Un día como hoy, en 1932, estalló, contra una dictadura feroz, sangrienta y ebria de delirio impresionante, la Revolución de Trujillo. Mal avituallado el pueblo insurrecto de esa ciudad norteña se levantó en armas. Y habría de pagar cara su osadía porque el gobierno de Sánchez Cerro ¡bombardeó Trujillo! Hombres y mujeres humildes, hoy les llamaríamos de a pie, participaron en el hecho cuya historia se pretendió negar u obliterar como uno de los sucesos que marcaron a sangre y fuego a una generación que, como la de entonces, entendió al Perú como pasión noble, consagración pura, amor constructor de nuevas y mejores esperanzas. Para los apristas fue el bautizo de sangre. Para otros peruanos, un misterio por décadas y que debe dejar de serlo. Las líneas que siguen constituyen lectura informativa y emocionante. Cuando la devoción a las causas de justicia preside el elan revolucionario, no hay dineros o mercenarismos posibles como ocurre hoy en que los “líderes” políticos sólo actúan como si lo hicieran en una gran contraprestación de servicios, un irónico y dolarizado cuanto que sucio “contrato social”, el denigrante ¡cuánto hay y ése es el precio de sus “valiosas” habilidades! Procuré, años atrás, en una charla en Huacho, http://www.voltairenet.org/article126366.html dar mi humilde interpretación de lo que fue aquella gesta ciudadana que a casi 80 años de su ocurrencia persiste inquietando y cuestionando, hoy más que nunca, a quienes se llaman sus sucesores en el tiempo. Circunstancia puesta hoy en duda porque quienes así lo afirman no saben lo qué dicen, conocen nulamente la historia y no entienden que la política no es vil negociado culpable sino fragua insobornable y edificadora de las mejores voluntades entusiastas de una gran nación, al margen de sus colores o parroquias. Leamos y saquemos juicios, en suma, recordemos qué pasó. (hmr)

Trujillo: La revolución de 1932
por Leonel Berrocal Neciosup;
Profesor de la Universidad Privada Antenor Orrego

Antecedentes

La participación de los laredinos en la gesta heroica de la Revolución de Trujillo en el año de 1932, se debe a dos clases de motivos: a) de carácter social laboral y b) de carácter político. El sentimiento de dolor fue acumulándose generación tras generación por el abuso patronal en las haciendas cañeras de la provincia de Trujillo, en especial en lo que es hoy el distrito de Laredo. El patrón no conocía estos abusos porque no vivía en Laredo, pero éstos eran cometidos por los contratistas, los vigilantes, soplones y algunos malos jefes.

Abusos

El abuso se cometía, primero, porque la gente era analfabeta; segundo, por los contratistas, los que existieron en número de nueve (09); éstos “enganchaban” a la gente de los distritos de las Sierra y los traían a trabajar por tarea de 40 ó 50 metros que debía terminar cada campesino, que ganaba un jornal de sesenta centavos (S/. 0.60) que se pagaba entre los años de 1918 a 1921. El trabajador que no terminaba la tarea, tenía que hacerlo el día siguiente hecho que se le llamaba comúnmente como “calentao”. Esta situación obligaba a que un campesino, trabajase los seis días de la semana, desde las cuatro de la mañana que se iniciaba la formación para agrupar a la gente de campo y repartir las tareas que eran supervigiladas por los capitanes, labor que se suspendía a la hora que se ocultaba el sol, esperando la locomotora para regresar a Laredo; no había otra forma. Si por la zona de trabajo había alguna acequia o sangría con agua, se bañaban, sino tenían que hacerlo en los baños públicos de la hacienda a las 7.30 p.m. hora que retornaban. Como la tarea no se acababa trabajando los seis días, solo recibían de salario semanal la suma de (S/. 1.80) un sol con ochenta centavos lo que desalentaba a los contratados, prometido que ganarían tres soles con sesenta centavos (S/. 3.60). Ante esta situación algunos no soportaban tal abuso y desertaban; retornando a sus pueblos serranos. El contratista, que había recibido la suma de veinte soles (S/. 20.00) por cada hombre; tenía la obligación de mantener la cantidad de palaneros ante la empresa, lo que obligó a buscar los desertores, los capturaban en sus pueblos por el encargado trayéndolos a pie, amarrados delante de las bestias para que continuaran trabajando por el período de contrato que generalmente era seis meses. La oficina de contrata funcionó inicialmente en lo que ahora ocupa el Centro Social para ocupar después, en época de los Gildemeister, el Primer Corredor. Al sistema de contrata le siguió el departamento de Personal.

Esta breve historia ha tenido como fuente de información algunos participantes de la Revolución, dos de ellos muy allegados a la dirigencia del Partido Aprista de Laredo, quienes en el año 2003 cumplen 94 y 100 años, admirables con plena lucidez y elocuencia.

Muchos campesinos que en época de sequía en la sierra no cultivaban sus tierras, venían con sus mujeres e hijos, para trabajar y terminar una tarea diaria, con el objeto de ganar lo prometido S/. 3.60 semanales. Esta condición generó una nueva forma de abuso: el sexual contra las mujeres de los contratados, asunto que se amplió a otros estamentos. También estaba establecido que cuando un trabajador faltaba un día a su centro de trabajo, no ganaba salario toda la semana, sufriendo la familia que tenía que alimentarse, recurriendo al apoyo de algún pariente, de lo contrario tenía que recurrir al uso de la compra de alimentos al crédito, que concedía alguna bodega, cobrando altos intereses en una semana.

El descontento fue acumulándose en los trabajadores obreros y campesinos, palaneros y cortadores de caña, quienes iniciaron sus reclamos. El patrón José I. Chopitea, para disminuir este descontento, a partir del año 1922 aumentó el jornal diario de S/. 1.00 y a S/. 1.20. Para un buen maestro mecánico el jornal era de S/. 2.50, suma considerada muy bien pagado, pasando a ser defensor del patrón.

Entre los años 1919 comenzaron a producirse ciertos reclamos por escrito, sin firma alguna, pliegos que eran enviados bajo la puerta del jefe principal, reclamos que eran redactados por un grupo de quince (15) obreros, entre ellos habían tres que sabían leer y escribir, dos de ellos habían trabajado en las haciendas del Valle Chicama y los otros habían pasado trabajando las 18 hacienditas del Valle Santa Catalina. Todos ellos constituyeron un grupo solidario bajo juramento de muerte al delator, mantuvieron reuniones muy secretas entre los cañaverales o en alguna casa cuidándose de no ser vistos por los vigilantes.

