Trípoli, Libia. La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) ya perdió la guerra política en Libia. Como ya lo explicaba anteriormente –y a contracorriente de la desinformación dirigida por el lobby de la prensa comercial occidental–, esto ocurrió desde el pasado 1 de julio, cuando 1 millón 700 mil libios salieron a las calles de Trípoli a abuchear a la OTAN, y a unirse y hacer bloque a favor de Muamar el Gadafi.

Sólo falta sacar las conclusiones de esta derrota. Y eso es lo que Washington ha hecho de manera rápida, además de juzgar innecesario informar a sus aliados europeos de su brusco cambio y de la nueva estrategia que piensa emplear en Libia.

Robar los fondos y preparar el saqueo

En primer lugar, la Casa Blanca decidió robar todo lo que pueda de los activos libios: los fondos financieros del Estado libio colocados en cuentas bancarias en el extranjero. Un asunto primordial a fin de poder recuperar los gastos que ha engendrado la aventura militar.

Hillary Clinton fue informada de esta decisión sólo cuando estaba a bordo de su avión rumbo a Estambul, mas no pudo opinar ni decir nada; sólo tuvo que obedecer.

Se debe de tomar en cuenta también que turcos y franceses se han visto obligados a tragarse la misma “píldora” que le fue administrada a la secretaria de Estado de Estados Unidos. Estos “negociadores” vinieron con sus propias propuestas y han tenido que guardárselas, sin que se les permita incluso exponerlas.

La cumbre se transformó en un sala donde todo el mundo copió y escribió lo que estaba ya decidido. Los miembros del Grupo de Contacto fueron informados de la decisión tomada por la Casa Blanca, la de identificar (y confiscar) los activos libios y de ponerlos a disposición del Consejo Nacional de Transición (CNT) libio, es decir, en manos de los “rebeldes”.

Esto se aplica tanto a los activos financieros, como a la autorización para transmitir información con el satélite Nilesat, o incluso la explotación del petróleo en la zona controlada por la OTAN. Para llevar a cabo este robo, se les pidió a los miembros del Grupo de Contacto –que no lo habían hecho todavía– que reconocieran al CNT como el único representante del pueblo libio en lugar de la Jamahiriya Árabe Libia. Se les informó que la operación estaba supervisada por el Libyan Information Exchange Mechanism (LIEM), como ya se les había dicho en la precedente reunión que tuvo lugar en Abu Dabi, el pasado 9 de junio.

Sin embargo, ninguna información fue proporcionada respecto al estatuto jurídico del CNT o del LIEM. Todo indica que la Casa Blanca está construyendo un dispositivo de expoliación muy similar al que colocó en Irak, durante su invasión y ocupación, y que funcionó de maravilla.

En Bagdad, Washington instaló por primera vez la Oficina de Reconstrucción y Asistencia Humanitaria (ORHA), organismo dirigido por el general Jay Garner. Más tarde se supo que la dependencia fue creada por una directiva presidencial secreta firmada mucho antes que se discutiera en el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas el desencadenamiento de la guerra en Irak.

A pesar de que puede parecer que la OHRA es una organización humanitaria, este departamento obedece al Pentágono. Con toda probabilidad, es el mismo caso para el LIEM, aunque, oficialmente, su director es un italiano.

En Bagdad, la ORHA fue absorbida rápidamente por la Autoridad Provisional de la Coalición (CPA, por su sigla en inglés), dirigida por el estadunidense L Paul Bremer III, quien ejerció todos los poderes durante un año.

Anteriormente demostré en una investigación que la CPA no era una entidad de derecho internacional, tampoco de jurisdicción estadunidense, sino más bien una empresa privada. Sin embargo, hasta hoy se ignora donde la CPA fue inscrita o registrada y quiénes eran sus accionistas.

Lo único que se ha podido establecer y confirmar es que la CPA está involucrada en un saqueo sistemático de Irak, y sólo se retiró cuando su chantaje, formulado al nuevo gobierno iraquí –de aceptar y reconocer una serie de leyes abusivas que garantizan a las multinacionales el derecho de explotar a fondo el país durante los siguientes 99 años–, fue aceptado.

No es sorprendente entonces esperar que una vez que se consiga un alto al fuego o que una tregua entre en vigor en Libia, el LIEM será absorbido e implantado en la ciudad de Bengasi como una nueva copia del CPA.

Negociar una salida militar

En segundo lugar, inmediatamente después de la cumbre de Estambul, Washington abrió negociaciones directas con Trípoli. Éstas se llevan a cabo en Túnez. La delegación de Estados Unidos está encabezada por Jeffrey Feltman, subsecretario de Estado para Oriente Medio de Estados Unidos.

En el vocabulario imperial de Washington, la definición de “Cercano Oriente” u Oriente Próximo (Near East) designa e involucra a todos los países árabes del Norte de África, de Oriente Medio y del Golfo Pérsico, además de Israel. Y el título de asistente de secretaria de Estado designa a un procónsul (como en la época del imperio romano). Así Jeffrey Feltman tiene la costumbre de recibir visitantes en su despacho de Washington, moviendo su mano con gestos arrogantes y mostrando a todo el mundo su gran mapa mural del “Oriente Medio” en la pared de su despacho, para decir a sus visitantes: “Ésta es mi jurisdicción”.

