Izquierda: Jean Ziegler relator especial de las Naciones Unidas para el derecho a la Alimentación y autor de esta nota. Derecha: Kofi Annan, Secretario General de la ONU.
Foto de Jean Ziegler por:
© Foto Agencia IPI, Sandro Cruz.

En el amanecer de este nuevo milenio, 1,500 millones de seres humanos sobreviven con un ingreso menor a un dólar por día. La Tierra reboza de riquezas pero aun así 828 millones de hombres sufren en permanencia de desnutrición llevando a la invalidez. Otros 31 millones de personas han muerto el año pasado de hambrunas que eran previsibles. En Ruanda, la esperanza de vida no pasa de 40 años, contra 79 en Suiza. En Níger, un tercio de niños mueren antes de alcanzar la edad de cinco años. Treinta y cuatro millones de personas en el mundo, entre ellas numerosos niños, sufren del SIDA, de los cuales 24,5 millones viven en África, donde las terapias cuestan lo mismo que en París o Nueva York, por consiguiente fuera del alcance de los agonizantes africanos.

En este nuevo sistema de discriminación, de "apartheid planetario", los ricos se convierten rápidamente más ricos y los pobres en miserables. Una cifra: en 1960, el 20 % de los habitantes más ricos de la Tierra disponían de un ingreso medio anual de 31 veces superior al 20 % de los habitantes más pobres del planeta. En 1999, el ingreso del 20 % de la población más rica era 83 veces superior al 20 % más pobre. La diferencia no cesa de crecer. El mismo año, el 16 % de la población mundial consumió el 69 % de todos los bienes y servicios producidos en el mundo durante el año 1999. Actualmente somos 6 mil millones de seres humanos de los cuales 4,200 millones viven en uno de los 122 países llamados en desarrollo. Se calcula que de los 220 nacimientos por minuto en la Tierra 197 tienen lugar en un país del Hemisferio Sur. Muchos de ellos, como lo dice el filósofo francés Régis Debray son "crucificados de nacimiento".

La guerra contra la pobreza extrema debe constituir hoy la tarea absoluta y prioritaria de toda política internacional. Pero en la elección de estrategias, dos campos se enfrentan. En el primero encontramos principalmente la Organización Mundial del Comercio (OMC), el Banco Mundial (BM), el Fondo Monetario Internacional (FMI), los grandes bancos de negocios y las sociedades multinacionales así como los gobiernos de los países más poderosos del mundo (Grupo G-8).

En el otro grupo, las grandes ONGs internacionales que agrupan las fuerzas vivas de la sociedad civil de los países del Norte, los gobiernos más lúcidos y visionarios del Tercer Mundo y la UNCTAD (organismo de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo) fundado por Che Guevara y Bouteflika en 1964 para defender los intereses de los países del Sur.

Las posiciones defendidas por cada campo son diametralmente opuestas. El primero defiende una posición neoliberal dogmática: sólo un mercado planetario unificado con movilidad total de capitales, de servicios, de patentes y de mercancías puede garantizar un crecimiento de la riqueza general. Este campo exige una integración más rápida de las economías del Sur en el mercado capitalista mundializado. El FMI y los bancos de negocios tienen la fuerza y el dinero. Sus armas de presión son los programas de ajuste estructural y la presión de la deuda externa. A sus ojos, toda política voluntarista y social es una aberración: no sirve que a paralizar la mano invisible del Mercado, según ellos, sólo un mercado planetario integrado puede asegurar el crecimiento económico. Ellos repiten hasta la saciedad, que un día este crecimiento económico aprovechará a todos, incluso a los pueblos más pobres.

Los defensores del Tercer Mundo invocan al contrario la "mundialización por abajo", la frase es de Rubens Ricupero, antiguo ministro de finanzas del Brasil, actual Director de la UNCTAD. Según él, los países más pobres tienen necesidad de protección y no de integración como prioridad. Sus deudas externas son mortíferas. La movilidad sin control del capital ha conducido a catástrofes como la de Tailandia, Indonesia y Malasia en 1997 y Brasil en 1998, países a la merced constante de grandes especuladores financieros internacionales sin escrúpulos. El proyecto de Impuesto Tobin, (nombre de un economista y Premio Nobel) especie de "peaje" sobre las operaciones financieras de cambio debe frenar esta movilidad de capitales especulativos y alimentar un fondo internacional para financiar las infraestructuras de los países menos favorecidos.

