Introducción: ¿El fin del Tercer Mundo?

Durante décadas, los estudiosos de la seguridad y la política internacional han debatido el surgimiento de un sistema multipolar. Ha llegado el momento de que reconozcamos el nuevo paralelo económico.

Si en 1989 llegó a su fin el “Segundo Mundo” con la caída del comunismo, en 2009 le llegó la hora a lo que se conocía como el ‘Tercer Mundo”: nos encontramos ante una nueva economía mundial multipolar que evoluciona rápidamente —en la que algunos países en desarrollo están emergiendo como potencias económicas; otros comienzan a convertirse en nuevos polos de crecimiento, y algunos tienen dificultades para alcanzar su potencial en este nuevo sistema— donde el Norte y el Sur, el Este y el Oeste son ahora los puntos de una brújula, no destinos económicos.

La pobreza persiste y hay que combatirla. La situación de los Estados fallidos persiste y hay que abordarla. Los problemas mundiales se están intensificando y hay que afrontarlos. Pero la manera de tratar estos asuntos está cambiando. Las antiguas categorizaciones de Primer y Tercer Mundo, de donantes y suplicantes, de líderes y seguidores, ya no tienen cabida.

Las consecuencias son profundas: para el multilateralismo, para la cooperación a nivel mundial, para las relaciones de poder, para el desarrollo y para las instituciones internacionales.

El multilateralismo reviste importancia

La crisis económica mundial ha demostrado la importancia del multilateralismo. Mirando al abismo, los países se unieron para rescatar la economía mundial. El G-20 moderno fue creado a raíz de una crisis. Demostró su potencial al actuar rápidamente para infundir confianza. La pregunta que se plantea ahora es si esto fue una aberración, un accidente.

Cuando los historiadores estudien lo ocurrido en el 2009, ¿considerarán que fue un caso singular de cooperación internacional, o el inicio de algo nuevo? Hay quienes consideran que el intento de Woodrow Wilson de crear un nuevo sistema internacional después de la Primera Guerra Mundial fue una oportunidad perdida que dejó al mundo a la deriva, en medio del peligro. ¿Será este un momento similar?

Actualmente, el peligro es que, a medida que disminuye el temor de la crisis, también disminuya la disposición a cooperar. Ya se comienzan a sentir fuerzas gravitacionales que están llevando nuevamente a un mundo de Estados-nación a perseguir intereses más estrechos.

Eso sería un error. Las placas tectónicas de la economía y la política se están desplazando. Podemos desplazarnos junto con ellas, o seguir observando un mundo nuevo a través del prisma del antiguo. Debemos reconocer las nuevas realidades. E influir en ellas.

¿Qué ha cambiado? Nuevas fuentes de demanda

¿Qué ha cambiado?

El mundo en desarrollo no fue la causa de la crisis, pero podría ser parte importante de la solución. Nuestro mundo será muy diferente de aquí a 10 años, y la demanda no provendrá solamente de Estados Unidos, sino de todo el globo.

Ya es posible observar los cambios. La participación de Asia en la economía mundial en términos de la paridad de poder adquisitivo ha aumentado continuamente del 7% en 1980 al 21% en 2008. Los mercados bursátiles de Asia representan el 32% de la capitalización de los mercados mundiales, seguidos por los de Estados Unidos, con el 30%, y los de Europa, con el 25%. El año pasado, China superó a Alemania y se convirtió en el mayor exportador mundial. También sobrepasó a Estados Unidos, al situarse como el mayor mercado mundial para los automóviles.

Las cifras de las importaciones son muy reveladoras: los países en desarrollo se están convirtiendo en una fuerza impulsora de la economía mundial. Gran parte de la reactivación del comercio mundial se ha debido a la fuerte demanda de importaciones entre países en desarrollo. Las importaciones de los países en desarrollo son ya 2% superiores a la cifra máxima que registraron en abril de 2008, antes de la crisis. En cambio, las importaciones de los países de ingreso alto aún son 19% más bajas que ese máximo. A pesar de que las importaciones de los países en desarrollo corresponden a aproximadamente la mitad de las importaciones de los países de ingreso alto, están aumentando a un ritmo mucho más rápido. Como resultado de esto, representaron más de la mitad del aumento de la demanda mundial de importaciones desde el año 2000.

