por Juan Carlos Herrera Tello (*); jcherrerat@yahoo.com

11-7-2011

El 23 de junio último, fuimos sorprendidos por una norma aparecida en el encarte de Normas Legales del Diario Oficial “El Peruano” donde se “Dispone traslado de restos mortales del General Miguel Iglesias, Jefe del Primer Cuerpo del Ejército en las Batallas de San Juan y Chorrillos, a la Cripta de Los Héroes ubicada en el Cementerio “Presbítero Maestro”, y disponen instalar placa que guarde la memoria de héroes del Ejército del Perú, caídos en acción de armas en el Combate de La Pedrera”

El solo título tiene dos incongruencias históricas, la primera es que no se conoce ninguna batalla de Chorrillos, ya que todo aquello que aconteció en el hoy distrito de Chorrillos, se encuentra bajo los acontecimientos ocurridos en la Batalla de San Juan, y la segunda incongruencia es que la Cripta de los Héroes está destinada para todos aquellos que se inmolaron por la defensa de nuestra soberanía en la guerra de 1879.

Si el Presidente de la República y su Ministro de Defensa quieren hacer un reconocimiento a los caídos en La Pedrera, debieron de hacer un obelisco o un mausoleo aparte y no mezclar los acontecimientos históricos. Es conocido que por Ley Nº 24658 fueron enterrados los restos de Alipio Ponce Vásquez héroe de la guerra con el Ecuador en la Cripta, de tal manera que se respetó la jerarquía de normas, y su traslado fue por una Ley y no una Resolución Suprema.

El primer considerando de la Resolución Suprema Nº 254-2011-DE, dice que se “ha constituido una Comisión del Sector Defensa encargada de ejecutar el registro actualizado, así como el reconocimiento, calificación y recomendaciones al Presidente de la República a fin de que se pueda honrar con inscripciones recordatorias o disponer y viabilizar la inhumación, en la Cripta de los Héroes, el Panteón de Los Próceres y otros lugares de significación histórica de aquellos que en austero cumplimiento del deber hazañas o virtudes ofrendaron sus vidas por la Patria o realizaron acciones de gran trascendencia, sea en guerra exterior y/o en beneficio del espíritu moral del país”.

El texto de esta primera parte de la Resolución Suprema, transgrede en lo fundamental sobre “La Cripta de Los Héroes”, ya que este imponente mausoleo ha sido construido para aquellos que se inmolaron en la guerra contra Chile y que la Ley Nº 398 establece con claridad ese fin, al parecer la Comisión recientemente creada, no sabe o no conoce que una Resolución Suprema no puede modificar una Ley. Pero aparte de esto, lo preocupante es que aquél que ha realizado algún acto de trascendencia en beneficio del espíritu moral del país, también puede tener su lugar en este Mausoleo, lo cual nos parece desproporcionado en equiparar, un hecho trascendental de una inmolación heroica, en defensa de nuestra soberanía, con un gesto de austeridad, o por alguna frase o hasta un rezo por nuestra patria.
El segundo considerando es un disparate, ya que la Comisión recomienda al Presidente de la República el Traslado de los restos de Miguel Iglesias, a la Cripta de los Héroes, en su condición de Ministro de Guerra y Jefe del primer Cuerpo del Ejército en las Batallas de San Juan y Chorrillos y vencedor en la Batalla de San Juan, cuyo hijo murió en la defensa de Lima. Es decir perder un hijo en batalla también nos hace merecedores de ser calificados como héroes.

Al margen de lo que ha sucedido con el hijo primogénito de Iglesias, la defensa heroica que éste realizó en su lugar de combate, ha sido siempre calificada de valiente y heroica al lado de los pocos que sobrevivieron con él, pero esto no puede llamarse una victoria, porque Iglesias cayó prisionero y jamás puede ser un prisionero vencedor de una batalla que ha perdido. Es muy posible que los hábiles integrantes de la Comisión hayan tenido un error de orden mecanográfico o de identidad del apóstol al cual son devotos, y la batalla aludida no es San Juan sino San Pablo, donde realmente Iglesias sí fue vencedor.

El tercer considerando es el de rendir homenaje a los héroes del Caquetá, ya que el presente año se cumple el primer centenario de dicho acontecimiento bélico.

La resolución de la norma establece entonces trasladar los restos del vencedor de San Juan, General Miguel Iglesias a la Cripta de Los Héroes y la de instalar una placa en memoria de Pinglo Pinglo y Villalta Luna, héroes de La Pedrera. Sobre este último asunto, estos héroes peruanos debieron ingresar por medio de una Ley al Mausoleo de los Héroes y no por una Resolución Suprema, como ya lo hemos explicado.

Al margen de lo ocurrido en Chorrillos, ya que el Morro Solar estaba siendo defendido por Panizo, lo que ha legado Iglesias a la posteridad peruana es el oprobioso Tratado de Ancón, donde cedemos perpetua e incondicionalmente nuestra riquísima provincia de Tarapacá. El Tratado de Ancón es el símbolo incontestable de nuestra derrota en la guerra sostenida con Chile y es el baldón de los que estuvieron dispuestos a hacerlo realidad.

