Con la llegada del nuevo Gobierno, la incertidumbre ha vuelto a dominar el escenario político ecuatoriano. En realidad, desde hace una década lo único seguro en nuestro país es que nada permanece inmutable. A este fenómeno los políticos, analistas y sociólogos burgueses lo ven como síntoma de inmadurez y de atraso. Para ellos, lo óptimo es el continuismo, la estabilidad.

Pero el país votó precisamente contra eso, y es lo que genera gran preocupación en quienes han ejercido el poder en todos estos años.

La idea de una Asamblea Constituyente produce en ellos temores y elucubraciones: ¿querrá Rafael Correa con esta Asamblea concentrar el poder como lo han hecho Hugo Chávez en Venezuela, Fidel Castro en Cuba y Evo Morales en Bolivia?, ¿producirá esto una Constitución que en lugar de garatizar un Estado sustentado en la economía del libre mercado transforme al sistema en socialista?, son algunos de los fantasmas que rondan en el ambiente.

Pero si bien para las fuerzas del continuismo lo ideal sería que las aguas no estén agitadas para que esos fantasmas se alejen, no es menos cierto que están dispuestas a agitarlas en su favor si es necesario. Y para ello utilizan sus conocidos recursos: una mayoría congresil que confronte a la propuesta de la Constituyente y que busque aprobar una reforma política a su medida. Una mayoría que recurra al viejo chantaje del juicio político y la destitución del Presidente si no se hacen las cosas según sus intereses.

Sin embargo, los ecuatorianos escogimos una vía distinta a la que han seguido todos los gobiernos, votamos contra el continuismo y por Correa, y si el Presidente electo pretende torcer esa voluntad en algún momento, la consecuencia es previsible: recordemos a Bucarám, Mahuad y Gutiérrez.

Es decir, en el Ecuador habrá tanta inestabilidad como sea necesaria para que se produzca el cambio, porque hay dos grandes corrientes antagónicas en disputa: una conservadora que quiere mantener intacto el statu quo, y una transformadora que crece y se califica.

El cambio solo será posible en nuestro país si quienes lo protagonizan son los pueblos, y si las conquistas no se plantean y no quedan en simples parches, en remiendos a este sistema obsoleto, sino que sienten bases sólidas para la construcción de la Patria Nueva. El Ecuador está con el cambio, y en contra de la continuidad.