Nuevos polos de crecimiento

La economía mundial se está reequilibrando. En parte, esto es nuevo, y en parte, representa una restauración. Según Angus Maddison, Asia representó más de la mitad del producto mundial durante 18 de los últimos 20 siglos. Estamos presenciando un cambio hacia múltiples polos de crecimiento a medida que la clase media crece en los países en desarrollo, miles de millones de personas se incorporan a la economía mundial y los nuevos modelos de integración combinan la intensificación regional con la apertura mundial.

Este cambio no se refiere únicamente a China o India. La parte del PIB mundial en términos de la paridad de poder adquisitivo que corresponde a los países en desarrollo ha aumentado del 33,7% en 1980 al 43,4% en 2010. Estos países probablemente registrarán sólidas tasas de crecimiento en el próximo quinquenio y los años por venir. África al sur del Sahara podría crecer a un promedio de más del 6% hasta el año 2015, mientras que Asia meridional, donde vive la mitad de la población pobre del mundo, podría crecer hasta un 7% al año en igual período.

El sudeste asiático se ha convertido en una región de ingresos medianos de casi 600 millones de personas, cada vez más vinculada a India y China, con lazos más estrechos con Japón, Corea y Australia, y una relación continua con América del Norte y Europa a través de la tercerización internacional.

La región de Oriente Medio es una fuente importante de capital para el resto del mundo, y en medida creciente se está convirtiendo en un centro de negocios y servicios entre Asia tanto oriental como meridional, y Euro-África. Las reservas brutas oficiales de los países del Consejo de Cooperación del Golfo superaban los US$500 000 millones a fines de 2008, y los activos de los fondos soberanos de riqueza se estimaban en US$1 billón. Si el Magreb puede desplazarse más allá de sus límites históricos, puede llegar a formar parte de una integración euromediterránea vinculada tanto al Oriente Medio como a África.

En la región de América Latina y el Caribe, 60 millones de personas salieron de la pobreza entre 2002 y 2008 y una creciente clase media impulsó los volúmenes de importaciones a una tasa anual del 15%.

África como polo de crecimiento potencial

Las placas tectónicas podrían desplazarse aún más. África estuvo marginada de la revolución de las manufacturas que sacó de la pobreza a las economías de Asia oriental y las llevó a la prosperidad. África ya no tiene por qué quedar rezagada.

En la actualidad, en muchos países africanos hasta los artículos pequeños y baratos, como el jabón o las sandalias, las herramientas o bienes de consumo básicos, son importados. Si los africanos eliminaran los obstáculos que les impiden desarrollar el espíritu empresarial y producir esos bienes en sus propios países, y crearan las condiciones para que inversionistas externos trasladaran su producción a África, el panorama del desarrollo de esta región podría comenzar a cambiar mucho. A diferencia de los fallidos intentos del pasado de favorecer los intereses de la sustitución de importaciones que había detrás del proteccionismo, esta estrategia permite recoger los beneficios de la integración regional dentro de los mercados internacionales.

¿Qué haría falta para que eso ocurriera? En primer lugar, el 80% de los africanos que ganan US$2 o menos al día deben tener un ingreso que les permita adquirir bienes de consumo básicos. La agricultura es la principal fuente de empleo y ofrece una oportunidad inicial para impulsar la productividad y los ingresos. Para ello, se requieren inversiones en toda la cadena de valor del sector agrícola: derechos de propiedad, semillas, riego, fertilizantes, financiamiento, tecnologías básicas, almacenaje, y transporte de los productos a los mercados. Dado que aproximadamente dos tercios de los agricultores africanos son mujeres, debemos ayudarlas a obtener derechos legales y de propiedad, y acceso a los servicios.

Si los ingresos y el nivel de vida mejoran, los fabricantes locales pueden orientarse a los mercados locales o adaptar sus productos a esos mercados y, en su momento, para la exportación.