Otro hecho que nos ha legado Miguel Iglesias es que no obstante haber peleado con denuedo en Chorrillos, al día siguiente de su captura se presenta como parlamentario chileno a fin de dar las condiciones del enemigo para un armisticio, situación parecida a la ocurrida en Arica cuando los chilenos envían a Elmore para pedir la rendición de Bolognesi.

Quitando los calificativos, el General de División Pablo Correa Falen, Presidente de la Legión Cáceres ha dicho que Iglesias fue el Ministro de Guerra de la Dictadura de Piérola, es “el responsable principal del caótico plan de defensa que presentó Lima al invasor chileno. Tuvo más de un año para presentar una adecuada defensa”. ¿Al culpable de la desgracia de San Juan y Miraflores lo queremos honrar en la Cripta de Los Héroes?

Es muy fácil denigrar, calificar con gruesos adjetivos a aquellos que asumieron responsabilidades para la posteridad, pero no nos ponemos en los lugares de aquella generación que se encontraba ante la disyuntiva de no querer firmar algo que llevarán por siempre como una herencia maldita. Caminar por Lima ocupada y ver flamear el pendón del vencedor en nuestros edificios públicos, ver nuestra riquísima biblioteca expoliada, mientras era convertida en caballeriza; ser desmantelada nuestra vieja universidad, usar nuestra moneda resellada con el escudo del invasor, era un oprobio terrible lo que tuvo que soportar no solo Lima sino toda la costa peruana desde Pabellón de Pica hasta Paita. El invasor quería nuestra fuente de riqueza, quería la mutilación territorial, quería Tarapacá y la venta de Tacna y Arica a precio vil.

Jorge Basadre nos dice en su “Historia de la República del Perú” que “Iglesias le pidió (a Lavalle) que no lo abandonara y estaba dispuesto a hacer el sacrificio de todo lo que Chile le obligara a firmar”. Felizmente esto no ocurrió, Lavalle por lo menos en su negociación nos dio la esperanza de recuperar Tacna y Arica, mientras que Iglesias las consideraba perdidas y enajenadas.

Ante esto definitivamente, no podemos honrar a quien asumió su responsabilidad y estaba dispuesto a “todo lo que Chile le obligara a firmar” con tal de eliminar al elemento chileno de nuestro territorio. Miguel iglesias sabía cuál iba a ser su destino, conocía cual era su situación de ese momento y para el futuro, y ese pragmatismo lo dejó para siempre en un lugar de ostracismo y de reflexión para las generaciones de peruanos de lo que se hizo y no se debería hacer.

Aquella triste mañana del 23 de octubre de 1883, Iglesias entra al viejo palacio de los virreyes, totalmente despojado, y al izarse la bandera del Perú la multitud reunida cayó de rodillas en nuestra Plaza de Armas. En su manifiesto Iglesias dijo: “Traigo el hermoso bicolor de la Patria, perdido en los combates de hierro y recobrado, al fin en las luchas no menos gigantescas de la razón y la desgracia”.

Al inaugurarse la Cripta de los Héroes, Alberto Ulloa Cisneros pronunció un hermoso discurso que entre otras palabras dijo. “En medio de tantas desventuras, llenamos el deber de patriotas, y unidos en la misma comunión de entusiasmo, recogimos con la amargura de aquellos desastres el derecho a glorificar a los que rindieron en ellos, noblemente, la vida”

Este párrafo del discurso de Ulloa es la interpretación auténtica del motivo porque se construyó la Cripta. Es decir para glorificar a aquellos que rindieron la vida por el Perú, más no a los que claudicaron.

Ulloa terminó su discurso diciendo: Allí están… bajo la hermosa cúpula con que la Patria orgullosa y agradecida abriga sus sagrados despojos. Inclínense ante ellos las generaciones que llegan. Son el resplandor de la historia y cuando alguna vez se oscurezca el horizonte internacional de la patria, vayan a atesorar sus reflejos para alumbrar con ellos su camino de deber y de sacrificio.”

Es nuestro deber entonces seguir el ejemplo de los peruanos que se inmolaron por la Nación. No podré inclinarme en aquel mausoleo al ver allí a Iglesias al lado de Grau o Bolognesi, el que capituló no puede estar al lado de los héroes. Las palabras de Alberto Ulloa Cisneros deben de volver a ser escuchadas, deben de volver a cobrar vigencia.

Nos deben pues una explicación, no solo ese tal Thorne, como bien lo ha dicho César Hildebrandt, sino aquellos que han conformado la Comisión que ha propuesto este despropósito histórico, es decir el Presidente del Centro de Estudios Históricos Militares del Perú, el Presidente de la Benemérita Sociedad Fundadores de la Independencia, Vencedores del 2 de mayo y Defensores Calificados de la Patria; el Presidente de la Academia Nacional de Historia y el Jefe del Comando Conjunto de las fuerzas Armadas, principales responsables de la tergiversación de la historia.

(*) Abogado