Los eufemismos tan típicos en nuestro castellano pergeñan circunloquios para todas las ocasiones y que a todos nos ha pasado alguna vez. O casi siempre. O es constante en nuestras vidas: la imposibilidad de pagar las obligaciones en fecha o dentro del plazo habitual.

Verbi gracia: ¿quién podría decir que no estuvo a punto que le cortaran el servicio de línea telefónica? Como hoy Movistar ha improvisado eso que llaman tríos o dúos, entonces la cobranza es integral y si usted se demora en el teléfono corre el peligro que le yugulen el cable y le cercenen el acceso a Internet. ¡Ni más ni menos: mocho por todos lados!

No sólo eso. Movistar le cobra la reposición del servicio de línea en teléfono celular la no muy simpática suma de US$ 5. En Nextel si no honra el pago en la fecha del vencimiento (eso de los 8 días para esta empresa no parece importar gran cosa) tendrá luego que abonar US$ 15 para el reintegro de la tan famosa línea. ¡Ni que se diga de encuestas, concursos y solicitudes que aparecen en las pantallitas sin que nadie pida y que de repente aparecen como conceptos en el recibo mensual de los servicios celulares! Al usuario le clavan banderillas sin compasión.

Conozco de personas que viven en la zona sur de Lima y cuando tienen “pequeños problemas técnicos de…….pago” con la luz, la reposición les cuesta casi el 30% del consumo habitual. Lo cual sí parece una contradicción aberrante: ¿cómo cobrarle tanto y abusivamente a gente que obtiene menos ingresos?

Para muchos vivir sin acceso a Internet ya no es un simple accidente, es un bache que puede llegar a tener o representar muy lamentables consecuencias, sobre todo, económicas. El vehículo por excelencia para la oferta, exposición, contrato y resoluciones sobre sus quehaceres camina por la red de redes. Por tanto, quienes perdamos aunque sea momentáneamente el acceso, nos vemos casi como amputados a la mala y sin anestesia. Y todo por el bendito y “pequeño problema técnico…..de pago”.

El castellano peruano abunda en vericuetos, giros y maromas para disimular la lacerante realidad de las circunstancias y la cohonesta de mil y un formas y en todos los segmentos de la sociedad. Desde los guiños y muecas que nos acercan a los monos, hasta los bufidos y gritos pelados que nos emparentan con toros y gorilas, todo vale. Los jóvenes abusan de la frase corta y la deformación indigesta de términos cuyas acepciones son unas pero pretenden significar otras. Fui a comprar el otro día en una bodega una bebida y el dependiente me contestó: “¿cuántas “gacelas” va a llevar?”. Con más de cinco décadas de haber leído buen y magnífico castellano en miles de libros, aprendo que desconocía que a las gaseosas les llaman “gacelas”. O como cuando confunden barrio con “barrunto”. ¡Qué desmadre!

Y la política y la economía no se salvan: “poner en valor”, un paso al costado, sensibilización y adefesios por el estilo que degradan el buen castellano y lo envilecen al punto que la lectura parece prescindible y el estilo de “cortar y pegar” (cut and paste) de que hacen gala no pocos “escritores” se ha vuelto un recurso “moderno”.

No se dice en Perú: bolsillos vacíos, sino “planchados”, “misios”, para denotar la aridez de las faltriqueras y su anemia para afrontar los pagos de servicios.

El humor sin duda, aunque no paga nada, ayuda a superar el mal rato hasta que se consigue el dinero por las buenas vías, para pagar: como no hay para el teléfono, entonces se dice que se tiene: “un pequeño problema técnico….. de pago”.

Por tanto quien pase por mi casa y no vea luz que insista; quien llame y no reciba respuesta que pruebe con los celulares o el timbre de la puerta.

Y, hay que decirlo, si no ven mis muy modestas y habituales columnas por Internet, no es que esté preso por alguno de múltiples juicios. Es que tuve “un pequeño problema técnico…..de pago”.

¿A quién no le ocurrió alguna vez este martirologio?

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