Buenas noches. He pedido este espacio de tiempo para
mantenerlos a ustedes informados de las acciones de Norteamérica en la
guerra al terrorismo. Hace cerca de dos años, luego de los mortales
ataques contra nuestro país, comenzamos una campaña sistemática contra
el terrorismo.

Estos meses han sido una época de nuevas responsabilidades,
sacrificio, determinación nacional y gran progreso. Norteamérica y una
amplia coalición actuaron primero en Afganistán, al destruir los
campamentos de adiestramiento del terrorismo y desalojar al régimen
que protegía a al-Qaida.

En una serie de incursiones y acciones en todo el mundo, cerca de dos
tercios de los líderes de al-Qaida que se conozca han sido capturados
o muertos, y continuamos siguiéndole la pista a al-Qaida. Hemos puesto
al descubierto los grupos de fachada del terrorismo, hemos decomisado
cuentas terroristas, hemos tomado nuevas medidas para proteger nuestro
territorio nacional y hemos descubierto dentro de Estados Unidos
células que estaban a la espera de ser activadas.

Y actuamos en Iraq, donde el régimen anterior patrocinaba el
terrorismo, poseía y usaba armas de destrucción en masa y durante 12
años desafió las claras demandas del Consejo de Seguridad de las
Naciones Unidas. Nuestra coalición cumplió con estas demandas
internacionales en una de las campañas militares más rápidas y humanas
de la historia. Durante una generación que culminó en el 11 de
septiembre de 2001, los terroristas y sus aliados radicales atacaron a
personas inocentes en el Mediano Oriente y más allá de él, sin encarar
una respuesta sostenida y seria.

Los terroristas llegaron a convencerse de que las naciones libres eran
decadentes y débiles. Y se envalentonaron, al creer que la historia
estaba de su parte. Desde que Norteamérica extinguió los incendios del
11 de septiembre, guardó luto por nuestros muertos y fue a la guerra,
la historia ha dado un vuelco.

Hemos llevado la lucha hasta el enemigo. Vamos haciendo retroceder la
amenaza terrorista a la civilización, no en las orillas de su
influencia, sino en el centro de su poderío. Esta labor continúa.

En Iraq, ayudamos al pueblo de ese país, que sufrió durante tantos
años, a construir una sociedad digna y democrática en el centro del
Mediano Oriente.

Juntos vamos transformando un lugar de cámaras de tortura y fosas
comunes en una nación de leyes e instituciones libres. Esta empresa es
difícil y costosa, pero es digna de nuestro país y esencial para
nuestra seguridad. El Mediano Oriente se convertirá en un lugar de
progreso y paz, o será un exportador de violencia que cobrará más
vidas en Norteamérica y en otras naciones libres.

El triunfo de la democracia y la tolerancia en Iraq, en Afganistán y
más allá sería un grave revés para el terrorismo internacional. Los
terroristas prosperan con el apoyo de los tiranos y los resentimientos
de los pueblos oprimidos. Cuando los tiranos caen y el resentimiento
cede su lugar a la esperanza, los hombres y mujeres de todas las
culturas rechazan las ideologías del terrorismo y se entregan a la
búsqueda de la paz.

Donde quiera que la libertad se arraigue, el terrorismo se retirará.
Nuestros enemigos entienden esto. Saben que un Iraq libre estará libre
de ellos — libre de asesinos y torturadores y policía secreta. Saben
que a medida que la democracia surja en Iraq, todas sus ambiciones
odiosas caerán como las estatuas del ex dictador.

Y esa es la razón por la cual, cinco meses después de que liberamos a
Iraq, una colección de asesinos trata desesperadamente de socavar el
progreso de Iraq y hundir el país en el caos. Algunos de los atacantes
son miembros del viejo régimen de Saddam, que huyó del campo de
batalla y ahora combate en las sombras. Algunos de los atacantes son
terroristas extranjeros, que han llegado a Iraq para proseguir con su
guerra a Norteamérica y las otras naciones libres.
No podemos estar seguros de en qué medida estos grupos actúan juntos.
Sabemos que tienen una meta común, recuperar a Iraq para la tiranía.
La mayoría, aunque no todos estos asesinos, opera en una zona del
país. Los ataques de que ustedes han oído y leído en las últimas
semanas han ocurrido predominantemente en la región central de Iraq,
entre Bagdad y Tikrit, el que fuera bastión de Saddam.

El norte de Iraq se encuentra en general estable y avanza hacia la
reconstrucción y el gobierno propio. Las mismas tendencias son
evidentes en el sur, a pesar de los ataques recientes de grupos
terroristas. Aunque sus ataques son localizados, los terroristas y los
leales a Saddam han hecho mucho daño.

Han emboscado a militares norteamericanos y británicos, que defienden
la libertad y el orden. Han matado civiles y trabajadores de ayuda de
las Naciones Unidas, que representan la compasión y la generosidad del
mundo. Han bombardeado la embajada jordana, el símbolo de un país
árabe pacífico. Y la semana pasada asesinaron a un clérigo respetado y
más de un centenar de musulmanes que oraban, al bombardear un lugar
sagrado y un símbolo de las enseñanzas pacíficas del Islam. Esta
violencia no va dirigida sólo contra nuestra coalición, sino contra
cualquiera que en Iraq tome partido por la decencia, la libertad y el
progreso. En estos ataques hay algo más que ira ciega. Los terroristas
tienen una meta estratégica.

