Este el título del libro de poemas que presenté públicamente, en el Aula “Benjamín Carrión” de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, el viernes 30 de enero.

Ese día, al presentar el libro dije unas pocas palabras para justificar mi presencia literaria con un nuevo libro de poemas. Entonces afirmé: “Ahora, cuando estoy caminando a los ochenta años, tengo que confesar que he sido un gran amante, que he tenido múltiples amores y que los he vivido con mucha intensidad y entrega: amé a mis padres, a mis tres hermanos, a mi abuela Lolita, maestra de escuela rural, que me enseño a leer y a escribir cuando yo tenía cuatro años, a mi tío Alfonso, errabundo marino que, con la narración de sus viajes, me contagió ese virus que me empujo a conocer el mundo; amé a mi escuelita laica de la Loma Grande, al Colegio “Mejía”, en el que me forjé intelectualmente. También amé a tres o cuatro guaguas de mi barrio, ingenuas y bonitas, hasta que me encontré con los ojos más bellos del mundo y me quedé con ellos definitivamente; su dueña se convirtió en la compañera de toda la vida; con ella hemos cumplido muchos sueños: tuvimos dos hijos que nos han regalado cinco nietos y dos bisnietos y, como es natural, hemos luchado mucho y hemos vencido muchos escollos que la vida nos puso en el camino. “Mi sombra y su boina”, que hoy entrego, recoge esos amores, que van desde el amor filial hasta el amor colectivo, ese que involucra la lucha contra la explotación y la miseria. Poemas cortos, para leerlos de un solo tirón, saboreando la intensidad social con la que fueron escritos, puesto que yo no creo en la literatura inocua, en aquella literatura, hoy de moda, en la que se amontona palabras rebuscadas, para publicarlas elegantemente y recibir los elogios del sistema; yo creo que la literatura debe ser cuestionadora, solidaria con los desposeídos y esperanzada en un futuro más humano y más justo”.

Ahora, cuando ya pasó el “susto”, quiero agradecer a todos lo que hicieron posible este acto cultural intenso y sencillo: agradecer a Marco Antonio Rodríguez, Presidente de la Casa de la Cultura, y a Fabián Guerrero, Director de Publicaciones, quienes me han brindado su solidaridad y estima. A Ramiro Vinueza, Director del Periódico “OPCION” y a todos mis compañeros, jóvenes periodistas profesionales que, rompiendo la brecha generacional, me han brindado su amistad y respeto.

Mi gratitud a Hugo Jaramillo, poeta de altas dimensiones y hermano de toda la vida, quien, solidariamente, se encargó de presentar mi libro.

Gracias a Fernando Oña, entrañable compañero en el quehacer periodístico que, con su capacidad y firmeza, hizo posible la organización del acto cultural en el que presenté mi libro.

Un agradecimiento especial para todos los músicos que participaron en este acto y que lo convirtieron en una verdadera fiesta de camaradería y solidaridad: gracias Terry Pazmiño y Julián Pontón, hermanos que además de brindarme su amistad, me han acompañado en todas los actos de presentación de mis libros desde hace mucho tiempo, a ellos se agregaron esta vez, Lenin, el hijo de Terry, que hizo un dúo de guitarras con su padre y la soprano Anita Tamayo, una nueva y maravillosa voz.

Mi gratitud a Benjamín Ortega, lojano, ahora residente en Quito, con el que he mantenido una fraternal amistad desde hace muchos años. El nos hizo gozar con su hermosa voz y sus canciones.

Pero quiero agradecer especialmente al Grupo de música popular “Noviembre l5” músicos que ahora, ya con sus cabellos plateados, (los conocí guambras), están cantando mejor que nunca y que nacieron al calor de proyectos culturales entonces revolucionarios, concebidos con Rafael Larrea y Alfonso Chávez, cuando creamos el Centro de Arte Nacional, a finales de los años sesenta. “Noviembre l5” se encargó de realizar un “fin de fiesta” inolvidable.
Especialmente expreso mi gratitud a Pilar Bustos y a Pedrito Herrera, los culpables de que mi libro saliera tan bello: Pilar con sus dibujos de imperceptible y sutil belleza y Pedro que, con su hermosa fotografía, convirtió la portada del libro en un poema.

Y gracias a ese hermoso publico, nuevos y viejos amigos, fraternos como siempre, que llenaron el Aula “Benjamín Carrión” y la hicieron vibrar con su amistad y su cariño.

La Fiesta para celebrar mis ochenta años, ha dado sus primeros pasos con amor y solidaridad.