¿Porque mundialización por abajo? Contrariamente a los padres fundadores de la UNCTAD, Ricupero no cree en la capacidad de resistencia de los Estados del Sur. Contra la dictadura del capital financiero mundial es necesario crear una nueva alianza entre los pueblos del Sur y las fuerzas vivas del Norte, ONGs tales como Vía Campesina, la Confederación Campesina de Francia, Greenpeace, Jubileo 2000, Amnistía Internacional, ATTAC, etc.

A mediados de Julio del año 2000 se realizó la vigésima cuarta sesión extraordinaria de la Asamblea General de las Naciones Unidas en la sede europea de Ginebra, bajo el lema "Desarrollo social para todos a la hora de la Mundialización". Su objetivo oficial: tomar las medidas necesarias capaces de "reducir a la mitad la parte de la población mundial que vive en un estado de pobreza extrema antes del año 2015". Se esperaba con impaciencia el programa de acción preparado por el Secretario General de la ONU Kofi Annan. La decepción ha sido tan grande como la espera. Con voz monótona, Kofi Annan presentó un documento reproduciendo los más duros y despiadados dogmas del neoliberalismo norteamericano. Citaciones tales que: "Los países en desarrollo deben aprender a utilizar sus recursos en el momento oportuno". ¿El Estado tercermundista como un motor de desarrollo? ¡¡¡Impensable!!! Annan prosigue: "Ellos (los países del Tercer Mundo) no deben consagrar sus recursos públicos a actividades donde el sector privado está mejor situado para desarrollarlas". Además añade: Es conveniente ofrecer "un ambiente propicio a los negocios...para aprovechar al máximo las inmensas ventajas y posibilidades que ofrece la mundialización". ¿Y qué hay de los grandes y torpes errores cometidos por el FMI, reconocidos por ciertos economistas de ésta misma institución?. Ni una sola palabra.

El Programa de Kofi Annan es avalado por el Banco Mundial, el FMI y la OCDE (Organización de Cooperación y Desarrollo Económico bajo el cobijo de los estados industriales).

Asistí a la conferencia de prensa final de la cumbre de Ginebra. Bajo los decorados oscuros del techo de la sala llamada del Consejo, en el primer piso del Palacio de las Naciones Unidas, Annan apareció seguido de una fila de dirigentes del Banco Mundial, del FMI...norteamericanos en su mayoría. Después de algunas palabras de bienvenida dirigidas a la prensa mundial reunida, se paró, rechazando toda pregunta y se marchó. Fueron los señores de Washington que tuvieron que afrontar las protestas y preguntas de los periodistas. De esta manera, los principales responsables del descarado fracaso de las actuales estrategias llamadas de desarrollo, proponían una vez más los nuevos remedios !

¿Porqué esta posición incomprensible de Kofi Annan en momentos tan cruciales para determinar las estrategias de resistencia de las naciones pobres y desfavorecidas en los próximos 15 anos? Konrad Raiser, Presidente del Consejo Mundial de Iglesias, en una carta abierta, denuncia "la abdicación de la independencia de las Naciones Unidas". Según él, este Programa es "únicamente un ejercicio de propaganda para las instituciones financieras internacionales". Otras críticas son más severas.

"¿Annan?... no es más que un mercenario norteamericano", escribe con estilo lapidario Mario Luis Lill del Movimiento de Campesinos Sin Tierra del Brasil. Yo no soy de esa opinión. Kofi Annan es un hombre simpático, inteligente, de gran dignidad. Si hoy día aparece prisionero de la lógica del capital financiero mundializado y de las sociedades multinacionales occidentales, es por una simple razón: su reelección en 2001 para el puesto de Secretario General no estaba asegurada. Los rivales y anhelos eran numerosos. Un rumor recorría los salones y los corredores de las Naciones Unidas: ningún Secretario General ha gozado más de dos mandatos consecutivos. Además, el mandato del Secretario General es primeramente y esencialmente atribuido a un continente. De 1992 a 1996, el puesto ha sido ocupado con distinción por el egipcio Boutros Boutros Ghali. El ghanés Kofi Annan lo sucedió. El continente africano ha tenido su oportunidad en la Secretaría General y Annan no puede ser reelegido. Cualquiera que fuese la fuerza del argumento y el nombre del nuevo presidente de los Estados Unidos (W. Bush Jr.ganó las elecciones en noviembre 2000 ndlr.), este año, una cosa es segura y cierta: una eventual e hipotética reelección de Kofi Annan dependerá mucho del consentimiento de los señores de Washington. Ahora, a estos señores no les importa en nada la exclusión de los pueblos más pobres por la mundialización triunfante.

Del simple punto de vista electoral, Kofi Annan ha hecho demostración de un gran realismo.