Con la apertura de negociaciones “secretas” entre Obama y Gadafi, Washington ha cerrado el canal permanente de negociación que había abierto París. Desde el comienzo del conflicto bélico, el coronel Gadafi discutía constantemente con el presidente Nicolás Sarkozy y su ministro Alain Juppé, quien ya había elaborado varios planes para poner fin a la crisis libia. Cada plan iba acompañado de extravagantes promesas, de sobornos y todo tipo de coimas, pagos e indemnizaciones; pero todos los acuerdos negociados fueron censurados por la Casa Blanca.

Al comienzo de la reunión, Jeffrey Feltman habló como si hubiera venido a dar un ultimátum y no como alguien que viene a entablar un proceso por la vía diplomática. Éste es el comportamiento habitual de un procónsul, pero no tuvo necesidad de forzarse para mostrar una actitud arrogante, autoritaria y amenazante. Es su manera natural de ser desde que su esposa, una brillante historiadora de arte, lo dejó por insolente y cretino.

Una vez que su show de presentación de gobernador dominador ha terminado, el insignificante Jeffrey Feltman se pone más conciliador. Por el momento, Washington admite haber perdido el partido y finge o quiere hacer creer a todo el mundo que abandona sus ambiciones en Libia.

La Casa Blanca estaría satisfecha con un cese al fuego en el que la OTAN, aunque no pueda controlar la totalidad de la región de Cirenaica, conserve tres enclaves, entre ellos Bengasi y Misrata. La Alianza pensaría después ceder su lugar a una fuerza de mantenimiento de la paz de la Organización de las Naciones Unidas.

En términos de calendario, la fiesta religiosa musulmana del Ramadán se presenta como una buena oportunidad para detener el bombardeo y para hacer esta transición.

Las condiciones que Washington ambiciona y espera obtener son que Libia se muestre generosa en términos de concesiones petroleras y arrendamientos de gas; por otro lado, Washington quiere organizar la jubilación definitiva y anticipada del “Guía”, es decir, de Gadafi.

Desde el punto de vista libio, la primera exigencia se puede discutir todavía, pero la segunda es percibida como un insulto: Muamar el Gadafi se ha convertido en el símbolo de la unidad y de la resistencia del país frente a la “agresión de los cruzados”. La delegación libia considera esta última condición como una ofensa.

En respuesta a lo que es considerado como un agravio, un ciudadano libio, cuyo hermano murió en los combates, acaba de vender su granja para financiar la construcción de un gigantesco retrato de Gadafi, el héroe nacional, en la Plaza Verde de Trípoli.

Preparar una segunda ronda

En tercer lugar, el repliegue militar de la OTAN en Libia no significa que Washington haya abandonado definitivamente sus ambiciones. Ya están preparando un nuevo complot. Después que el alto al fuego haya entrado en vigor, Estados Unidos desplegará una serie de operativos y acciones secretas para alterar la situación o estabilidad política en Libia.

Al apoyarse en la interpretación de un análisis británico incompleto, Washington pensó que las tribus hostiles a Muamar el Gadafi se unirían al CNT. Los expertos del Consejo de Seguridad Nacional se sorprendieron al ver que las tribus se reconciliaban con el “Guía” y se unían a él para luchar contra la injerencia extranjera.

Por tal motivo, durante la tregua, será indispensable para los planes de Washington establecer un contacto directo con estas tribus y convencerlos de que elijan el bando occidental, si una nueva oportunidad se presenta.

Por otro lado, bajo la cobertura de efectuar operaciones humanitarias llevadas a cabo por organizaciones supuestamente no gubernamentales, o por países miembros de la OTAN que no han participado en las operaciones militares de agresión contra Libia, la Agencia Central de Inteligencia y el Pentágono tienen la intención de desplegar o “sembrar” agentes de desestabilización y sabotaje.

Actualmente ya se está hablando de corredores humanitarios, aviones, equipos de asistencia o de apoyo “altruista”, que servirán como tapaderas para disimular muchas de las acciones encubiertas que tendrán lugar.

La idea y objetivo es bloquear el proceso de reforma que conduce Saif al-Islam Gadafi, proceso que había iniciado antes de que estallara la invasión de la OTAN, porque ésta preveía fomentar una revolución de color allí. Y una desestabilización de Libia mediante una revuelta podría ser suficiente para que Occidente pueda tomar el poder y el control de Libia. Y si no funciona, daría el pretexto necesario para reanudar con las operaciones militares. Así pues, Washington no quiere aceptar el panorama actual, y por lo tanto está preparando su revancha.

La mayor parte de la población se ha unido a favor de Gadafi, lo que ha derivado en el fracaso momentáneo del plan inicial de Estados Unidos. Para poder derrotarlos y vencer, el imperio necesita primero dividir al pueblo libio.

Fuente: Revista Contralínea 245 / 07 de agosto de 2011