Para muy pocos queda aún la duda de que el gobierno de Alfredo Palacio es corroído por la corrupción y por una clara política antinacional y antipopoular, quizás solo para el ‘circulo oscuro’, lo dicho y hecho por el Presidente puede ser considerado como una acción justa de gobierno, y porsupuesto para quienes en realidad medran de Palacio y del Palacio: los feberesborjistas y la cúpula de Pachakuitik.

Los sucesivos cambios de varios funcionarios, tanto por visos de corrupción como por componendas políticas, han jugado un rol importante para el desgaste y aislamiento de un gobierno y un Presidente que nacieron de una rebelión parcial y de la conspiración.

La reforma política, que se prometió llevarla adelante con la participación del pueblo, vía consulta, sencilla y absurdamente no recoge los temas que fueron planteados y aún son motivo de las movilizaciones populares, como el TLC, la permanencia o no de los militares estadounidenses en la Base de Manta, entre otros, temas que increíblemente en la más de 50 mil propuestas recogidas por el CONAM no aparecen.

Así, la refundación del país queda como una insólita retórica para calmar los anhelos de cambio del pueblo y llevar adelante unas reformas regresivas y antidemocráticas, que consoliden el poder de las élites económicas que nos han gobernados por decenas de años y que le han llevado al país al atraso y dependencia, y a que el 80% de nuestros compatriotas estén en la línea de la pobreza.

En realidad, lo que el Ecuador de hoy necesita y el pueblo anhela es una revolución, y no solo una rebelión, que deje atrás el oprobioso e injusto capitalismo, instaurando una sociedad más justa y democrática, donde los trabajadores podamos disfrutar de las riquezas que producimos y donde nuestros recursos naturales estén al servicio de las necesidades populares y de desarrollo soberano del país.
Transitar en ese camino implica asumir una plataforma política desde los intereses de los pueblos, que enfrente el intervencionismo extranjero y la complicidad y servilismo de las oligarquías criollas, autores de la debacle de nuestro país y la pobreza extrema de nuestras gentes.

Este camino tenemos que abrirlo cada día con más unidad y lucha. Hoy debemos enfrentar el retroceso, la no democracia, la confiscación de los derechos alcanzados por el pueblo, que pretenden el febreborjismo y Palacio. Para ello debemos levantar las propuestas que signifiquen progreso, transformación, más soberanía y democracia para el pueblo.

Estos temas tienen que ver con rechazar la firma del TLC, exigir la salida de las tropas norteamericanas de la Base de Manta, implantar la elección universal, directa y secreta de los miembros de las cortes y los tribunales, oponernos a la desmembración del país a través de las autonomías, extender el derecho a votar a los jóvenes desde los 16 años, lo mismo que el voto a los militares.

El pueblo debe marchar con su propia agenda, en la que se combinen la lucha y su propuesta de cambio. De afirmarse una consulta para reformas amañadas, regresivas y antidemocráticas, tiene que aprestarse a decir no y a irrumpir con su decisión democrática, progresista y revolucionaria, como lo hiciera en los levantamientos que echaron del poder a corruptos y vendepatrias.