Al trabajador que reclamaba, los vigilantes y soplones los desaparecían, los cogían en la madrugada a la hora de la formación para recibir la distribución de las tareas, se los llevaban, según refieren y eran arrojados a los calderos, de donde no quedaban sino cenizas, que se mezclaba con las del bagazo. Hubo un grupo de 15 trabajadores encabezados por don José De las Rosas Uceda Otoya, que juraron luchar clandestinamente contra esta opresión y abuso; empezaron a matar a los "soplones” que eran manejados por un jefe apellidado Moreno. En Casa Grande el jefe de los vigilantes era Cueto, hombre muy temido, cuando murió nadie acompañó su sepelio. Las reuniones del grupo de los 15, se hacían en las chacras de Conache, otras noches al final de las chacras de La Merced; el Cerro Orejas por Santo Domingo, con ayuda del trabajador Huamanchumo; también el mochero Víctor Sánchez, los Chavines de Santo Domingo y los hermanos Choloques-Valverde que actuaban en Laredo. El patrón logró sobornar a uno de los 15, con muy fuerte suma de dinero y este empezó denunciando a sus amigos fugando hacia su tierra con buen capital. Cuando fueron apresados cuatro de los 15, los otros desaparecieron de Laredo, tres fueron tras los pasos del delator y en la casa de su tierra natal fue asesinado con arma blanca. Los cuatro detenidos fueron acusados de homicidio, siendo llevados a la prisión de Lima y juzgados, pero como no se les probó nada por no hallar el cuerpo del delito, fueron liberados, regresando unos a Laredo otros al Valle Chicama, dando por terminado el juramento.

Abusos políticos

Los trabajadores obreros y campesinos encontraron en el APRA el Partido del Pueblo y unos se afiliaron, otros sólo simpatizaban con su doctrina pero todos pusieron sus esperanzas de reivindicación en los ideales que preconizaba el jefe del Partido, Víctor Raúl Haya de la Torre; por eso en las elecciones generales del año 1930 votaron a favor del APRA; aspiración que se vio frustrada por el fraude electoral que fue víctima el candidato del pueblo, favoreciendo al Crl. Luis Sánchez Cerro, quien fue impuesto por el Partido Unión Revolucionaria o Partido Civilista. Posteriormente se produjo la desafuero de los 27 congresistas apristas, producido el 9 de enero de 1932 y la aprobación de un Decreto Ley por el gobierno dictatorial de Sánchez Cerro, para declarar al APRA fuera de Ley, con el pretexto de hacerlo aparecer como un partido internacional: (Partido Comunista) El 12 de febrero los ex-congresistas constituyentes fueron apresados, detenidos y deportados, iniciándose una feroz persecución contra el Partido y los apristas. Víctor Raúl fue apresado el 6 de mayo y recluido en la cárcel “El Panóptico” en Lima local que con posterioridad fue derruido para dar paso al ahora Hotel Sheraton. Tal acción conmovió al pueblo limeño, produciéndose una manifestación de rechazo y descontento, la policía salió a debelar el movimiento, terminando por apresar a los manifestantes en todo el país; los locales apristas fueron clausurados así como las Universidades Populares Manuel González Prada, el diario La Tribuna y otras publicaciones como Chan Chan en Trujillo.

Estos hechos fueron conocidos y sentidos en Trujillo y en el Valle Chicama, produciéndose malestar y repudio hacia el gobierno dictatorial.

Cuando el gobernante hace uso del exceso de poder, los pueblos protestan y emplean el derecho a la insurgencia civil, consagrado en los derechos de la Revolución Francesa, contra la opresión.

En Laredo, un pequeño grupo de obreros inició reuniones secretas en casa de Priscilio Moya, abuelo de Víctor Moya Obeso, ex-alcalde de El Porvenir, eludiendo a los 20 vigilantes que rondaban los campamentos de la hacienda. Cuando el grupo creció se cambió el lugar a la chacra de Olegario Yépez Herrera, primer Secretario General del APRA en Laredo, quien viajaba a Trujillo llevando maicillo para las fábricas de escobas, tomó contacto con los dirigentes del APRA en la clandestinidad informándose de los preparativos para iniciar una revolución armada contra el gobierno dictatorial y con la finalidad de devolverle al pueblo del Perú, la justicia social y la democracia; que mantenía informado a los apristas laredinos, quienes sin pensarlo se alinearon para participar en la Revolución, pues tenían motivos suficientes, soportado años de explotación laboral.

Conocido en Trujillo, la decisión de los laredinos, el jefe de la Revolución, Manuel “Búfalo” Barreto Risco, viajaba constantemente a Laredo, teniendo muchas reuniones con los apristas obreros y campesinos, designó a Remigio Esquivel como su más cercano lugarteniente; ambos se comprometieron a tomar por asalto el Cuartel O’Donovan de Trujillo dando golpe mortal al dictador y alertando a todo el país, que el pueblo organizado, puede derrotar al opresor. Así se produjo la participación de los apristas laredinos en la Revolución de Trujillo del año 1932, ganándose, por su arrojo y valentía, el nombre heroico de “Los Tigres de Laredo”.

La insurgencia civil de los militantes apristas contra la opresión y la tiranía del presidente de Luis Sánchez Cerro, en el año 1932, se convirtió en la Revolución de Trujillo. Desde que asumió al poder el Crl. Sánchez Cerro, -más que presidente-, se convirtió en fiero perseguidor del APRA y ofreciendo pulverizar a los apristas. En 1931, empezó apresando a Víctor Raúl Haya de La Torre y confinándolo como está enunciado en la cárcel conocida como el Panóptico; siguió privando de la libertad a miles de ciudadanos por el solo hecho de pertenecer al APRA, recluyéndolos en el Castillo Real Felipe del Callao, también en la Isla del Frontón y en Madre de Dios. El diario aprista La Tribuna fue clausurado; todos los líderes fueron deportados enviándolos al destierro en el barco Rímac. El Director y redactores del Diario Norte de Trujillo fueron detenidos y llevados a la cárcel.

Para conseguir trabajo se exigía tener carné de pertenecer al Partido Civilista “Unión Revolucionaria”, que había apoyado a Sánchez Cerro. Todo esto motivó para que la Marina se sublevara en el buque Grau, en donde fueron apresados su comandante y 8 marineros que fueron fusilados. El 24 de diciembre de 1931, en el local del Partido Aprista en Trujillo, el ejército, en plena chocolatada celebrando la Navidad del Partido del Pueblo, decenas de
apristas fueron asesinados, tratando de matar a Víctor Raúl.