Para continuar creciendo, los africanos necesitan lo que le hacía falta a Europa y a Japón después de la Segunda Guerra Mundial: infraestructura; energía; mercados integrados, vinculados a una economía mundial, y condiciones propicias para el desarrollo de un sector privado pujante. Estos bienes públicos promoverán las manufacturas locales y mucho más.

Los cambios que se están produciendo crean nuevas oportunidades. A raíz de la crisis mundial, en China algunos reconocieron que había llegado el momento de ir más allá de los juguetes y el calzado; China podía avanzar en la cadena de valor, aumentar los sueldos y el consumo y expandir su “sociedad armoniosa”. A su vez, las empresas chinas podían trasladar sus manufacturas con menor valor agregado a otros lugares, incluso a África, siguiendo los pasos de las empresas de explotación de recursos naturales y de la construcción.

Se puede alentar a las empresas chinas a reubicar sus manufacturas tanto para la producción interna como para la exportación. Estos fabricantes aportan conocimientos técnicos y maquinaria y dan acceso a las redes de comercialización y distribución. El Banco Mundial está trabajando con los africanos y los chinos para crear zonas industriales.

Los primeros inversionistas comienzan a ver las promesas que encierra África y no se dejan intimidar por los riesgos. Después de lo ocurrido con Lehman Brothers y en Grecia, los inversionistas saben que los mercados desarrollados también pueden entrañar riesgos.

La reforma de las políticas públicas puede crear oportunidades para el crecimiento del sector privado, que a su vez ofrece servicios a otros empresarios. En los 10 años anteriores a 2008, el sector privado invirtió más de US$60 000 millones en tecnología de la información y las comunicaciones en África; el 65% de los africanos está en condiciones de acceder a servicios telefónicos inalámbricos, y actualmente en África se utilizan 400 millones de teléfonos móviles.

IFC, la institución del Grupo del Banco Mundial que trabaja con el sector privado, está contribuyendo a hacer posible esta revolución de los negocios. Un nuevo fondo de capital creado por IFC ha captado US$800 millones de distintos fondos de pensiones y fondos soberanos de riqueza para invertir en empresas de África, América Latina y el Caribe.

Los cambios económicos significan posibles cambios de poder

El aumento de los ingresos y el mayor crecimiento en el mundo en desarrollo significa un mayor grado de influencia. El viejo mundo de las conversaciones junto al fuego entre los líderes del G-7 ha desaparecido. Hoy día, para las deliberaciones se requiere una gran mesa donde haya espacio para los principales participantes, y los países en desarrollo deben tener asientos en ese foro.

En la cumbre del G-20 realizada el año pasado en Pittsburg se reconoció ese cambio, pero para ello hará falta algo más que palabras en el papel. Las palabras de Woodrow Wilson no lograron materializar los grandes ideales que encerraban. No será fácil lograr una nueva distribución de responsabilidades entre los participantes en sistemas internacionales. Pero hay que hacerlo. El fracaso de 1919 llevó a que los países no pudieran cooperar en 1929 y al inicio de una nueva guerra en Europa en 1939.

Hoy día, ya estamos observando las tensiones. La ronda de Doha de la Organización Mundial del Comercio y las deliberaciones sobre el cambio climático en Copenhague pusieron de manifiesto lo difícil que será compartir los beneficios y responsabilidades mutuos entre países desarrollados y en desarrollo. Esos debates también revelaron la diversidad de desafíos que enfrentan los distintos países en desarrollo.

Si ya no es posible resolver los grandes problemas internacionales sin la participación de los países en desarrollo y en transición, tampoco es posible suponer que los países más grandes de ese grupo —Brasil, Rusia, India y China— representarán a todos ellos.

Y ese será el caso con respecto a muchos otros desafíos que se vislumbran: el agua, las enfermedades, la migración, los asuntos sobre población, y los Estados frágiles y que salen de un conflicto.

