En las nuevas condiciones, los mandatarios de ambos países en reiteradas ocasiones proclamaron asociación estratégica. Las declaraciones se hacían, pero el mecanismo de interacción no acabó de ser diseñado. Otro escollo fue una enorme asimetría de las fuerzas y la renuencia de EEUU de respetar los intereses de Rusia.

Pero el modelo del mundo unipolar no resultó ser viable. Estos años últimos, se ha acentuado la tendencia a la formación de un mundo multipolar, impulsada por el fracaso de la aventura militar norteamericana en Iraq, un rápido crecimiento económico de China e India, así como el hecho de haber podido Rusia recobrarse de la crisis de los años 90. Al propio tiempo se perfilaron indicios de un serio agravamiento de las relaciones entre Rusia y EEUU sobre un amplio abanico de temas. Con especial gravedad estas discrepancias se dejaron ver en relación con los planes de emplazar la defensa antimisiles norteamericana en Europa del Este.

A la luz de todo ello se impone esta pregunta: ¿será posible una nueva edición de Guerra Fría entre Moscú y Washington?

Una nueva Guerra Fría será imposible, entendiendo bajo este concepto la reconstrucción en el siglo XXI del sistema bipolar de relaciones internacionales, dividido en dos bandos enfrentados entre sí y liderados por Rusia y EEUU. A diferencia de la URSS, Rusia no tiene el rango de superpotencia ni profesa ideología mesiánica ni intereses vitales que requieran movilizar todas las fuerzas para hacer frente a EEUU en cualquier punto del globo. China podría ser pretendiente potencial a desempeñar el papel de una nueva superpotencia, pero difícilmente tal bipolaridad respondería a los intereses de Rusia. Parece más probable un modelo multipolar, integrado por Rusia, EEUU, China, India y algunas otras potencias.

Una nueva edición de la Guerra Fría será posible, si bajo este concepto entendemos la existencia de un modelo de las relaciones ruso-norteamericanas en que las tendencias confrontacionistas predominen sobre los intereses comunes. En el área económica, EEUU se empeña en establecer un riguroso control sobre los términos de integración de Rusia en el mercado global, lo que halla su expresión en las demoras con el ingreso en la OMC, en la vigencia de la enmienda Jackson-Vanick, en los intentos de limitar el papel de Rusia en el sector energético. Los vínculos económico-comerciales entre ambos países se desarrollan con lentitud y son susceptibles de presiones políticas.

En el ámbito político cesó la rivalidad global, pero se asiste a una enconada competencia en la CEI. Son muy disímiles las actitudes hacia la solución de varios problemas internacionales (ampliación de la OTAN, Kosovo, Irán, conflicto palestino-israelí, Iraq). En materia militar corre peligro todo el régimen de tratados de control sobre armamentos nucleares (defensa antimisiles, armamentos estratégicos ofensivos, misiles de alcance medio y más corto). Un factor nuevo ha devenido la moratoria sobre el cumplimiento del Tratado FACE, decretada por Rusia. De mantenerse las tendencias actuales, pasados varios años, podría volver a cobrar cuerpo la carrera de armamentos nucleares y convencionales. En el campo ideológico, pese a haberse extinguido a nivel oficial la confrontación "comunismo-anticomunismo", se está instrumentando una campaña propagandística llamada a mostrar la incompatibilidad de los valores ideológicos de Rusia y de Occidente. La aspereza de la retórica semeja la época de la Guerra Fría.

Al propio tiempo, por su envergadura y alcance, las actuales tendencias confrontacionistas difieren en los aspectos cuantitativo y cualitativo de los tiempos de confrontación URSS-EEUU. De momento no son dominantes. En todo caso, Washington no ha anunciado oficialmente que pasa a aplicar la estrategia de "disuasión" respecto a Moscú. Sin embargo, las relaciones de partenariado entre Rusia y EEUU no están institucionalizadas. Más aun, van perdiendo eficacia los mecanismos de conciliación de los intereses en el ámbito de seguridad, diseñados todavía en la época de la Unión Soviética, lo que hace muy vulnerables las relaciones entre ambos países, generando factores negativos que podrían convertirse en una avalancha. En los próximos años, las relaciones entre Rusia y EEUU podrían atravesar por una crisis grave, siendo de señalar que la política interna sería más bien un factor agravante que atenuante.

Ello no obstante, una nueva edición de la Guerra Fría no es inevitable. Igual que antes, Rusia y EEUU tienen importantes áreas de intereses comunes o paralelos. Si en éstas se operan importantes progresos (por ejemplo, acuerdos de cooperación en materia de defensa antimisiles, control sobre armamentos, energía nuclear, solución del problema iraní), se logrará no sólo estabilizar las relaciones bilaterales sino que elaborar mecanismos de cooperación eficaz.

Por supuesto que no descartamos rivalidad en varios dominios, pero si mantenemos las relaciones de partenariado, tal rivalidad cobraría la forma de competencia y no de confrontación. No cabe olvidar que históricamente, Rusia y EEUU jamás habían sido enemigos en el mundo multipolar. Consiguientemente, el modelo confrontacionista no se correspondería con sus intereses en el mundo multipolar del siglo XXI.

Fuente: Ria Novosti, 26/ 09/ 2007.

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