Lo que más recuerdo de miles de alumnos de la cátedra universitaria que profesé en diversidades universidades del país, pero más en Villarreal, es que ¡jamás les vendí una nota! Lo mismo hice como juez penal de Lima: ¡nunca absolví al culpable por precio! No me juzgo ni venal ni prevaricador, aunque a lo que hice algunos llamen “locura” y me tilden de “loco”. En la Corte Suprema, ¡no rebajaría penas a los Colina, si las debo incrementar!

Comoquiera que esa tónica moral debió calar hondo, sin ápice de duda, en mis educandos, me permito transcribir las sentidas expresiones que acabo de recibir de uno de ellos, a quien recuerdo con singular nitidez:

“Estimado doctor: siempre comparto sus artículos de inagotable valor jurídico, con muchos de sus alumnos de la Universidad Villarreal, de paso para que se actualicen con los conocimientos que contienen cada uno de ellos, y para que se enteren así no quieran, de la pobredumbre moral de esos políticos y dizque magistrados "honestos" como Villa Stein y Cía, que apañan a esos delincuentes convictos y confesos, a los que esta prensa rastrera ya los "olvidó” , como si nada hubiera ocurrido, ojalá algún día se reconozca la labor que usted realiza, a través de sus artículos, en pro de la moral pública, sin pecar de adulón, usted representa uno de los pocos hombres de derecho, con una integridad a prueba de todo.

Leo sus excelentes artículos que usted publica, con esa vehemencia, lucidez y valentía que siempre lo ha caracterizado, por ejemplo, el último que escribió en el semanario "Hildebrandt en sus trece" titulado: Megacomisión debió agarrar a Alan por una fe de erratas que costó 208 millones.

Pocos juristas de la calidad profesional de usted, se atreven a escribir ese tipo de artículos sobre nuestro ex presidente y analizar su siempre conducta delictiva, materializada a través de sus "Decretos de Urgencia" que dictaba con fines criminales, como usted tan brillantemente lo explica, con ese conocimiento vasto en derecho penal y principalmente sin medias tintas, como se estila decir las cosas en la parametrada prensa actual. Hasta otro día recordado profesor” (Nicolai Ortiz Suárez).

Muy parcamente contesté: “Muy agradecido Nicolai por sus expresiones, debidas al ayer que nos vinculó”. ¡Cuánto habría querido ser el maestro que él evoca!; por mi mocedad, ya que me hicieron profesor universitario inexperto, apenas al primer año de ser abogado y cuando frisaba los 24, no creo que haya estado a la altura de cualquier normal expectativa.

Nada más oportuno de citar a Luis Jiménez de Asúa cuando me refirió una anécdota que vivió con sus alumnos. Se quejaba de buena fe, que le “pagaban poco, porque enseñaba poco, ya que sabía poco”. Si al profesor le tuvieran que pagar para enseñar lo que no sabe, ¡todo el oro del mundo, no alcanzaría!

El de tal anécdota debo haber sido yo. Por eso mi sueldo mensual de jubilación solo alcanza la diminuta suma de S/. 930.00 nuevos soles. ¡Me retribuyen poco, porque enseñé poquísimo!, aunque de eso haga reminiscencia Nicolai.

¡Ah, trabajé también aparte como abogado y escribiendo libros! ¡Un solo día venturoso llegué a vender 4,000 ejemplares de mi ¡Proceso penal peruano. Mi experiencia judicial!