Al descubrir un nuevo foro en el G-20, debemos ser cuidadosos de no imponer una nueva jerarquía inflexible en el mundo. Por el contrario, el G-20 debería funcionar como un “grupo directivo” a través de una red de países e instituciones internacionales. Debería reconocer la relación que existe entre las diferentes cuestiones y promover puntos de interés común. Este sistema no puede ser jerárquico y no debería ser burocrático. Además, debe demostrar su eficacia llevando a cabo las tareas por realizar.

El peligro de volver a la geopolítica habitual

El peligro de que la fuerza gravitacional de la política lleve nuevamente a los países a perseguir intereses estrechos radica en que afrontemos esta transformación del mundo a través del prisma del antiguo G-7; los intereses de los países desarrollados, por muy bien intencionados que sean, no pueden representar la perspectiva de las economías emergentes. No podemos permitirnos volver a la geopolítica habitual.

Y tampoco podemos retroceder a un “antiguo multilateralismo” —una solución del siglo XIX al estilo del Congreso de Viena de Metternich— que procure oponer resistencia al cambio. Una “nueva geopolítica para una economía multipolar” debe compartir responsabilidades y, al mismo tiempo, reconocer las diferentes perspectivas y circunstancias, de manera de lograr más intereses mutuos.

Reforma financiera

Con respecto a la reforma financiera, el mundo ha pagado un precio muy alto en términos de pérdida de puestos de trabajos y vidas arruinadas a causa de las fallas del sistema financiero internacional.

Es evidente que necesitamos una mejor regulación financiera, con normas más estrictas con respecto al capital, la liquidez y la supervisión. Un nuevo sistema de supervisión debería tener en cuenta los riesgos sistémicos, regulación inversa que refuerce los altibajos de los ciclos, consolide la supervisión para evitar que se produzcan lagunas, y tenga en cuenta la inflación de los precios de los activos como también de los bienes y servicios.

Pero hay que tener cuidado con las consecuencias imprevistas. No deberíamos aumentar los costos alentando el proteccionismo financiero ni restringiendo injustamente los servicios financieros a los pobres. Las regulaciones acordadas en Bruselas, Londres, París o Washington podrían surtir efecto para los grandes bancos de los países desarrollados, ¿pero qué pasaría con los bancos más pequeños, ya sea en los países desarrollados o en desarrollo?

Esas regulaciones podrían restringir el sistema financiero, la innovación y la gestión del riesgo en los países en desarrollo. Podrían hacer más difícil invertir más allá de las fronteras nacionales.

Las exigencias en lo que respecta a conceder préstamos a nivel local podrían tener los mismos efectos que las relativas a comprar productos locales. Las exigencias sobre presencia física local podrían restringir los servicios de la misma manera que pueden asfixiar el comercio. Los requisitos en cuanto a la liquidez local podrían fragmentar la gestión de la liquidez a nivel mundial y provocar enormes costos sin aumentar la seguridad.

Actualmente los instrumentos derivados tienen mala reputación. Esto es comprensible cuando se piensa en AIG. Pero los agricultores de la región del oeste central de Estados Unidos utilizan estos instrumentos como protección contra la volatilidad del precio de los cereales. En el sector de la energía, México utilizó opciones para asegurar un precio del petróleo que permite financiar gran parte del presupuesto público.

El Banco Mundial fue uno de los primeros en utilizar los swaps de monedas, y se vale de instrumentos de swap como protección contra los riesgos cambiarios y de las tasas de interés. Nuestros préstamos ofrecen la posibilidad de proteger a los prestatarios de los riesgos cambiarios o de las tasas de interés, e incluso contra otros riesgos, como las sequías y las catástrofes. Al ayudar a promover los préstamos en moneda local, vinculados a los mercados mundiales, ayudamos a proteger a los países en desarrollo de las repercusiones financieras de la reciente crisis.

Cuando se ha utilizado y supervisado con prudencia, la innovación financiera ha mejorado la eficiencia y ofrecido protección contra los riesgos: el Banco Mundial ha sido uno de los primeros en utilizar los seguros del ganado para los pastores mongoles, un instrumento derivado para protegerse contra el riesgo de sequía en Malawi, y el seguro contra catástrofes en el Caribe. En enero, este último proporcionó US$8 millones a Haití inmediatamente después del terremoto, con mayor rapidez que los recursos procedentes de todas las demás fuentes externas.

