Sebastián Piñera Echenique –sin confesarlo- quiso inaugurar un nuevo estilo de gobernar. Las expectativas tenían algo del glamour kennediano. La fatiga que generan los operadores políticos de la Concertación auguraban éxito al energético nuevo mandatario que exhibía prestigio de tecnócrata. Las circunstancias no le fueron favorables: terremoto y tsunami reducen a escombros un tercio del país. Eso ocurre en las postrimerías de la Presidencia de Bachelet. La emergencia y la reconstrucción le caen encima a la nueva administración. Como analgésico se logra el rescate de los 33 operarios sepultados en yacimiento minero. Es apenas un alivio.

Los súbitos entusiasmos del Presidente se acompañan de anuncios que invitan a imaginar que aun está en campaña presidencial: la reconstrucción de las áreas damnificadas se harían en breve plazo, sería reprimida la delincuencia y el narcotráfico, extensión del prenatal y el postnatal, las parejas con 50 años de matrimonio serían objeto de premiación… Se cubrirían varias líneas anotando los proyectos comunicados por Piñera a la ciudadanía en términos elocuentes. La realidad era menos suave: los recursos escasos, la normativa jurídica bloquea cristalizar con velocidad lo ofertado, el Poder Legislativo per se es lento, … la gasolina de los 33 mineros rescatados comienza a agotarse y declina la popularidad del nuevo mandatario. Reciente encuesta lo demuestra de modo palmario.

EL LEGADO DEL AYER

La sociedad entera comienza a exhibir descontento. El Presidente exhibe temor a manifestar que la mayoría de los problemas cuya solución se exige es herencia de los 20 años de Concertación. La indulgencia respecto a la criminalidad, los errores en materia de transporte intraurbano –el Transantiago-, las negociaciones para instalar represas hidroeléctricas en Aysén, el manifiesto abandono de la estructura de Salud Pública, los impuestos elevadores del costo de los combustibles, el estímulo suicida a las apetencias de las minorías étnicas… se habían engendrado en las administraciones de Aylwin, Frei, Lagos y Bachelet. Le caen como encima a Piñera quien no reacciona culpando a quienes lo anteceden, sino anhela un régimen de unidad nacional.

En la herencia de aquellos dos decenios figura una estructura escolar con bulimia de dinero y, por lo mismo, sobredimensionada. Los asesores económicos de los 17 años de la dictadura adoctrinados en la Universidad de Chicago por Milton Friedman privatizan la economía y en su empeño por disminuir el tamaño del Estado delegan en los particulares diversas funciones, entre otras, la enseñanza. En todas las Cartas –desde un proyecto de 1811 a la de 1925 vigente hasta el pronunciamiento de 1973 se la define como “atención preferente del Estado”. Esto origina un Estado docente que se compatibiliza con la libertad de enseñanza. No existe un monopolio estatal del quehacer educativo, pero el Estado asume protagonismo y supervisa a los planteles privados. Resulta indiscutida la sentencia de Valentín Letelier “Gobernar es educar”.

LA GRATUIDAD DEMOCRATIZADORA

Desde 1879 por ley se impone la gratuidad en los planteles docentes fiscales. Esto en una sociedad biclasista contribuye a generar un tercer estrato: la mesocracia juzgada factor de estabilidad. El neoliberalismo establecido por Pinochet altera la tradición. Determina que la enseñanza es tarea subsidiaria y confiere facilidades a los empresarios para fundar escuelas, colegios y Universidades. Es cierto se eleva la cobertura, pero se derrumba la calidad. El esfuerzo del alumno es innecesario pues las promociones son automáticas y se impone un “facilismo” escandaloso. El rigor del académico se convierte en estorbo porque ahuyenta al alumno convertido en “cliente”. A más educandos matriculados más dinero. Este proviene de tres fuentes: subsidio del Fisco, aporte de la familia o préstamo de la banca al alumno.

La estructura escolar opera según la ley del mercado divorciada de toda planificación. La oferta se hace inundatoria y el país se repleta de planteles de la más diversa índole. El principio de la meritocracia que supone selección para que se promueva y premie a los mejores, no por apellido ni por fortuna, sino por talento y tesón. Ese principio se convierte en antigualla y, complementariamente, pasa a constituir un anacronismo la respetabilidad con que la sociedad chilena premia al maestro, al profesor y al catedrático. En virtud de las nuevas normas impuestas por los Chicago Boys, es decir, por los asesores de Pinochet, tal libertad de enseñanza implica el derrumbe del Estado docente. Demás está manifestar que los planteles privados –salvo excepciones- buscan el lucro y sacrifican la calidad. Retener al “discípulo” es un negocio.