Todos estos hechos, motivaron para que los apristas cansados de tanto oprobio, prisión y asesinatos que sufrían se rebelaran y conjuraran una rebelión en el Perú, se designaron a Cajamarca, Caraz; debiendo empezar en Trujillo y el Valle Chicama; es así que se planeó la insurgencia armada encabezada por Manuel “Búfalo” Barreto, cuyo apodo le viene por la copiosa barba que usaba al estilo del actor de las películas del oeste, “Búfalo Bill”. Este
al ver tanta injusticia planeó la Revolución, para lo cual estratégicamente consideró, a la Hacienda Laredo como centro de operaciones, a Remigio Esquivel Diestra, para que entrenara a los trabajadores apristas que querían participar en la contienda junto con Delfín Montoya. Se enrolaron inicialmente 130 hombres maduros y jóvenes valientes sin temor a la muerte. Después se sumaron otros voluntarios.

Es cierto que la Revolución se planeó en Trujillo con la coordinación del Tnte. Crl. Gustavo Jiménez; en Laredo se hicieron los entrenamientos de combate de un grupo considerable de trabajadores obreros de la fábrica y palaneros del campo de la Hacienda bajo el mando de Remigio Esquivel y Juan Delfín Montoya supervigilado por Manuel “Búfalo” Barreto. La Hda. Laredo, en ese entonces pertenecía a la señora Fortunata Heudebert viuda del Ing. José Ignacio Chopitea, quien residía entre Lima y París y la empresa era administrada por un Gerente de nombre Ismael Barúa Urtecho.

Al entrenamiento asistía Manuel “Búfalo” Barreto quien llegaba disfrazado para no ser identificado por los soplones del sargento Cumpa, Jefe del Puesto de la Policía de Laredo. No se tiene referencias dónde se entrenaban, se comenta que era en el desaparecido cementerio de San Carlos y también en la chacra de Olegario Yépez.

Un contingente de 189 laredinos, estuvo listo para el combate a enfrentar al tirano de turno, a luchar por la defensa de la libertad, la democracia y la justicia social; sabían que irían al holocausto, era un viaje sin retorno; pero estaban decididos a ofrendar sus vidas para lograr el bienestar futuro de sus hijos. El día 6 de julio a las 7.00 p.m. en forma silenciosa se despidieron de sus esposas e hijos, de sus padres, quienes estoicamente, soportaron el dolor del sufrimiento al saber que sería la última vez que los verían vivos. La ruta fue el canal de la acequia de la Mochica llegando puntualmente a la hora concertada, entre los 189 hombres que salieron de Laredo. Entre ellos se encontraban 14 licenciados del ejército, que habían servido, precisamente en el Cuartel O’Donovan y conocían los lugares de retén en donde se guardaban los fusiles, ametralladoras, cañones y municiones; todos conocían el terreno.

Y así fue. Salieron de Laredo 189 apristas, armados, con carabinas, escopetas, machetes, palanas, palos y algunos revólveres; no fueron comunistas como los tildó el diario El Comercio del 16 de julio de 1932 (5).

Después del rudo y prolongado combate regresaron solo 160; 27 cayeron en la toma del cuartel, los otros 10 fallecidos fueron trujillanos quienes junto con “Búfalo” y con Víctor Calderón uno de los tantos licenciados del ejército que participaron en la Revolución Aprista de 1932. Años mas tarde Haya de La Torre sostuvo que: “El Ejército es el pueblo con armas”. Los heridos, fueron ubicados después y llevados a Chan Chan para ser fusilados.

En el muro de contención de Mampuesto junto al Cementerio y la toma de la Mochica Baja, conocida como Los Filtros donde termina la Av. Prolongación Santa, aquí esperaron los 187 laredinos, dos se habían torcido el tobillo y se quedaron; de allí, siguieron sigilosamente hacia el cuartel, la mayoría usaban llanques; agazapados silenciosamente pasaron hasta la parte posterior del Cuartel, cubiertos por la sombra de la noche, en la madrugada se pusieron a órdenes del Comando de los jefes de toma del Cuartel. El asalto, se hizo por los cuatro lados; pero el lugar más peligroso y fortificado era la cuadra de infantería, que quedaba cerca de la puerta falsa por lo que esta responsabilidad la asumió “Búfalo” Barreto que debería ser seguido y secundado por Remigio Esquivel con los 187 laredinos. Esperaron la señal ordenada por “Búfalo”, que fue la segunda campanada del reloj de la catedral cuando daba las 12 de la noche.

Entrando los laredinos en acción cuando ya Búfalo Barreto había iniciado el ataque, ingresando al Cuartel cayó pasando la puerta del Pabellón fuertemente fortificado por haberse cambiado la copia de los planos del cuartel que encargaron hacer a un mal aprista, quien se vendió, cayendo “Búfalo” en una trampa herido de muerte. Los soldados sabían del ataque pero no tenían la precisión del día ni la hora. En ese momento llegó la gente de Laredo arremetiendo con fuerza con mucha decisión y coraje, pues para eso se habían preparado, atacando a los soldados que se sorprendieron por el desplazamiento rápido y seguro de los revolucionarios hacia los puntos críticos del Cuartel que ellos conocían en su condición de ex-soldados. Avanzaron sin miedo a la muerte sin más coraza que sus pechos fornidos, forjados en el trabajo heroico y fuerte de las tareas del campo; esta compañía fue la que doblegó, primero a la guardia de la entrada principal del Cuartel bajo el tiroteo recio, duró y cruzado, encarnizado y sangriento que se entabló frente a los defensores del Cuartel, en él murieron militares y civiles, batiéndose ambos grupos valientemente, obteniendo la victoria los apristas merced al arrojo sin límites de los enfurecidos trabajadores laredinos descendientes de la raza mochica ganándose desde ese momento, en esta gesta, el nombre que los hiciera inmortales: “Los tigres de Laredo”. El diario La Industria del 13 julio en su primera página (2), en el que relata la toma del Cuartel sostiene que “entre los asaltantes se encontraba gente venida de Laredo”; La Nación del 8 de julio de 1932, en su página 4, sostuvo(1): “En la toma del Cuartel hubo muchos civiles que vinieron de Laredo”, el mismo diario el 14 de julio en su página 14 sostiene que fueron 500 hombres, el día 15 sólo menciona que fueron gente de Laredo.