Como lo ha advertido el ex presidente Zedillo de México, el problema que tienen los pobres no es que existan demasiados mercados, sino demasiado pocos. Necesitamos mercados para las microfinanzas o las pequeñas y medianas empresas, especialmente si son dirigidas por mujeres; mercados para transportar, almacenar y vender productos; mercados para ahorrar, contratar seguros e invertir.

Wall Street ha expuesto los peligros de la innovación financiera, y nosotros tenemos que prestar atención y actuar con determinación. Con todo, el desarrollo ha mostrado sus beneficios. Usar el prisma populista del G-7 puede limitar las oportunidades para miles de millones de personas.

Cambio climático

En cuanto al cambio climático, el peligro está en que tomemos un conjunto de reglas de los países desarrollados y lo impongamos como modelo único a los países en desarrollo. Estos no lo van a aceptar.

La política relativa al cambio climático puede vincularse al desarrollo y obtener el respaldo de los países en desarrollo para lograr un crecimiento con bajas emisiones de carbono, pero ello no ocurrirá si ésta se les impone a la fuerza.

No se trata de falta de compromiso con un futuro con mayor conciencia ambiental. Los habitantes de los países en desarrollo también anhelan un medio ambiente limpio.

Los países en desarrollo necesitan apoyo y financiamiento para realizar inversiones que conduzcan a un crecimiento menos contaminante. En el mundo hay 1600 millones de personas que carecen de electricidad. El desafío consiste en apoyar la transición al uso de energía menos contaminante sin sacrificar el acceso, la productividad y el crecimiento que permitan salir de la pobreza a centenares de millones de personas.

Evitar el regreso a la geopolítica habitual significa analizar estos problemas de manera diferente. Tenemos que dejar de pensar en escoger entre electricidad o medio ambiente. Debemos promover políticas que reflejen el precio del carbono, aumenten el uso eficiente de la energía, permitan el desarrollo de tecnologías de energía limpia con aplicaciones para los países más pobres, promuevan la energía solar sin conexión a la red, fomenten la innovación con la energía geotérmica y produzcan beneficios para todos como resultado de las políticas forestales y sobre uso de la tierra. Durante ese proceso, podemos generar empleo y aumentar la seguridad energética.

Los países desarrollados han prosperado gracias a la generación de energía hidroeléctrica mediante el uso de represas. Hay quienes no creen que los países en desarrollo deberían tener acceso a las fuentes de energía eléctrica utilizadas por las economías desarrolladas. Para ellos, eso es lo mismo que accionar el interruptor y dejar la luz encendida en una habitación vacía.

Si bien debemos cuidar el medio ambiente, no podemos pretender que los niños africanos hagan sus deberes a la luz de una vela o negar a los trabajadores africanos empleos en el sector de manufacturas. Usar el antiguo prisma de los países desarrollados es la manera más segura de perder el respaldo de los países en desarrollo para lograr las metas ambientales de alcance mundial.

Administrar para hacer frente a la crisis

En cuanto a la respuesta frente a la crisis, en un mundo en transición el peligro es que los países desarrollados se centren en la realización de cumbres relativas a los sistemas financieros, o concentren su atención en la mala administración de los países desarrollados como Grecia. Los países en desarrollo necesitan la celebración de cumbres sobre los pobres. Una de las lecciones de esta crisis es que las redes eficaces de protección evitaron la pérdida de una generación, a diferencia de lo que sucedió con la crisis asiática de los años noventa.

Escuchar la perspectiva de los países en desarrollo ya no es tan solo una cuestión de caridad o solidaridad, es una cuestión de interés propio. Estos países en desarrollo ahora son fuentes de crecimiento e importadores de bienes de capital y servicios de los países desarrollados.

