de toda la región.

Llamamos a todas las Iglesias que guardan silencio a romper su mutismo y a hablar de reconciliación con justicia en Tierra Santa.
Por consiguiente, nos comprometemos a seguir los siguientes principios como vía alternativa:
Afirmamos que todas las personas han sido creadas por Dios a su imagen y semejanza. Y tienen a su vez el deber de honrar la dignidad de todo ser humano y de respetar sus derechos inalienables.
Afirmamos que israelíes y palestinos pueden vivir juntos en un clima de paz, de justicia y de seguridad.

Afirmamos que los palestinos son un solo pueblo, musulmán y cristiano a la vez. Rechazamos todo intento de subvertir y fragmentar su unidad.
Llamamos a todas las personas del mundo a rechazar la estrecha visión del sionismo cristiano y de otras ideologías que privilegian a un pueblo en detrimento de los demás.

Nos comprometemos con la resistencia no violenta como medio más eficaz de poner fin a la ocupación ilegal para obtener una paz justa y duradera.

Lanzamos un urgente llamado de alerta urgente en cuanto al hecho que el sionismo cristiano y sus aliados justifican la colonización, el apartheid y la construcción de un imperio.

Dios pide que se haga justicia. La paz duradera, la seguridad o la reconciliación no son posibles sin una base de justicia. El reclamo de justicia no va a desaparecer. La lucha por la justicia debe continuar de forma diligente y persistente, aunque no violenta.

«Hombre, se te ha dicho lo que es correcto, lo que el Señor exige de ti: solamente ser justo, amar la bondad y caminar humildemente con tu Dios.»
Miqueas (6:8)

En eso se basa nuestra posición.
Exigimos justicia. Nada más podemos hacer. Sólo la justicia garantiza la paz que llevará a la reconciliación con una vida de seguridad y de prosperidad para todos los pueblos de nuestra tierra.
Al permanecer del lado de la justicia, nos abrimos a la obra de paz. Y trabajar por la paz nos convierte en hijos de Dios.