Alto, de tez clara, con un semblante tranquilo, mirada profunda que refleja su experiencia y pasión por lo que hace, son los principales rasgos que caracterizan a primera vista a Enrique Terán, un reconocido investigador ecuatoriano, que desde muy temprana edad se sintió atraído hacia la medicina, pues según nos cuenta, durante su niñez fue muy enfermizo, por lo cual no pudo disfrutarla a plenitud, y en su interior pensaba en que cuando sea grande sería doctor, para curar a los niños y evitar sus padecimientos.

La idea fue madurando con el paso del tiempo, y cuando ingresó a la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Central del Ecuador, fue descubriendo algo nuevo: “poco a poco fui pensando que lo que había que hacer era investigar, y paulatinamente se fue consolidando más la idea, con el apoyo de tutores que habían hecho investigación y que me motivaron, mostrándome que en nuestro país, a pesar de las limitaciones, es posible hacer investigación de relevancia mundial, entonces de ahí fue que tomé la decisión de hacer medicina básica”.

Es así que, desde que estaba en segundo año, empezó a interesarse por la investigación, y conforme iba avanzando su interés sus profesores lo incentivaron, contactándolo con diferentes universidades en Canadá y Londres, donde pudo desarrollar de mejor manera su profesión.

Posteriormente, a su regreso a Ecuador, participó en concursos de méritos y logró ingresar como docente a la Universidad Central. Hoy, con más de 14 años de experiencia como investigador y docente universitario, Enrique se siente contento de poder compartir sus conocimientos con los estudiantes. ”La docencia va de la mano con la investigación, no tiene sentido hacer investigación si uno no comparte lo que hace, si no se fomenta a los estudiantes a vincularse”, sostiene. Además se siente feliz con el apoyo de su esposa Isabel y de sus hijos: Julio, Santiago, Andrés, David, María Agusta: “me considero afortunado por tener una familia espectacular, que me comprende, que siempre me apoya en todas las ideas que tengo y en todas las dificultades; soy feliz con lo que hago, me llena inmensamente el ver publicados mis resultados, así como el conseguir que mis proyectos salgan adelante“.

A pesar de que sus valiosos aportes a la comunidad son motivo de varios reconocimientos, este joven investigador no se salvó de la ola represiva que se vive en la “nueva universidad”, pues por tener criterios diferentes a los del rector Edgar Samaniego, mediante un documento de Consejo Universitario, fue separado de un proyecto de investigación que encabezaba, lo cual ha causado pérdidas a la comunidad científica y a la universidad, pues cuando los proyectos no se concluyen se debe cancelar las garantías. “La actitud del rector me apena mucho, porque uno de los preceptos fundamentales del buen liderazgo es no mezclar lo personal con lo institucional, uno no puede aprovecharse del poder para arremeter contra los que no piensan de igual manera”, dice Terán, quien además argumenta que “él (Samaniego) trata de satisfacer un instinto de venganza, y eso cuando viene de la máxima autoridad es sumamente insano, en corto plazo el resto de la comunidad universitaria se va a dar cuenta de que muchas de las cosas son solo discurso y que está concentrado en cosas que no son importantes para la institución”.

Ante esta clara actitud de persecución, este destacado científico continúa en su proceso de lucha, “estoy seguro que al final se hará justicia y que me dejarán seguir en mi universidad, investigando y dejando su nombre en alto”, concluye, mientras la comunidad universitaria y la opinión pública se pregunta cómo el actual Rector puede vanagloriarse de que la universidad es científica, cuando no promueve la investigación y separa a los investigadores por no pensar de igual manera.