Los países en desarrollo no sólo quieren discutir el elevado nivel de endeudamiento de los países desarrollados; quieren centrarse en las inversiones productivas y en la infraestructura, y en el desarrollo en la primera infancia. Quieren liberalizar los mercados para crear empleo, aumentar la productividad y generar crecimiento. Muchos están analizando cómo utilizar la innovación y la eficiencia de los mercados privados para contribuir al suministro y el mantenimiento de infraestructura y servicios del sector público.

Nueva función para las nuevas potencias

Con todo, modernizar el multilateralismo no consiste exclusivamente en que los países desarrollados aprendan a adaptarse a las necesidades de las nuevas potencias. El crecimiento trae aparejada la responsabilidad.

Los países en desarrollo deben darse cuenta de que ahora son parte de la arquitectura mundial. A ellos les interesa contar con sistemas internacionales robustos, dinámicos y flexibles en materia de finanzas, comercio, movimientos de ideas y personas, el medio ambiente, así como con sólidas instituciones multilaterales.

Debemos descubrir cómo obtener beneficios mutuos y ventajas recíprocas. Al mismo tiempo, debemos reconocer las restricciones políticas internas y los temores locales. Necesitamos acuerdos que todos los líderes puedan lograr que sean aceptados en sus países.

¿Qué significa este mundo en transformación para el desarrollo?

El desarrollo ya no es tan solo una cuestión Norte-Sur. Es una cuestión Sur-Sur, incluso Sur-Norte, con enseñanzas para todo el que tenga una mente abierta. Se refiere a los programas de transferencias monetarias condicionadas de México que se están estudiando en todo el mundo. Se trata de los indios en África que explicaron la denominada “revolución blanca”, que promovió la producción de leche. Es un nuevo mundo en que los países en desarrollo no son solo receptores sino también proveedores de ayuda y conocimientos especializados. Tampoco se trata de panaceas ideológicas, planes detallados ni soluciones únicas. En una economía multipolar, el desarrollo consiste en el pragmatismo, el aprendizaje basado en la experiencia, el reconocimiento del cambio que experimentan los mercados y las oportunidades de negocios, el intercambio de ideas y la conexión de los conocimientos, de la misma manera en que se conectan los mercados, a través de redes novedosas.

El futuro del desarrollo tampoco consiste en ninguno de los viejos conceptos de la ayuda: los fondos soberanos y de pensiones que quieren invertir con el Grupo del Banco Mundial en África constituyen una nueva forma de intermediación financiera. Esto no es caridad. Se trata de inversiones de las que se procura obtener un buen rendimiento. IFC está ayudando a bajar los costos de transacción y reducir los obstáculos a la información. Nuestro objetivo no es nada menos que revolucionar los flujos financieros con destino a los países en desarrollo.

La modernización de las instituciones multilaterales

¿Cómo gestionaremos una “nueva geopolítica para una economía multipolar” en que todos estemos equitativamente representados en asociaciones de muchos y no en clubes de unos pocos?

Si las placas tectónicas se mueven, también deben hacerlo las instituciones multilaterales.

La crisis ha mostrado las posibilidades de cooperación internacional, aunque también ha subrayado la necesidad de modernizar y fortalecer a las instituciones multilaterales para que ellas se correspondan con un mundo diferente.

El nuevo mundo exige que se identifiquen los intereses mutuos, se negocien las acciones comunes y se gestionen las diferencias en un abanico de países mucho más amplio que antes.

Requiere instituciones que sean rápidas, flexibles y que rindan cuentas, que puedan dar representación a los que no la tienen y que tengan recursos de disponibilidad inmediata.

Requiere instituciones que recurran a los asociados, con humildad y respeto, dispuestas a aprender de otros, que puedan actuar como vínculos a nivel mundial y se pongan a la vanguardia de un nuevo mundo de aprendizaje e intercambio Sur-Sur y Sur-Norte.

Exige instituciones que puedan mostrar resultados reales y a las que se les pueda exigir que asuman su responsabilidad cuando no los logran.