USO Y ABUSO DE LA LIBERTAD DE ENSEÑANZA

Se quintuplica la cantidad de alumnos de básica, se cuadruplica los de media y triplica los de superior. El país sube de siete Universidades –no todas fiscales- a casi 150. Se justifican matriculando a la masa de graduados de una hipertrofiada educación media humanístico-científica cuya meta es la nada misma o la Universidad. El año pasado, en las Universidades, ya sobran los cupos. La población debidamente dopada por el apetito de ascenso social exige -a como dé lugar- que los hijos estudien en las Universidades que imaginan genera la clase dominante que maneja el poder, el prestigio y el dinero. Las escuelas básicas y los liceos fiscales son desligados de la Cartera del rubro y pasan a los Municipios. La tradicional Escuela Pública –nacional y popular- que mezclara bajo un mismo techo al “hijo del palacio con el hijo del taller” perece.

Si las Universidades privadas se multiplican y sucursalizan hasta en remotas aldeas improvisando recursos académicos y con infraestructuras deplorables, lo mismo ocurre con los establecimientos para adolescentes. Estos de preferencia con nombres anglosajones y ofreciendo “English for girl and boy in all years” brotan como callampas. Igual –como ya se comentara- ocurre con las escuelas antaño denominadas “primarias” y ahora “básicas”. Aquella tradicional y policlasista es reemplazada por la “municipal” a la cual acuden, de preferencia, los retoños de familias o “semifamilias” indigentes. Los vástagos de la clase media y del proletariado pasan a inscribirse en las escuelas nacidas al frenesí de la iniciativa privada. Junto con ello las colectividades inmigrantes –con mayor fuerza que antaño- vigorizan sus instituciones escolares. Hasta las minorías amerindias los apetecen y se maneja como proyecto una “Universidad mapuche”…

REVUELTA DE LOS PINGUINOS

En ese paisaje idílico para el neoliberalismo –so pretexto de estimulo a la pluralidad y al emprendimiento- que logra convertir la educación de “atención preferente del Estado” a función supletoria, florece la protesta. Ayer 9 de agosto el eje principal de las principal arteria capitalina reune en manifestación de estudiantes, padres y docentes exigiendo el fin de la municipalización y del lucro. Este movimiento es la continuación de la “rebelión pingüina” que hiciera tambalear a la Presidenta Bachelet. Hoy –incluso los planteles privados- paralizan sus tareas. Es una huelga indefinida que implica movilizaciones. Los edificios escolares -comenzando por la emblemática Casa Central de la Universidad de Chile- están ocupados por alumnos y docentes que logran defenestrar al Ministro Joaquín Lavín y ahora rechazan las ofertas del actual titular de la Cartera del rubro. Se lee en gigantografías “¡Fin de la educación de mercado!”, “¡No al lucro!”, “¡Educación equitativa y de calidad!”.

Es un afán por retornar a la vieja tradición pedagógica criolla: Estado docente y gratuidad de la enseñanza. Ello permitirá que volvamos a disponer de “alumnos” y no “clientes” y, por ende, se reimponga la disciplina. Con ello se eleva la calidad de los aprendizajes y se emplea el sistema como herramienta de homogeneidad nacionalizante e instrumento que atenúe las abismales diferencias de clase que fragmentan la sociedad. También –y no por expresado al final, menos importante- permitirá usar la estructura escolar como un cedazo que viabilizará una genuina meritocracia. Con el sistema de elevados aranceles y abultadas colegiaturas lo que se premia es el dinero que si la familia no posee implica el endeudamiento con entidades bancarias.

VELATORIO DEL MODELO

El modelo educativo chileno envuelto en la burbuja neoliberal que vendiera imagen de éxito al exterior cae hecho añicos. Si bien en lo minero, pesquero, forestal, comercial, manufacturero o agrícola el neoliberalismo cosecha relativas victorias no es menos cierto que en lo académico no funciona. Sus frutos caen pasmados. Remecen el árbol millones de estudiantes, no menos familias y en pleno el gremio magisterial. Ineficiente, clientelista y enfermo de celulitis se convierte en fuente de ingresos ilícitos para una minoría de audaces que aprovechando la permisividad de las normas fundan escuelas y colegios con la soltura de quien instala cantinas y Universidades como si se tratase de hoteles de tres, cuatro o cinco estrellas. La muchedumbre de estudiantes –se insiste- paralizando la actividad lectiva y repletando avenidas y plazuelas exige Estado docente, calidad y equidad. La Moneda se estremece ante la protesta “pingüina” y académica. Al país lo ponen al rojo vivo los estudiantes y el “milagro chileno” se derrumba.

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