La noche del miércoles 4 de septiembre se encontraban reunidos en las oficinas de Unicom Sergio Molina y otros funcionarios, de pronto ingresó Oscar Guisoni, director de programación, y dijo muy orondo: "ya lo jodimos a Morales Dávila... le hemos cortado su intervención". Sergio Molina se puso pálido y le dijo que se fuera a su casa, un rato después lo llamó y le comunicó muy sutilmente que ya no se aparezca por el canal. Molina se dio cuenta que se venía un terremoto en Canal 7.

Al día siguiente, los diputados del MAS -y de todos los partidos, inclusive el vicepresidente Carlos D. Mesa tuvo palabras muy duras- pusieron el grito en el cielo, denunciaron la censura y pidieron la cabeza del director del canal y de otros funcionarios, a quienes consideraban culpables del complot.

Fuentes del MAS comentaron que todo el pataleo había sido coordinado por uno de los asesores más cercanos de Evo Morales, Iván Iporre. Lamentablemente el asesor no presentó desde el primer momento argumentos sólidos, seguramente por desconocimiento y porque al final sonaba más bonito y más demagógico pensar en una conspiración contra los indios. En realidad, parece que no hubo complot ni mano negra, sólo un "mal hábito".

El equipo que hoy dirige la Unidad de Comunicaciones es prácticamente el mismo que operó (los asesores gringos eran los jefes) en la campaña electoral lo que los medios llamaron la "Guerra Sucia". Guisoni resultó ser un pupilo aventajado en esas lides. Era el encargado de difundir en los medios todo tipo de informaciones, muchas verdaderas y otras falsas sobre los candidatos del MIR y la NFR, principalmente. Pero en su afán de embarrar a los contendientes de Goni, Guisoni actuaba bajo el mando de Sergio Molina y del primer yerno de la nación, Mauricio Balcázar, quien ahora también tiene oficina en Unicom. Los artífices de la "Guerra Sucia" siguen operando juntos, ahora ya desde los cómodos sillones del poder. Lamentablemente, Guisoni siguió con su espíritu de "guerrero sucio", sin darse cuenta de que ya no estaba en campaña. Los malos hábitos son difíciles de erradicar.

¿Y Toto Arévalo? Fue el sujeto pasivo de esta pequeña historia. Claro, los colegas periodistas le tomaron las cuentas por sus antecedentes y por su "falta de ética" -así lo dijeron- al aceptar el cargo de director de canal 7, mientras era dueño y gerente general de su propio canal; en el que, dicho sea de paso, no sabe qué hacer para salvarlo de la ruina. Al final tuvo que irse con harta pena -su sueldito era suculento-.

Como diría Sabina, a Toto y a Guisoni el cargo les duró lo que duran dos peces de hielo en un wisky on the rocks.