El Grupo del Banco Mundial debe reformarse para contribuir al cumplimiento de esta función. Y debe hacerlo constantemente a un ritmo cada vez más rápido. La transformación de los Gobiernos y las instituciones públicas por lo general es más lenta que la de las organizaciones privadas que encaran competencia. Admitimos este riesgo. Para abordarlo, hemos emprendido las reformas más integrales de la historia de la institución.

Nos reformamos para ser más representativos y ganar más legitimidad

Un Grupo del Banco Mundial modernizado debe representar las realidades económicas internacionales del siglo XXI, reconocer la función y responsabilidad de las partes interesadas en proceso de crecimiento, aunque también su diversidad y necesidades especiales, y dar más representación a África.

En atención a estas necesidades, instamos a nuestros accionistas a mantener su promesa de que los países en desarrollo eleven su participación accionaria al 47% o más este mes.

Pero eso no es todo. En un modelo peculiar entre las instituciones financieras internacionales, las participaciones accionarias serán revisadas cada cinco años para permitir la introducción de cambios sobre la base del crecimiento económico y evolución constantes de nuestros accionistas, con el objetivo de lograr equidad con el tiempo. Por primera vez, las participaciones accionarias se basarían en una fórmula diseñada específicamente para reflejar las necesidades y los mandatos del Grupo del Banco Mundial: no solo reflejarán el poderío económico sino también las contribuciones a nuestro fondo para los países más pobres del mundo.

Entre los directivos superiores ahora se cuenta con un número sin precedentes de nacionales de países en desarrollo y de mujeres. Y debemos hacer aún más.

Debemos trabajar con los países en desarrollo como clientes, no como objetos de modelos de desarrollo tomados de libros de texto. Debemos ayudarlos a solucionar problemas y no a poner teorías a prueba.

Con todo, se necesitan recursos para solucionar los problemas.

Nos reformamos adicionando recursos

Desde que se desencadenó lo peor de la crisis a mediados de 2008, el Grupo del Banco Mundial ha comprometido más de US$100 000 millones en respaldo de los países en desarrollo.

Esa suma batió todos los niveles históricos. Y quiero agradecer especialmente al personal del Grupo del Banco Mundial que se ha puesto a la altura de este desafío.

Proporcionamos fondos para lo que hacía falta, y lo hicimos sin demora. Aunque el Grupo del Banco Mundial ha sido tradicionalmente un prestamista de proyectos a largo plazo, nuestros desembolsos efectivos para el desarrollo han superado los pagos del FMI por la crisis.

Cuando el Grupo del Banco Mundial intensificó su labor para hacer frente a los peligros, se dependió del uso eficaz y eficiente de los recursos disponibles.

Necesitaremos más recursos para respaldar la reanudación del crecimiento, y para hacer que un multilateralismo modernizado funcione en esta nueva economía mundial multipolar. Si la recuperación no es firme, nos veríamos forzados a mantenernos al margen.

Por lo tanto, el Banco Mundial procura lograr su primer aumento de capital en más de 20 años. Los accionistas encaran la decisión de fortalecer al Grupo del Banco, o permitir que mengüe su influencia, lo que entrañaría la pérdida de una institución multilateral eficaz y dejarla mal dotada de recursos para hacer frente a lo que venga después.

Además de proporcionar recursos financieros esenciales, hemos estado demostrando cómo puede funcionar el multilateralismo modernizado. Estarnos forjando la cooperación entre los 186 países que son miembros de nuestra institución.

Más de la mitad de los recursos obtenidos para reforzar nuestro capital provendrán de países en desarrollo, a través de aumentos de precios e inversiones más grandes de capital. De lograrse, el acuerdo acerca de este conjunto de medidas constituiría un logro en el ámbito multilateral, en contraposición a los recientes tropiezos en materia de cambio climático y comercio.

Reformarse para ser más eficaces, innovadores y rendir más cuentas

La representación y los recursos por sí solos no bastan. También debemos ser eficaces, atentos a las necesidades, innovadores, flexibles, y debemos rendir cuentas.