Los apristas de Chicago, del Sector I, al mando de Juan Delfín Montoya, habían preparado un camión con un tubo grueso de fierro, a manera de un cabezal, y con el que rompieron la puerta principal del Cuartel ingresando cuando los laredinos ya habían dominado la cuadra del Batallón de Infantería pero no podían salir por el fuego del Batallón de artillería, que disparaba hacia la puerta falsa hasta que fueron dominados por los revolucionarios. Terminado el fuego todos salieron por la puerta principal al rendirse los oficiales del Batallón de Artillería por falta de balas, instante que corrió la voz que Búfalo Barreto había muerto (4). Juan Delfín Montoya resultó herido de bala en la pierna y en el pecho; al igual que otros laredinos que fueron auxiliados por los médicos y hospitalizados, pero días después la Corte Marcial los sentenció a ser fusilados (1). Los sobrevivientes laredinos regresaron a la Hacienda. La Aviación bombardeó Trujillo el 9 de julio, según el Diario La Libertad de fecha 13 de julio: página 2 y 15 de julio (1932) página 4 (3); también lo hizo la Naval con el crucero Grau, así lo confirma La Nación con fecha 21 de julio de 1932 y 28 de julio del mismo año página 6 (1). Cuando el Ejército retomó la ciudad el 11 de julio, empezó la persecución y fusilamiento de los apristas muchos se fugaron a la Sierra, tierra de sus padres para refugiarse allá y salvar sus vidas.

Sin la participación de los hombres de Laredo, en esta gesta, para recobrar la libertad, la democracia y la justicia social, la revolución de Trujillo no se hubiera producido. Por esta acción heroica, cuando Víctor Raúl Haya de La Torre asumió la Presidencia de la Asamblea Constituyente de 1978 le lego el lema: “Gloriosa ciudad de Laredo, honra de la patria”; que se plasmó en la Ley Laredo de 1990.

Santuario del aprismo

Laredo constituye el santuario telúrico del aprismo y un lugar de peregrinación que los apristas de otros lugares deben visitar para que puedan respirar el aire de valentía, lealtad, y amor a las ideas de Víctor Raúl Haya de La Torre, que impulsaron a los tigres realizar el gesto heroico puesto a prueba en la Revolución de Trujillo.

Remigio Esquivel Diestra

El apacible pueblo de Cachicadán lo vio nacer el 20 de noviembre de 1892 en el barrio de la Concepción, siendo sus padres don Nemesio Esquivel Guevara y doña Balsamina Diestra Villanueva, quienes además tuvieron otros hijos llamados: Emilio, Eleazar, Artidoro y Luis. Se bautizó en la Iglesia de Santiago de Chuco el 21 de diciembre del mismo año, encontrándose la Partida de Bautismo en la página 23 del Libro de los años 1892-1893. Después de concluir sus estudios de educación primaria, sus padres lo enviaron a Huamachuco para que continuara sus estudios de educación secundaria en el Colegio San Nicolás, destacando por su disciplina y rendimiento. Cuando terminó su educación secundaria, logró ser contratado como maestro de Educación Primaria para la escuela del pueblo El Huayo de la provincia de Pataz, donde se mantuvo por más de cinco años, regresando a su tierra cada vacaciones de fin de año. Al tener conocimiento que en Laredo
funcionaba un ingenio que producía azúcar y donde había trabajo, pues los jóvenes se enganchaban para ir a trabajar por contrata en esa hacienda; Remigio dejó la Sierra para viajar a la costa con sus conocimientos y su ilusión en busca de prosperidad.

Remigio llegó a Laredo en 1929 y se estableció como macero, compraba reses, carneros y cerdos y en su casa que estaba ubicada al lado izquierdo del antiguo campo de fútbol El Desengaño, tenía un pequeño camal en donde los beneficiaba para ser vendidos al día siguiente, en el mercado en su puesto de venta de carnes que él atendía y años después amplió el negocio con la ayuda de sus hermanos Artidoro y Eleazar. Como en el Huayo se había desempeñado como maestro de educación primaria, en sus horas libres, enseñaba a los niños en su casa que compartía con su primera esposa y sus hijos, que en total fueron cuatro: Rosita Natividad, Eustimia Sarita, Julio y Segundo Remigio.

Al llegar Víctor Raúl Haya de La Torre a Laredo, en su campaña electoral como candidato a la presidencia en el año 1931, pronunció su Plan Programa, que convenció a Remigio, aceptando las ideas del APRA e ingresando a sus filas, como un ferviente y conspicuo militante, que por tener educación secundaria se convirtió en líder y propagador del Plan Aprista.

Cuando se fundó el Partido en Laredo su primer Secretario General fue el mochero Olegario Yépez, quién tenía su chacra donde están ahora las calles Chiclayo, Lambayeque y Grau, en ella sembraba maicillo para hacer escobas. Remigio rápidamente aprendió la doctrina aprista, constituyéndose en el maestro del Partido en Laredo, transmitiendo a la juventud la buena nueva para los trabajadores manuales e intelectuales, esto le valió ser elegido Secretario General en 1932, siendo un líder que iba de casa en casa, por todas las calles enseñando el credo de ese entonces. Conquistó más adeptos para la causa del APRA, llegando a la conciencia y al corazón del pueblo, en especial de los obreros que trabajaban en la Hacienda, entre los que se encontraba Benito Herrera quien se desempeñaba como ayudante de mecánica en el taller general; también estuvieron sus hermanos Artidoro y Eleazar Esquivel venidos de Cachicadán, con ayuda de Remigio, abrazando la doctrina de su hermano mayor.

Remigio tiene la talla epónima del nivel de “Búfalo” Barreto por su valentía puesta a prueba de balas; maestro de escuela, que le permitió saber apertrecharse y cubrirse de las balas en la toma del Cuartel O’Donovan, saliendo ileso; tan pronto como terminó el tiroteo a las 7 a.m.

Los licenciados del grupo de revolucionarios laredinos después de la rendición de los oficiales del cuartel, los llevaron a la Plaza de Armas con varios cañones, los que fueron emplazados frente a la Prefectura junto al Arzobispado y la Catedral (1), dándole 15 minutos al Prefecto para que se rindiera, izó una bandera blanca saliendo de la prefectura que fue tomada por los revolucionarios a las 10.30 a.m.

