En los años setentas se vivieron situaciones intensas, dolorosas unas, vitales y llenas de futuro otras. En el 72, Velasco Ibarra se convierte en dictador y se da tiempo para perseguir a los estudiantes universitarios que lo combaten; como consecuencia de esa persecución cae asesinado Milton Reyes, Presidente de la Federación de Estudiantes Universitarios del Ecuador. A Velasco Ibarra lo “tumba” el General Rodríguez Lara, que inicia la Era Petrolera con un folklórico desfile de un barril de petróleo. El dictador de Pujilí, igual que Velasco Ibarra, también se da tiempo para asesinar a los que se le oponen y en Agosto del 73 un policía cobarde asesina a Rosita Paredes en Guayaquil y, en Quito, en Octubre del mismo año, cae asesinado Jorge Tinoco, un combatiente popular contra la dictadura. En el 76 se da un golpe contra los triunviros, intentona que los quiteños, con su tradicional ingenio , le bautizan como “La guerra de la funeraria”, episodio convertido ahora en novela, por Byron Rodríguez. Esta década convulsionada se cierra en l978, con la Masacre de Aztra, un cruel epílogo de la huelga de los trabajadores azucareros, que se levantaron para lograr mejores salarios y de condiciones de trabajo más humanas.

Entre las cosas buenas de los setenta, hay una que quiero destacar: la creación del Centro de Arte Nacional en 1978, que nace como producto de las experiencias narradas anteriormente y que marcaron la vida de muchos artistas y escritores, buena parte de ellos vinculados a las luchas populares, artistas que fueron testigos de su época y que decidieron abrir un nuevo frente, esta vez del pensamiento y del arte, para luchar contra al oscurantismo dictatorial y la penetración cultural del imperio, que, sin duda, constituían los ejes de la cultura hegemónica, entregada en cuerpo y alma al viejo sistema de explotación..

En uno de sus manifiestos de iniciación, el Centro de Arte Nacional explicó claramente su actitud: “Estamos aquí para rescatar nuestras raíces, para fecundarlas, para protegerlas y para potenciarlas hacia nuevas mañanas. Agradecemos y reconocemos la obra de quienes nos antecedieron, de todos los que hoy participan en la enorme tarea de darle a nuestra nación su rostro verdadero y a ese rostro su palabra conciente y su camino. Respetamos y valoramos los esfuerzos de todos aquellos, hombres y mujeres, artistas o no, que han labrado en los siglos pasados, la sonrisa que nos pertenece. De ellos provenimos. Así como también del abuelo que mastica su Kichwa, del negro que brama sus tambores. Somos productos suyos, de sus encallecidas manos”.

Con estas premisas, los escritores y artistas agrupados en el Centro de Arte Nacional, desarrollaron una intensa labor cultural, de la que quiero destacar: Un encuentro de poetas ecuatorianos realizado en noviembre del 78; un Festival de Música y Danza, efectuado el 2l y 22 de julio de l979, en el Teatro Sucre, este acto, calificado entonces de “sin precedentes”, reunió en el escenario del viejo teatro quiteño a más de cien artistas de todo el país. Por la Galería “Joaquín Pinto” del Centro de Arte Nacional, desfilaron los mejores pintores de la época, entre ellos: José Enrique Guerrero, Hugo Cifuentes, Guillermo Muriel, Víctor Murriagui, Boanerges Mideros, Enrique Vallejos, Carlos Garcés. Y en “Runa Peña”, estuvieron los grupos de música y los artistas más destacados como: la Estudiantina “Quito”, “Tuncahuán” de Riobamba, “Daquilema” de Ambato, “Ñanpayas”, “Ñaupay” y “Pucará” de Ibarra; los guitarristas Terry Pazmiño, Milton Estévez, Rodrigo Báez, Rodrigo Rodríguez, Segundo Guaña, y cantantes de altísima calidad como el Chileno Patricio Mans, Benjamín Ortega, Agustín Ramón, Julio Pico, Eugenio Ortega, Mariano Fretes y Carlos Villagómez. Además en “Runa Peña” como artistas de planta, actuaban los grupos “Noviembre l5”, “Patria Nueva” y “Despertar”, nacidos en el Centro de Arte Nacional.

La publicación de discos y libros fue otro de los logros del Centro de Arte Nacional: Rafael Larrea, entonces Director del CAN, publicó su libro de poemas “Nuestra es la vida”, Alfonso Chávez su poemario “Canto de vuelo firme” y Alfonso Murriagui inauguró la Colección “Matapalo”, con su libro de cuentos “Pampa de Oro”. En l977 el grupo “Noviembre l5” publicó su primer disco, en el que se antologaron l2 canciones producidas por Juan Ruales, Rafael Larrea, Salomón Poveda y Milton Estévez. Los primeros mil ejemplares de este long play se agotaron de inmediato y fue necesaria la impresión de una segunda edición, con la misma cantidad, para satisfacer el entusiasmo que despertó la música creada por el Grupo.

El Centro de Arte fue en realidad el iniciador de un gran movimiento cultural que agrupó a más de doscientos artistas populares en todo el país: músicos, escritores, pintores, actores y directores de teatro fueron la fuerza con que se inauguró este nuevo Movimiento, pionero de lo que pocos años después se convirtió en la Unión de Artistas Populares y que actualmente ha crecido para convertirse en la UNAPE.