El relleno sanitario Doña Juana es el único sistema de disposición de residuos sólidos de la capital. Con una extensión de 450 (ha), y la recepción diaria de 8500 toneladas de basura, ha transformado el habitat de todos los que viven en sus inmediaciones.

Manejado sin el rigor científico que el tema amerita, el relleno mezcla de manera indiscriminada todo tipo de desechos, transformándose por los lexiviados en fuente contaminante del río Tunjuelito, y modificando al mismo tiempo los cauces naturales de las quebradas Puente Tierra, El Botello, Hierbabuena, y Puente Blanco. La emisión de gases tóxicos como el metano, amoníaco, ácido sulfhídrico y mercaptanos [1] es otro de los peligros que sobrellevan los habitantes del sector.

Pese a esta peligrosa realidad, a la cual están expuestas, entre otras, las comunidades del Mochuelo alto y bajo, además de los habitantes circunvecinos, el POT (Plan de Ordenamiento Territorial) de la ciudad prevee su expansión en 500 (has), lo cual “garantizaría la disposición de los residuos sólidos generados en Bogotá hasta el año 2015” [2], disposición modificada hasta 300 (has) en su última revisión.

Basuras y negocio

El manejo de las basuras en la ciudad, es hoy un negocio tan rentable que genera utilidades por más de $350.000 mil millones anuales a las ocho empresas privadas que se disputan la recolección, operación del basurero (actualmente a cargo de PROACTIVA, empresa española), el manejo de la planta de lixiviados y ahora al jugoso negocio de las interventorias.

No es casual, por tanto, la desatención recibida a las solicitudes y propuestas efectuadas por los habitantes del sector respecto del relleno. Por el contrario, la Alcaldía Mayor insiste en su expansión.

Ante la desatención, el pasado 11 de octubre fue la oportunidad para experimentar nuevas formas de presentación de sus propuestas: instalaron en el transcurso de su protesta la Asamblea Permanente de los afectados por el basurero, como un ejercicio de participación directa, aprendizaje y toma de decisiones sobre las políticas de beneficio general.

¿Cuál será la solución a la gran cantidad de desechos que genera el desaforado consumismo en boga? ¿Será mejor cuestionar este tipo de consumo o la única alternativa será ampliar indefinidamente el relleno?

Ante estos interrogantes y la evidencia de decenas de familias rurales y semirurales que han tenido que abandonar sus predios y reubicarse en la ciudad, la Asamblea Permanente pone en consideración algunas de las implicaciones del cierre definitivo del basurero y su no expansión:

 1 El cierre del basurero es un punto de la profunda y aclamada reforma del plan de ordenamiento territorial de Bogotá. Proceder escuchando a la gente, permitirá que la administración pública no solo sea consecuente con la política de participación, sino que en particular, temáticas como la ruralidad, la minería de las multinacionales, la expansión urbana, y la vivienda en alto riesgo sean debates públicos concertados y decididos desde los afectados en cada uno de estos conflictos.

 2 El cierre del basurero implica el cambio de los diseños de ciudad y la reorientación de las inversiones públicas, no sólo en el área de los Mochuelos sino en gran parte de la ciudad, priorizando el objetivo del bienestar colectivo. Si la administración pública y los dueños del negocio, mantienen abierto el basurero es lógico deducir que los diseños ya elaborados y listos en los escritorios para ser ejecutados (entre los cuales se encuentran nuevas vías, infraestructura, colegios, rutas de transporte y demás) se harán a imagen y semejanza de los intereses de unos pocos.

Dicho de otra manera, lo que se invierta hoy en la zona para callar la protesta y saciar el apetito de unos pocos dirigentes, serán dineros botados no al basurero, sino a un hueco sin fondo.

 3 La propuesta del cierre obliga a convocar a los científicos, técnicos, estudiosos, organizaciones sociales y a la población en general, a investigar, implementar y desarrollar propuestas viables y justas con la vida, no solo para los Mochuelos, sino para el planeta.

 4 Aceptar la posibilidad de cerrar el basurero es modificar o cambiar la mentalidad y la política con la que manejan los residuos. Cerrarlo, permitiría construir una fórmula tarifaria acorde tanto con la política alternativa de manejo de residuos, como con las tecnologías que se implantarán para un uso rentable de los mismos. No cerrarlo, es no cambiar y en consecuencia permitir el incremento de la tarifa, lo que sólo beneficiará a los mismos de siempre.

 5 Eliminar el chantaje a los trabajadores del basurero de parte de Proactiva. No amenazar con despedirlos por respaldar el cierre del basurero, o por que algunos de sus familiares hagan parte de la Asamblea Permanente. Un cambio en la manera como se maneja el relleno, debe considerar la vinculación en condiciones laborales dignas de estos trabajadores.

 6 El tan mencionado apoyo de las instituciones a los recicladores, para organizarlos y fortalecerlos, ha tenido un efecto contrario: su vulnerabilidad se ha incrementado, pues han propiciado su división. No será raro que en un futuro no lejano se les excluya del negocio, para ellos siempre al por menor, para seguir favoreciendo a los empresarios privados, que amparados en el código de policía pasan de casa en casa, recogiendo -de manera industrial- parte de nuestro recursos y riqueza, y además nos toca pagarle.

Por esto, continúan hoy en asamblea permanente exigiendo la presencia de la administración y el cierre del basurero.

[1Apoyo a procesos se sensibilización, divulgación y control social. Componente Mesa Interlocal. Universidad Distrital Francisco José de Caldas – Alcaldía Local de Tunjuelito. Apoyo técnico y social: Proceso Asamblea Sur – Territorio Tunjuelo. 2003

[2Estudio de Impacto Ambiental del relleno sanitario Doña Juana Zona VIII. 2000