El mismo jueves 7 de julio al mediodía Remigio Esquivel con otros laredinos entre los que se encontraban don José Uceda, que sobrevivieron a la toma del Cuartel de Trujillo, llegaron a Laredo, trayendo la noticia del triunfo de la revolución, mostrando varios fusiles que traían al ristre en sus hombros; al llegar a la puerta de la Iglesia, el Sargento Cumpa de la Policía le salió al frente disparando a diestra y siniestra contra los revolucionarios, lo que motivó que
Esquivel alzara su fusil, apuntó y de un certero disparo le hizo soltar el fusil al Sargento, perforándole la mano derecha; fue esto lo que amilanó al Sargento Cumpa y a los policías, que saltaron las paredes del local policial por la parte posterior, pasando al local de las oficinas de la Hacienda Laredo, solicitando protección al Gerente de ese entonces don Ismael Barúa Urtecho, padre del Ing. Gastón Barúa Lecaros. Ante esta situación el Gerente intercedió ante los revolucionarios comandados por Remigio Esquivel y José Uceda Otoya, quienes insistentemente le pedían que entregue a los policías, a lo que Barúa se negó, llevándolos a la Iglesia donde los encerró entregándolos a la custodia del cura. Por la tarde los prisioneros fueron trasladados a la Cárcel de Trujillo.

Al día siguiente, Remigio bajó a Trujillo para ubicarse en su puesto de combate en la Portada de la Sierra que comprendía el fundo “El Palomar”. Cuando una Sección del Regimiento de Infantería N° 7 ingresó por la Huaca del Sol, siguió por el Palmo hoy calle Arequipa para ingresar a Trujillo por la calle Unión de la Portada de La Sierra; se encontró con la Trinchera de este lugar a la que la derrotaron (1); el aprista Alejandro Vereau fue apresado y en una confusión escapó y en su huida se encontró con un camión bajo el mando de Remigio Esquivel, con 10 hombres de entre los que se encontraban Olegario Yépez Herrera transportando un cañón de artillería. Cuando ya era de noche, Vereau los guió hacia la Trinchera de la Portada de La Sierra enfrentándose con la tropa en un encarnizado combate que se inclinó a favor de los apristas con el apoyo de un grupo que comandaba Gregorio Piscoya; haciendo que los soldados retrocedieran y huyeran dejando sus armas; pero antes habían herido gravemente a Remigio Esquivel, quién presentaba casi completamente destrozado el hombro por el impacto de una bala de ametralladora y también en la cadera, siendo llevado al local de la Casa Iturregui para ser atendido por la Cruz Roja; como se le tenía que sacar la bala, el día 11 de julio lo internaron en el Hospital de Belén; de donde el 18, fue sacado a empellones, subido a un camión y trasladado a Chan Chan para ser fusilado, no sin antes exclamar: “Y porque no decirlo: que sepa el pueblo y que sepan mis hijos que si muero, muero por una causa justa”. Fueron tantos los muertos, en Chan Chan que los cadáveres de los fusilados no habían podido ser sepultados y estaban casi a flor de tierra, siendo devorados por los perros vagos y por los buitres, que conocemos con el nombre de gallinazos. Despejado el peligro, después de 10 días Artidoro, el hermano menor de Remigio, que también salió ileso de la toma del cuartel, fue a Chan Chan pero no pudo reconocer el cadáver de Remigio. Artidoro fugó hacia su tierra: Cachicadán en donde hasta el año 2003, vive con su familia, recordando los años de entrega de la vida por un ideal como lo hicieron los “Tigres de Laredo”.

Después de cuatro días de dominar la ciudad, el día 11 de julio se produjo la huída de los revolucionarios, desde la ciudad de Trujillo al verse superado por el Ejército; lo hicieron en un contingente de 180 hombres fuertemente armados con los fusiles ametralladoras y frazadas que se capturó en el cuartel, un pequeño grupo optó por ir a Cartavio para refugiarse en Sumanique, un pequeño centro poblado, donde fueron protegidos y cuidados por los macheteros; a los más numerosos los acompañó Agustín “Cucho” Haya De La Torre cuando pasaron por Laredo, tres miembros del grupo, se quedaron porque eran laredinos y allí tenían sus familias, otros también estaban en la misma condición pero prefirieron no arriesgar y continuaron en su fuga hacia la sierra con dirección a las jalcas de Cajabamba, donde se dispersarían trabajando en las haciendas. Conforme iban pasando por los pueblos, los lugareños cerraban sus puertas por temor al verlos armados, pero los revolucionarios les explicaban que ellos los iban a defender y lo que querían era comida, para alimentarse. Por Otuzco el grupo se redujo a 50 hombres, que portaban las medicinas, que habían obtenido del Cuartel, la posta médica y de la farmacia Española, que estaba en la esquina de las calles Ayacucho y Gamarra; fueron repartiendo a los jefes de los caseríos, ganándose confianza y
aceptación para ser escondidos y protegidos entre los lugareños; la gran mayoría continuó la travesía hasta Huamachuco sin detenerse, para no ser avistados por la Policía y el Ejército al mando del Mayor Dongo que los perseguía sin poder encontrarlos (2). Cuando comenzó el descenso de la cordillera y divisaron Cajabamba, se dispersaron en parejas, previamente iban delante dos de ellos sin armas para lograr contactos con la finalidad de ser ayudados con alimentos y su ubicación en cada hacienda sin entrar a la ciudad; sólo así pudieron burlar a la Policía que les perdió el rastro. Cuando pasaron nueve meses comenzaron a bajar de uno en uno; pero la gran mayoría se quedó. Uno de los que regresó y se fue a Paiján por ser natural de ese lugar, fue don José De Las Rosas Uceda Otoya; años después regresó a Laredo a trabajar en la Hacienda de Gildemeister, jubilado, y que el 27 de agosto de 2003, cumplió 100 años de edad en su sano juicio quién nos proporcionó esta información.

Otro grupo, continuó por la ruta hacia el Marañón perdiendo contacto con ellos. Todos optaron nombres falsos para no ser identificados.

Cuando el Gobierno dominó la situación revolucionaria en Trujillo, al enterarse que desde Laredo vinieron los que tomaron el Cuartel; el ejército se dirigió a la Hacienda y de casa en casa fueron sacando a los apristas y a todos los jóvenes inocentes los que fueron subidos a un volquete lleno de laredinos, siendo llevados a Chan Chan donde fueron fusilados, sin juicio alguno y dejando en la orfandad a cientos de niños.

Algunos nombres se han podido identificar, siendo la gran mayoría los que quedan en el anonimato. Doña Paula Barreto y don José Uceda refieren; que Alejandro Namay, después de la revolución, se refugió en la chacra de Collantes, junto al cementerio San Carlos, Adán Barreto Cruz, murió en combate junto con Manuel Ledesma y Cayetano; Julio Miñano capturado por la policía y fusilado, el estudiante de secundaria Demetrio Herrera también fue
fusilado y su cadáver fue enterrado en Laredo.

