Se ha hablado de su tristeza, pero pocos han sentido su tristeza franca, noble, aquella que surge como condición esencial del alma: Mi padre duerme. Su semblante augusto / figura un apacible corazón;/ ahora está tan dulce.../ si hay algo en él de amargo, seré yo./ (...) Y mi madre pasea allá en los huertos,/ saboreando un sabor ya sin sabor./ Está ahora tan suave,/ tan ala, tan salida, tan amor./ Hay soledad en el hogar sin bulla,/ sin noticias, sin verde, sin niñez./ Y si hay quebrado en esta tarde,/ y que baja y que cruje,/ son dos viejos caminos blancos, curvos./ Por ellos va mi corazón a pie. (‘Los pasos lejanos’).

Se ha hablado de su creencia en Dios, pero pocos han sentido la espiritualidad latiendo en su corazón: Siento a Dios que camina/ tan en mí, con la tarde y con el mar./ Con él nos vamos juntos. Anochece./ Con él anochecemos. Orfandad.../ Pero yo siento a Dios. Y hasta parece/ que él me dicta no sé que buen color./ Como un hospitalario, es bueno y triste;/ mustia un dulce desdén de enamorado:/ debe dolerle mucho el corazón./ (...) Y tú, cuál llorarás.. tú, enamorado/ de tanto enorme seno girador.../ Yo te consagro Dios, porque amas tanto;/ porque jamás sonríes; porque siempre/ debe dolerte mucho el corazón. (‘Dios’).

Se ha hablado de ‘Trilce’, de su poesía, de su renovada terminología lingüística, pero pocos han sentido su comunicación profunda, su alboroto de palabras... de esperanzas: Tahona estuosa de aquellos mis bizcochos/ pura yema infantil innumerable, madre./ Oh tus cuatro gorgas, asombrosamente/ mal plañidas, madre: tus mendigos./ Las dos hermanas últimas, Miguel que ha muerto/ y yo arrastrando todavía/ una trenza por cada letra del abecedario./ (...) Madre, y ahora! Ahora , en cuál alvéolo/ quedaría, en qué retoño capilar,/ cierta migaja que hoy se me ata al cuello/ y no quiere pasar. Hoy que hasta/ tus puros huesos estarán harina/ que no habrá en qué amasar/ ¡tierna dulcera de amor,/ (...) ( ‘Trilce’, XXIII).

Se ha hablado tanto de César, de Vallejo, de su inmensa solidaridad humana, como si esta surgiera desde la primera nalgada; como si esta no se desarrollara después de un proceso de aprehender la vida, de sentirla, de juzgarla, de balancearla, de encontrar sus cicatrices, de palpar su injusticia.
Varios han sido los críticos que han pretendido desligar a Vallejo de su ideología política, la misma que empezó a abrazarlo, hasta hacerle doler las costillas, cuando laboró como ayudante de cajero en la hacienda azucarera “Roma” (que contaba con más de cuatro mil peones) y fue testigo de las penalidades de la clase trabajadora y de la injusticia del orden económico, político y social en el Perú.
Y Vallejo, y César, desarrolló este carácter político no solo en Santiago de Chuco (su pueblo natal), ni tan solo en Trujillo o en Lima, sino en todos aquellos lugares donde la perinola vida le llevó: España, Francia, Unión Soviética y otros países de Europa.
Únicamente hay que recordar a los mensajeros apolíticos, a los que defienden la palabra solo revestida de arte y no de contenido, los partidos marxistas en que militó César Vallejo: el Partido Comunista de Francia –el partido que iba a ser el de los 75 mil fusilados durante la resistencia antinazi- y el Partido Comunista de España -el partido de Dolores Ibarruri, ‘La Pasionaria’, el partido de la primera resistencia contra la agresión fascista en Europa-.
“Lo que deseamos dejar en claro es la militancia del poeta en ambos partidos, lo cual significó su participación en una organización de base, y la aplicación, profundización y difusión de su línea en plena clandestinidad, lo cual relieva la alta conciencia política y moral de Vallejo”, señala César Lévano, estudioso de la obra vallejiana.
Además, otro hecho que denota la filiación del poeta al movimiento comunista es su adhesión directa al Partido Socialista del Perú, fundado por José Carlos Mariátegui, quien el momento de su muerte quería rebautizar a la organización con el nombre que le correspondía: Partido Comunista Peruano.
El 29 de diciembre de 1928, los marxistas peruanos exiliados en Francia enviaron a Mariátegui su adhesión al Partido Socialista, recién fundado en Lima, el texto dice así:
“A los compañeros del Perú:
Camaradas: después de una apreciación tan objetiva como es posible obtenerla desde aquí, de la realidad social-económica de Perú y América Latina, después del prolongado debate sostenido sobre esenciales puntos doctrinarios... hemos decidido constituir una célula del Partido Socialista del Perú, la que se halla actualmente en funciones.

“La ideología que adoptamos es la del marxismo y la del leninismo militantes y revolucionarios, doctrina que aceptamos íntegramente, en todos sus aspectos: filosófico, político y económico-social. Los métodos que sostenemos y propugnamos son los del marxismo ortodoxo. No solamente que rechazamos, sino que combatimos y combatiremos en todas las formas, los métodos y las tendencias de la social-democracia y de la II Internacional.

“La célula queda constituida por los camaradas Bazán Armando, Paiva Juan, Ravines Eudocio, Seaone Jorge, Tello Demetrio y Vallejo César. El compañero Ravines ha sido elegido Secretario General”...

Mucho se ha hablado de César Vallejo, quizás más de lo que se lo ha sentido... Ahora queda claro para aquellos que quieren ignorar la condición marxista de César Vallejo, que el poeta no era solo un revolucionario de la palabra (‘un renovador del lenguaje poético’), sino también un revolucionario en la vida, en su injusto y explotador sistema.

Vallejo, aquí y ahora: en tu tristeza no fingida; en tu espiritualidad que trascendía a la religión; en tu juego profundo de inventarpalabrascaminosyesperanzas; en tu inmensa lucha por lograr que la primera nalgada sea un aliento de solidaridad.