¡Nada más fácil! ¿Qué espera el pleno del Congreso para atender las observaciones formuladas contra la despenalización del delito de difamación que actúa como guillotina contra los hombres de prensa? El ex mandatario Alan García Pérez, pocas antes horas de irse, observó lo que había sido acuerdo de la Comisión Permanente, incurriendo en yerro ominoso. (Ver: ¡Pusilanimidades de peso! http://www.voltairenet.org/Pusilanimidades-de-peso?var_mode=calcul)

Si el pleno del Legislativo levanta las objeciones de fondo y forma, tiene la oportunidad valiosa de reivindicar su fuero, afrontar el duro reto cuestionador de la prensa genuina y mostrar que la construcción democrática tiene en los inquilinos de Plaza Bolívar a un conjunto de hombres y mujeres que no se achican ante el desafío y que asumen a plenitud el encargo popular.

La difamación judicializada por abogados marrulleros y venales siempre es un arma de muy dudosa honorabilidad, que los jueces en un 99% de los casos admiten a proceso y quien posea dinero, influencia, amigotes en todas partes, se lleva la del león por la simple circunstancia que se yugula la libertad del periodista de seguir tratando los temas ríspidos, en supuesto resguardo del “buen nombre” y por ¡quítame estas pajas! cualquier empresa o individuo particular puede llevar a la corte al periodista y se imponen carcelerías y persecuciones. Reza el adagio que la pita se rompe por el lado más débil.

En lugar de preservar el buen nombre de quien se siente agraviado por cualquier bagatela, el periodista es citado, perseguido, hostilizado, premiado con aranceles millonarios para interponer los actos de su defensa y cuando no hay dinero –asunto consuetudinario- se pierde el derecho a contestar. Don Dinero es muy poderoso y compra al peso a funcionarios que no imparten justicia sino venganzas.

El desprestigio del Congreso no es responsabidad de la prensa. La factura de escándalos, tenebrosas conspiraciones, mediocrísimas dinámicas, circos de muy baja calidad, ha sido obra de quienes han integrado el Poder Legislativo desde hace más de 30 años. Cuasi analfabetos, ignaros insolentes, torpes hasta la saciedad, y con excepciones más bien raras, son el trágico resultado de una violenta caída de la calidad ciudadana de sus miembros.

Entre las primeras tareas que debió acometer el Congreso estuvo la despenalización del delito de difamación. La chance brillante de comprender bien y sintonizar de forma eficaz con el pueblo consiste en levantar y pulverizar toda clase de impedimentos ad hoc.

Si así lo acuerda el Pleno, comisiona al Poder Ejecutivo y a su personero máximo, el presidente Ollanta Humala para que promulge un nuevo contrato con la prensa en general. No se trata de una patente de corso para que el irresponsable lenguaraz que habita por todas partes, diga lo que le venga en gana. ¡Precisamente es un compromiso que el periodista asume con estricto apego a la verdad, a la fuente inequívoca e investigada y, por cierto, en interés del bien común y la cosa pública!

Conozco de un caso en que por haber argumentado contra una concesión tramposa, el periodista afronta cinco o más juicios. La vía crucis es abrumadora para quien carezca de buen humor, paciencia y esté huérfano de amigos orientadores, en este caso de abogados honestos que los hay aunque eso pueda parecer algo raro. Los jueces se ensañan con fiereza olvidando que su deber no es el de verdugos sino de simples administradores del equilibrio que la justicia supone y a veces emiten fallos desopilantes. Vergi gracia: a un hombre de prensa le clavaron como “reparación civil” el equivalente de US$ 10 mil dólares. Lo divertido es que si ponen de cabeza a ese ciudadano, no obtendrían más allá del dinero para los microbuses.

¡Es hora de un nuevo trato en que todos participen con la altura que los nuevos tiempos demandan! Con honor y verdad, con lealtad franca y rotunda, los periodistas deben pelear por la despenalización aludida. No hacerlo constituye omisión culposa y vergüenza inocultable.

El señor Abugattás tiene la mesa servida para un acierto que a todas luces le ganaría un mejor manejo en su relación con el periodismo nacional.

¡Atentos a la historia, las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder, el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz!

¡Sólo el talento salvará al Perú!

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