La preparación del caldo de gallina que se repartió a los laredinos que salieron para la toma del Cuartel estuvo a cargo de las señoras Carolina Villavicencio y María Sánchez. Doña Emperatriz León de Pretell fue una dama laredina, madre de don Lucho Pretell, y hermana de doña Felicita Alva León fue una dirigente social de muchos quilates, la segunda Presidenta Femenina del Club Unión Laredo y valiente militante del APRA, siendo detenida después de la revolución y amenazada de muerte si no denunciaba a los laredinos que habían participado
en la toma del Cuartel, recibiendo siempre la respuesta negativa a los esbirros del Gobierno dictatorial.

María Luisa Obregón Sarmiento: luchadora social

Como una figura mitológica, descrita por antiguos dirigentes del Partido Aprista Peruano, entre los que se encontraba el c. Alfredo Tello Salavarría, quien estuvo en el epopéyico asalto y toma del Cuartel O’Donovan, conocí el nombre de María Luisa Obregón Sarmiento, en el año 1964 cuando integrábamos el Comando de Acción Regional del Norte del P.A.P.; posteriormente el escritor Guillermo Thorndike en su libro El Año de la Barbarie, cita a María Luisa Obregón, como una laredina que participó en la toma del Cuartel del Ejército de Trujillo. La describe como la única mujer que actuó en esa gesta; joven, robusta, morena, dando la impresión de ser de raza negra. Don Mariano Alcántara La Torre, también la cita en su libro: “Arte y Revolución”: Trujillo 1932, página 94 (6), como una de las líderes que continuaron la brega en la Revolución; en efecto el lunes 11 de julio por la mañana en una improvisada trinchera colocada en la Plazuela El Recreo de la calle Progreso, hoy Pizarro, fue María Luisa Obregón que se enfrentó disparando una ametralladora, logrando impedir el avance de la tropa al mando del Mayor Benvenutto el que retrocedió para continuar por la calle Bolívar, con el objetivo de capturar la Prefectura, poniendo fin a la Revolución al mediodía (4).

Don Alfredo Tello la conoció, pues ella no fue una mujer cualquiera. Se cultivó dentro del Partido. Su juventud y espíritu de justicia, la empujó a enrolarse muy joven en las filas del partido: en la FAJ, cuando era estudiante del Colegio Hermanos Blanco más conocido como Belén. La mayoría de los dirigentes del año 1932 que también participaron en la acción heroica de la Revolución perdieron el rastro de María Luisa. La desinformación provino, porque ellos tuvieron que salir huyendo presurosos de Trujillo, para evitar ser detenidos y fusilados después que el Batallón Nº 11, adicto al Gobierno, llegó de Cajamarca y recuperó la ciudad.

María Luisa Obregón Sarmiento, nació en Lima, el 16 de febrero de 1909. Su madre fue laredina, doña María Sarmiento Merino, su padre se llamó Luis Obregón; doña María quedó viuda y en segundas nupcias se casó con don Alejandro Pastor, padre de Alejandro Pastor Sarmiento, el único hermano de María Luisa. En Lima, cuando doña María fue abandonada por su esposo en el año 1915, volvió a su tierra querida de Laredo. María Luisa tenía 6 años. Vivió en la calle La Merced en casa de don Agustín Corcuera, padre de José María Corcuera en la segunda cuadra, luego pasó a vivir en la primera cuadra de la misma calle. Después de largo tiempo pasó a residir en Galindo donde trabajaban los tres en el campo: María, María Luisa y su hermano Alejandro hasta 1917 que pasaron a la Hacienda Santa Rosa, donde permanecieron por los años 1922 y 1923 en la casa Nº 19. Al año siguiente cambió su residencia a Trujillo, primero en la calle Suárez del Barrio Chicago soportando las lluvias del año 1925 y finalmente en la calle Gamarra en la cuadra sétima, en el callejón de don Andrés Callegari, donde alquiló el último departamento de ese solar junto al pozo de agua, en la época que Trujillo no tenía agua potable; callejón que ahora ocupa el Hotel Turismo. Después de haber efectuado sus estudios en Belén; María Luisa aprendió el oficio de sastre y era una experta chalequera y pantalonera. Trabajaba por obra. Por las noches a partir del año 1931 se dedicó al Partido del Pueblo, apoyó la candidatura del jefe Víctor Raúl Haya de la Torre, convirtiéndose en la mensajera más joven, de las ideas de Haya de la Torre, pues tenía sólo 20 años; transformándose en una potencia de lideresa juvenil. Dejó la FAJ y pasó a pertenecer al Buró Femenino del Partido, donde por su juventud, su entusiasmo, su buena presencia, sus estudios y su entrega total, le permitieron destacar y llegar a ocupar el cargo de Sub Secretaria de Organización del Buró Femenino del Comité Ejecutivo Departamental (CED) de La Libertad.

María Luisa tenía una estatura de 1.68 metros; era de raza mestiza, de tez clara y de buena envergadura física, llenita, muy fuerte y sana; tenía mucho carisma. Su vida fue: su trabajo y su partido, nada más se interponía ni tuvo sentido en ella. Tenía fe plena en las ideas de Víctor Raúl. Así fue formándose, auto culturizándose, escuchando las conferencias de los líderes mayores. El local del partido que quedaba en la cuadra quinta de la calle Independencia, donde funcionó años después, primero el Asilo de Ancianos, después la Cooperativa de Ahorro y Crédito Santo Domingo de Guzmán, hasta que se vendió el local para ser ocupado ahora por la Cooperativa de Ahorro y Crédito “Juan XXIII”; era una colmena de personas, adultos, jóvenes y niños, donde todos los que concurrían, aprendían algo nuevo: especialmente de democracia, justicia social, educación y cuidados de la salud.

Pasadas las elecciones fraudulentas el Partido Unión Revolucionaria conocido como el partido Civilista apoyó al Crl. Sánchez Cerro, éste se convirtió en enemigo gratuito del Partido del Pueblo de Víctor Raúl quizá presionado por la oligarquía.

Para celebrar la noche buena de la Navidad del año 1931, María Luisa, junto con otras compañeras antes de las 11 de la noche, fueron a buscar más pan, porque lo que se tenía en el local no iba a alcanzar para atender a la multitud que se había congregado esa noche, la gestión retrasó su retorno al local del Partido. Este hecho permitió que ella no estuviera en el momento en que la tropa del ejército, asesinó sin motivo alguno y arteramente, a decenas de
apristas en su propio local, en su casa, cuando en paz se habían reunido para celebrar la Navidad; el objeto era asesinar al jefe c. Víctor Raúl Haya de La Torre; que por suerte fue avisado del movimiento de la tropa del ejército retrasando su llegada al local del Partido. El acto criminal despertó al león dormido del pueblo trujillano; la mayoría descendiente de las razas aguerridas de los mochica chimú, para que se levantaran en armas el 7 de julio del año 1932. En la madrugada de ese día tomaron por asalto el Cuartel, siendo María Luisa la única mujer, que participó en la batalla. Su valentía se puso a prueba de balas, junto a Manuel “Búfalo” Barreto, Alfredo Tello, Víctor Calderón, Remigio Esquivel, Delfín Montoya y a los valientes Tigres de Laredo. Estuvo primero en el combate y después curando las heridas de los apristas, dándoles fuerza y valor; y también reconociendo a los compañeros fallecidos en este acto revolucionario. Después de esta gesta por la noche, en la casa de María Luisa Obregón, se celebró el triunfo de la toma del Cuartel, y se brindó con una taza de café que preparó su madre, doña María.

