El gobierno de George W Bush dijo que “ha elegido un camino diferente” al de Kyoto, “que garantice no dañar a la economía estadounidense” y “ser aceptado por todos los países del mundo”. Con estas palabras el representante estadounidense, Harlan Watson, demostró que a un mes de haber sido reelecto Bush sigue impertérrito en su política de cosechar enemigos.

Durante 12 días, de todos modos, los delegados debatirán acerca de cómo promover acciones por parte de todos los gobiernos del mundo, de las sociedades civiles y los sectores privados para establecer un límite a las emisiones de gases que producen el efecto invernadero, de acuerdo al Protocolo de Kyoto de 1997.

En Japón se desarrolló la III Conferencia de las Partes, ocasión en la que se adoptó el protocolo con el nombre de esa ciudad y a través del cual los países industrializados se comprometen a reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) a un nivel no inferior al 5 por ciento del registrado en 1990, en el período comprendido entre 2008 y 2012.

Tanto la Convención Marco de las Naciones Unidas como el Protocolo de Kyoto tienen como objetivo último lograr la estabilización de las emisiones de GEI a un nivel que impida interferencias antrópicas peligrosas en el sistema climático. Para ello, ese margen debería lograrse en un plazo suficiente para permitir que los ecosistemas se adapten naturalmente al cambio climático, asegurar que la producción de alimentos no se vea amenazada y permitir que el desarrollo económico prosiga de manera sostenible.

De todos modos los promotores de Kyoto dicen que sus medidas no alcanzan para revertir el calentamiento global y es esencial involucrar a países en desarrollo, como China, India y Brasil, en el proceso. Las conversaciones en Buenos Aires abordarán la participación de estos países en el recorte de emisiones luego de que termine el protocolo en el año 2012. China, actualmente una potencia industrial, es el segundo mayor productor de emisiones detrás de Estados Unidos, pero aún está lejos en la medición per cápita.

Bill Clinton había participado de la reunión en Kyoto y adhirió al protocolo, fue Bush quien retiró en 2001 a Estados Unidos del acuerdo. Pese a que junto con Australia son las dos únicas potencias industriales que no lo aceptan, ya son 128 los países adherentes.

El último es Rusia, que en octubre pasado votó en la Duma su ingreso, lo cual indica que las guerras sordas entre bloques regionales se desarrollan en todos los terrenos. Estados Unidos emite el 25 por ciento de GEI y Rusia junto con el resto de países que conformaron la urss un 13,7 por ciento, detrás de toda Europa con un 27,7 por ciento.

Para Bush, el Protocolo de Kyoto es “demasiado costoso” y “excluye a las naciones en desarrollo”, en tanto el argumento australiano apunta a que adherir a ese acuerdo hará subir los precios de la energía y recortará empleos. “Los esfuerzos para lograr un cambio climático sólo serán sostenibles si también sirven a un propósito mayor, como el de mejorar la prosperidad en todo el mundo”, dijo el estadounidense Watson.

La economía estadounidense depende en un 80 por ciento de su industria pesada basada en el uso de combustibles fósiles, es decir el petróleo y sus derivados. “Es una fantasía intentar mitigar el cambio climático sin la participación de Estados Unidos”, dijo Juan Carlos Villalonga, de Greenpeace Argentina, en tanto que Miguel Rementeria, otro ambientalista, se mostró escéptico sin un cambio por parte de Washington. “Los grandes negocios que respaldan a Bush no aceptan la propuesta formulada en Kyoto y eso no va a cambiar”, señaló.

Hasta ahora no se cumplía el requisito de que hubieran adherido 55 países cuya suma de emisiones de gases tóxicos representara el 55 por ciento del total, pero al suscribirlo Rusia el porcentaje cubierto llega al 61,6 por ciento.

Debate y Política

Para los científicos el retroceso de los glaciares y los hielos polares incrementará el nivel de los mares, provocando cambios extremos como olas de calor, el avance de enfermedades tropicales y el colapso de bosques, arrecifes de coral y de la agricultura. “Los impactos del cambio climático son cada vez más notorios: el aumento del nivel del mar, los eventos climáticos de gran escala, las lluvias, inundaciones y sequías que cada año se incrementan alarmantemente en el mundo, deben llamar a la acción a personas y gobiernos del mundo”, aseguraron en un comunicado conjunto las organizaciones ambientalistas.

“El hecho de que el Protocolo de Kyoto entre en vigor realmente le da mucha más fuerza a este debate”, aseguró Joke Waller-Hunter, secretario ejecutivo de la cop 10.

Precisamente donde las consecuencias del efecto invernadero se hacen sentir con más fuerza es en los países del Tercer Mundo, sencillamente porque no cuentan con tecnologías que permitan mitigar las consecuencias negativas de los procesos de industrialización primarios. África, India y América Latina encabezan las estadísticas de catástrofes naturales provocadas por el cambio en el clima, al punto que la Organización Mundial de la Salud (OMS) indica que cada año mueren 160 mil personas por este motivo.

Sin embargo, entre los temas que se colaron en los debates oficiales la cuestión de la pobreza y el hambre en las naciones no industrializadas fue un punto de fricción. El presidente del Grupo de los 77 y representante de Qatar, Mohameed al Maslamani, subrayó que, si bien el grupo adhiere a los lineamientos de Kyoto, “la prioridad exclusiva de los países en vías de desarrollo son el desarrollo económico y social y la erradicación de la pobreza”, lo cual dejó latente la discusión sobre desarrollo económico sustentable y pobreza.

Encuentro Paralelo

Mientras dure el encuentro oficial, las ong organizarán actividades paralelas entre las que se destaca la presentación del libro Ríos silenciados del irlandés Patrick Mc Cully, quien aborda el impacto socioambiental negativo generado por la construcción de represas en todo el mundo. De estos encuentros participan además movimientos sociales de todo el continente, grupos piqueteros argentinos y comunidades aborígenes desplazadas de sus tierras por petroleras multinacionales, lo cual convierte al encuentro en un eslabón más en la articulación y fortalecimiento entre los movimientos de resistencia globales.

La chilena Sara Larraín, ex candidata presidencial ecologista, compartirá panel con Franklin Toala, de la comunidad Sarayaku de Ecuador, quien denunciará al gobierno de Lucio Gutiérrez por desplazarlos de sus tierras para cumplir compromisos contraídos con petroleras trasnacionales. La brasileña Lucia Ortiz, de la organización Ríos Vivos, explicará las consecuencias de los embalses y su impacto ambiental en la Amazonia.

En Argentina, la Fundación Proteger volverá a denunciar la inacción del gobierno provincial de Santa Fe en las inundaciones que causaron más de cien muertos en abril de 2003, por la crecida del río Salado, la peor catástrofe hídrica de la historia del país.

Para dejar en claro su posición, Greenpeace construyó un arca gigante frente al Obelisco, donde unas dos mil personas hicieron fila el lunes con el objetivo de encontrar refugio temporario. Un golpe de efecto y llamada de atención para un tema urgente que aún no encuentra eco entre los responsables políticos del mundo.