Estamos reformándonos para aguzar nuestro centro estratégico de atención en las esferas en que podemos agregar mayor valor: centrándonos en los pobres y los vulnerables, especialmente de África al sur del Sahara; en crear oportunidades de crecimiento, en promover la acción colectiva a nivel mundial, por ejemplo, en materia de cambio climático, agricultura, agua y salud, fortaleciendo el buen gobierno y preparándonos para las crisis.

Nos estamos reformando para modernizar nuestros productos y servicios, promoviendo oportunidades de innovación y analizando un nuevo modelo de descentralización que nos permita aplicar técnicas de vanguardia más cerca de los clientes, mientras recogemos, adaptamos e intercambiamos conocimientos y experiencias a nivel mundial. Necesitamos tener alcance mundial, pero también contacto local.

Nos estamos reformando para centrarnos en los resultados, reforzando nuestra labor en pos del buen gobierno y la lucha contra la corrupción, incluida una sólida prevención, y guiando a otras instituciones internacionales para que sean más transparentes y rindan cuentas. Tenemos una nueva política de acceso a la información, basada en leyes relativas a la libertad de información de India y Estados Unidos, que será la primera, aunque esperamos que no sea la última, de su clase entre las instituciones internacionales. Estamos iniciando una nueva política de libre acceso a los datos del Banco Mundial. Justo la semana pasada, celebramos un acuerdo con otros bancos multilaterales de desarrollo acerca de la inhabilitación cruzada de personas y empresas corruptas.

Además iniciamos un sistema de calificación a fin de someternos a una mayor rendición de cuentas.

Sabemos que cometemos errores; si fuera fácil superar la pobreza, ya se habría eliminado hace mucho tiempo. Al abrir las persianas para que otros puedan ver lo que estamos haciendo, cómo lo estamos haciendo y con qué resultados, detectaremos los errores y mejoraremos con más rapidez.

En conjunto, estas reformas son transformadoras. Este ya no será el Banco Mundial de sus abuelos. Tampoco será el de sus padres.

Conclusión

La reforma no puede ser algo que tiene lugar una sola vez. Debe ser una adaptación y readaptación constantes, con vías permanentes de información para hacer frente a la evolución de la realidad.

No podemos predecir el futuro con certeza. Sin embargo podemos anticipar direcciones, y una de ellas es que se está vislumbrando la época de una economía mundial multipolar.

No se trata de una aberración ni de un accidente. Seguimos viviendo en un mundo de Estados-nación. Pero ahora hay más Estados que ejercen influencia en nuestro destino común. Son Estados desarrollados y en desarrollo, y se encuentran en todas las regiones del planeta. Todo esto puede ser provechoso. Con todo, los contornos de esta nueva economía multipolar aún están en formación. Ella debe configurarse.

El sistema del multilateralismo moderno debe ajustarse a estos cambios.

El multilateralismo moderno debe ser práctico. Debe reconocer que la mayor parte de la autoridad gubernamental sigue estando en los Estados-nación. Sin embargo, muchas decisiones y fuentes de influencia fluyen alrededor, a través y más allá de los Gobiernos.

El multilateralismo moderno debe incorporar nuevos agentes, forjar la cooperación entre los nuevos y los ya existentes, y aprovechar las instituciones mundiales y regionales para ayudar a abordar las amenazas y sacar provecho de las oportunidades que sobrepasan la capacidad de los distintos estados.

El multilateralismo moderno no será un club restringido en el que sean más los que queden afuera que los que estén adentro. Se parecerá más al crecimiento mundial de Internet, e interconectará a cada vez más países, empresas, personas y ONG a través de una red flexible. Las instituciones multilaterales legítimas y eficaces, que cuenten con el respaldo de recursos y sean capaces de producir resultados, pueden constituir el tejido conductor que atraviese la arquitectura que conforma el esqueleto de este sistema multipolar dinámico.

Woodrow Wilson quería una Liga de Naciones. Nosotros necesitamos una Liga de Redes.

Es hora de dejar atrás los viejos conceptos de Primer Mundo y Tercer Mundo, de líderes y seguidores, de donantes y suplicantes.

Debemos respaldar el surgimiento de varios polos de crecimiento que pueden ser de beneficio para todos.