Todas las vituallas, frazadas y armas tomadas del Cuartel fueron a parar en la casa de María Luisa en la calle Gamarra; para ser distribuidas a los apristas que tenían que esperar, en la zona de la Floresta, al Batallón Nº 5 que venía de Lima, y había desembarcado en Salaverry el 9 de julio; el Batallón no debía entrar a Trujillo, esa fue la consigna caiga quién caiga. El Batallón tuvo que retroceder hasta el puerto totalmente a tiro limpio, con coraje y valor,
sobresaliendo los jóvenes del Club Carlos Tenaud, los Tigres de Laredo y otros de Chicago.

A partir del día 9, hasta el 10 de julio, María Luisa comandó el equipo de la preparación de la olla común aprista, para dar alimentos a todos los compañeros que empuñaban un fusil. Recorría diariamente todas las casas de Trujillo junto con la negra Agripina Mimbela, recolectando menestras, arroz, carne y especies para que las cocineras estuvieran bien abarrotadas de alimentos. Fue la encargada de la distribución, a los diferentes puntos de la
defensa de la ciudad, y preparados en la Casa Iturregui, el que ahora es el Club Central, en época que ofició de Subprefecto Revolucionario el c. Silva Solís y Agustín “Cucho” Haya de la Torre como Prefecto.

En ese mismo día, el Batallón N° 5, se abrió en dos grupos: uno por la portada de Huamán y otro por la Huaca del Sol, y la Hacienda Santa Rosa, para atacar y entrar por la calle Unión; una compañía continuó por la calle Ayacucho y la otra siguió por la calle Olaya, ahora Av. España, hasta llegar a la calle Francisco Pizarro, para ingresar por la Plazuela El Recreo y hasta allí llegaron y no pudieron avanzar más porque fueron repelidos por el intenso fuego de
ametralladora manejada por la joven laredina María Luisa Obregón; los soldados tuvieron que retroceder y volver por la calle Bolívar porque por Pizarro era imposible pasar. Los compañeros de María Luisa la elogiaron por su valor y coraje para enfrentar a los soldados (4).

Cuando el batallón N° 11 de Cajamarca entró por Mansiche a Trujillo a punta de tiro de cañones, ametralladoras y fusiles, se enfrentaron a los revolucionarios apristas, quienes defendieron la ciudad, con sus vidas, pero el mejor avituallamiento y número de soldados permitió que fueran abatidos, batiéndose valientemente en sus trincheras. Numerosos compañeros murieron en defensa de la libertad, la democracia y la justicia social, valores guiados por la estrella del APRA.

La madre de María Luisa intuyendo el inminente peligro que corrían sus hijos, María y Alejandro menor de edad, la convenció para dejar la ciudad el 11 de julio por la tarde. Tuvo que deshacerse de las vituallas que habían quedado en casa, obligándose a arrojarlas al huerto de la casa del chino Lee Kin Po que quedaba a la espalda del cine Popular hoy Ayacucho y en un cuarto de la casa de don Andrés Callegari que se encontraba vacía; enterraron algunos fusiles los que fueron encontrados años después por la policía, creándole tremendo problema al señor Callegari de origen italiano pero como tenía doble nacionalidad no lo detuvieron. La familia revolucionaria fugó con dirección a la Hacienda Santa Rosa, llegando a la casa de la familia Noriega en donde les dieron un vaso de leche a cada uno para después seguir su camino, por los cañaverales, con dirección a Barraza llegando por la noche a Laredo. Allí se informaron que entre los dirigentes apristas que estaban buscados figuraba María Luisa Obregón, por lo que se vieron obligados a seguir su camino al día siguiente por Santo Domingo Quirihuac (el viejo) Menocucho, hasta llegar a Pedregal a la casa de Moisés Solórzano, conocido con el sobrenombre de “pico dulce” por su costumbre de hablar mucho, quién tenía una posta o pensión. Allí se dieron cuenta que las alpargatas, que eran unas zapatillas de lona con base de cabuya, se habían desgastado con el caminar y las plantas de los pies de la mamá tenían ampollas. En este recorrido los acompañó Santiago Vásquez. En esta posta se quedó trabajando María Luisa ayudando en el restaurante. La mamá con su hermano Alejandro Pastor y Santiago Vásquez, al día siguiente, continuaron su camino hacia Otuzco. Santiago Vásquez se despidió y quedó en Otuzco, su destino era la hacienda Nambuque. Alejandro se fue a La Cuesta a la familia Contreras. La mamá había regresado a Trujillo en un camioncito de ese época.

Pasaron algunos meses y Alejandro regresó a Pedregal a ver a su hermana María Luisa en la posta de Solórzano quien no daba un plato de comida gratis, por lo que Alejandro tuvo que oficiar de cortador de leña. Meses después cuando en Trujillo hubo calma, la mamá viajó a Pedregal para informarles a sus hijos de las malas nuevas, ambos habían sido sentenciados a muerte, por lo que eran buscados los dos: María Luisa y Alejandro, con quienes a pie fueron a Galindo a la casa de su tía María Paredes donde permanecieron un mes para retornar a Laredo. Alejandro Pastor Sarmiento, hermano de María Luisa, ingresó a trabajar en el Taller General de la Fábrica de Azúcar de propiedad de la viuda del Ing. José Ignacio Chopitea; en esta empresa conoció a Teófilo Calderón quien le confirmó que eran buscados por la policía, Alejandro tomó el nombre de “Félix Rodríguez”.

La madre les llevaba desde Trujillo la propaganda aprista, Chan Chan en su pañolón, en la época de la clandestinidad, época en la que María Luisa permaneció oculta. El APRA había sido declarado fuera de la Ley, hasta el año 1933 cuando asumió la presidencia Oscar R. Benavides quien levantó la proscripción del Partido, volviendo a funcionar con normalidad abriendo de nuevo su local central en Trujillo. Los dirigentes comenzaron a retomar la conducción del partido, y en 1933, se desempeñaba como Secretario General del Comité Ejecutivo Departamental de la Libertad don Daniel Hoyle Ríos, hombre probo dedicado a la agricultura y ganadería; tenía su casa en su fundo Los Manguitos que ahora es la calle Mantaro y las Av. Del Ejército, Santa y Rímac. Todo ese tiempo María Luisa permaneció en Laredo activando y capacitando a los compañeros de esa hacienda, hasta que decidieron volver a Trujillo, para reincorporarse a la dirigencia del Partido.

Con su trabajo tesonero, entusiasta, llena de vitalidad, conocimiento y juventud carismática, María Luisa tenía 22 años, llegó a ser elegida Sub. Secretaria General del Buró Femenino de CED de la Libertad, su trabajo en la juventud femenina fue exitoso, logrando que creciera la militancia femenina aún cuando todavía quedaba el temor por los fusilamientos que ocurrieron por el sector de Mansiche, ahora ocupado por el Hospital Regional y en Chan
Chan.

Sensible deceso

Cuando todos esperaban seguir contando con el permanente entusiasmo de unir y hacer crecer las filas del aprismo trujillano, muy en especial, en el sector femenino; sobrevino un accidente automovilístico fatal que causó la muerte a María Luisa Obregón cuando tenía 22 años de edad. Una noche cuando regresaba a su casa de Laredo, después de asistir a una sesión secreta del Comité Ejecutivo Departamental, el automóvil que la traía de Trujillo chocó violentamente contra un riel que estaba bien plantado en el borde de la carretera frente a la ex Portada Trujillo, a la entrada de Laredo, falleciendo instantáneamente a causa del golpe que sufrió en la cabeza al estrellarse contra la luna parabrisas. Llevada a Trujillo los médicos del Hospital de Belén nada pudieron hacer con su ciencia para detener que la muerte arrebatara la vida de ésta joven dirigente y luchadora social.

Falleció el 22 de noviembre de 1933 causando mucho dolor, congoja y pesar; su sepelio se realizó el 24 al que concurrió toda la dirigencia de Trujillo, el Valle Chicama, Laredo y la militancia aprista, que a partir de las 11 de la mañana condujo desde el local del Partido hacia el Cementerio Miraflores en hombros de hombres y mujeres; todo Trujillo la acompañó con las notas de la canción aprista “Paso a paso a los caídos”. La multitud derramaba lágrimas, de congoja, de dolor y de lealtad. Junto al féretro: acompañaron el Grupo de la Cruz Roja, la brigada deportiva “Los búfalos” y los sobrevivientes de la Revolución Aprista del 7 de julio del año 1932.

A continuación se inserta lo que comentó el periódico Acción Aprista, el día 25 de noviembre de 1933, sobre el entierro de María Luisa Obregón:

Murió María Luisa Obregón

El fallecimiento de María Luisa Obregón, Subsecretaria Femenina del C.E.D., ha vestido de luto a los apristas trujillanos. Fue la c. Obregón un ejemplo auténtico de mujer aprista, toda entusiasmo, toda fe, toda valentía y abnegación. Participó entre las primeras en la gesta militar de julio de 1932.

Sufrió persecuciones y prisiones. Conoció la miseria. Pero mantuvo, en todo instante y por sobre toda contingencia, la integridad de su credo y la firmeza de su convicción.

Un accidente automovilístico le cortó la vida cuando ya estaba reincorporada, al Partido del Pueblo, a la vida legal. Ella ha muerto como debe morir todo aprista: cumpliendo su deber.
Ayer por la mañana se verificó el sepelio de sus restos. La ceremonia fue de veras imponente y puso en evidencia cómo se la quería y cuánto se la admiraba.

Acompañaron sus restos más de tres mil apristas y delegaciones de los Comités de Sector de Trujillo, del Distrito de Laredo, de la Cruz Roja y de la brigada deportiva de “Búfalo”.

Presidieron el duelo, junto a la madre de la c. muerta, los miembros de los Comités Ejecutivos Regional del Norte y Departamental de La Libertad. En el Cementerio hablaron destacando la personalidad de la c. Obregón, las cc. Matilde de Pérez Treviño, por el C.E. R del N.; Elena Aguirre, por el C.E. D.; Graciela Iparraguirre de Campos, por el Comité de Laredo y Ana Bazán, por el Club Defensor Taller de Laredo. Hicieron también uso de la palabra el c. Joaquín Canales, en representación del Comité Aprista Juvenil; José Ulloa, en nombre de los “búfalos”, y Daniel Hoyle, Secretario General del C.E.D.

En seguida insertamos la sentida oración del c. Hoyle:

“c. Luisa Obregón

Virgen aprista por excelencia, pura, abnegada, valiente y fervorosa. Tú que cultivaste nuestra fe y esperanza, tú que no dudaste, tú que diste tu afán y tu fatiga, tú que no desesperaste, tú que libraste batalla, y salvaste heroicamente tu vida, tú trujillana, es decir, aprista, romana y espartana, tú que sufriste, tú que lloraste, tú que siendo primavera te vas cuando clarea la aurora.

c. Luisa Obregón

Virgen aprista por excelencia, pura abnegada, valiente y fervorosa: recibe nuestro adiós y nuestra congoja” “Acción Aprista”, hace un alto de emoción en sus páginas para sumarse al
homenaje que el pueblo de Trujillo rindió ayer a la esforzada luchadora. Y señala su vida como ejemplo.

Descansa en paz

Luisa Obregón Sarmiento, reposa en la eternidad, en el nicho N° 103 del pabellón San Nicolás del Cementerio Miraflores. El nicho está sellado con una lápida mandada confeccionar por su madre, protegido por vidrio sostenido con un marco de madera. En el nicho de su lado izquierdo, se encuentran los restos de Domingo Navarrete T. con quien mantiene un diálogo permanente para continuar fortaleciendo las filas del Partido desde el infinito, más allá de las estrellas, como lo dijo el cachorro Manuel Seoane, al instaurar el día de la fraternidad.

Referencias bibliográficas

1.- Diario La Nación de Trujillo
Fechas: 8,14,15,16,17,18,19,21,22,28 de julio de 1932

2.- Diario La Industria de Trujillo
Fecha: 8,11,13,16 y 27 de julio de 1932

3.- Diario La Libertad de Trujillo
Fechas: 13,14 y 15 de julio de 1932

4.- Diario El Norte de Trujillo
Fecha: 7 de julio de 1934

5. Diario El Comercio de Lima
Fecha: 16 de julio de 1932

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