Quieren que dejemos Iraq antes de que nuestra labor se complete.
Quieren debilitar la voluntad del mundo civilizado. Antes, los
terroristas citaban los ejemplos de Beirut y Somalia, y decían que si
los norteamericanos sufrimos daños, rehuiremos el desafío.

En esto, se equivocan. Hace dos años, le dije el Congreso y al país
que la guerra al terrorismo sería una guerra larga, una clase
diferente de guerra, librada en muchos frentes y en muchos lugares.
Iraq es ahora el frente central.

Los enemigos de la libertad montan allí una desesperada resistencia, y
allí deben ser derrotados. Esto llevará tiempo y requerirá
sacrificios. Sin embargo, haremos lo que sea necesario, gastaremos lo
que sea necesario para lograr esta victoria esencial en la guerra
contra el terrorismo, para promover la libertad y hacer más segura
nuestra nación. Norteamérica ha hecho antes esta clase de trabajo.

Luego de la Segunda Guerra Mundial, levantamos a las naciones
derrotadas de Japón y Alemania y las apoyamos mientras creaban
gobiernos representativos. Dedicamos a esta causa años y recursos. Y
ese esfuerzo ha sido reembolsado muchas veces en tres generaciones de
amistad y paz.

Con el mismo espíritu — en bien de ellos y en bien de nosotros —
Norteamérica acepta hoy el reto de ayudar a Iraq. Nuestra estrategia
en Iraq tiene tres objetivos: destruir a los terroristas, reclutar el
apoyo de otras naciones en favor de un Iraq libre y ayudar a los
iraquíes a asumir la responsabilidad de su propia defensa y su propio
futuro. Primero, emprendemos acción directa contra los terroristas en
el escenario iraquí, lo cual es la manera más segura de impedir
ataques futuros contra las fuerzas de la coalición y el pueblo iraquí.

Nos mantenemos a la ofensiva, con una serie de ataques precisos contra
objetivos enemigos, guiados de modo creciente por datos de
inteligencia que nos dan ciudadanos iraquíes. Desde el fin de las
principales operaciones de combate, hemos llevado a cabo incursiones
para capturar muchos depósitos ocultos de armas enemigas y cantidades
masivas de municiones, y hemos capturado o muerto a centenares de
leales a Saddam y terroristas.

Hasta ahora, de los 55 ex líderes iraquíes más buscados, 42 han muerto
o están en custodia. Enviamos un mensaje claro: cualquiera que trate
de causar daño a nuestros soldados puede saber que nuestros soldados
les están dando caza. Segundo, nos hemos comprometido a expandir la
cooperación internacional en la reconstrucción y seguridad de Iraq,
tal como nos hemos comprometido en Afganistán.

Nuestros comandantes militares en Iraq me informan que la cantidad
actual de tropas norteamericanas — cerca de 130.000 efectivos — es
apropiada para su misión.

Se les unen más de 20.000 militares de otros 29 países. Dos divisiones
multinacionales dirigidas por los británicos y los polacos, sirven
junto a nuestras fuerzas y, para compartir la carga de un modo más
amplio, nuestros comandantes han pedido una tercera división
multinacional que preste servicios en Iraq.

Algunos países han pedido una autorización explícita del Consejo de
Seguridad de las Naciones Unidas antes de comprometer tropas en Iraq.
He ordenado al secretario de Estado Colin Powell que presente una
nueva resolución del Consejo de Seguridad que autorizaría la creación
de una fuerza multinacional en Iraq, a ser dirigida por Norteamérica.
Reconozco que no todos nuestros amigos concordaron con nuestra
decisión de poner en vigor las resoluciones del Consejo de Seguridad y
desalojar del poder a Saddam Hussein.

Pero no podemos permitir que diferencias anteriores interfieran con
las obligaciones actuales. Los terroristas han atacado en Iraq a
representantes del mundo civilizado, y oponerse a ellos debe ser la
causa del mundo civilizado. Los miembros de las Naciones Unidas tienen
ahora una oportunidad — y la responsabilidad — de asumir un papel
más amplio para asegurar que Iraq se convierta en una nación libre y
democrática.

Tercero, alentamos la transferencia ordenada al pueblo iraquí de la
soberanía y la autoridad. Nuestra coalición llegó a Iraq como
libertadora y partirá como libertadora. Ahora mismo, Iraq tiene su
propio Consejo de Gobierno, que comprende 25 líderes que representan
los diversos pueblos de Iraq.

El Consejo de Gobierno nombró recientemente ministros de gabinete para
dirigir los departamentos del gobierno. Más del 90 por ciento de las
poblaciones y ciudades tienen ya en funciones gobiernos locales, los
cuales van restableciendo los servicios básicos. Ayudamos a entrenar
las fuerzas de defensa civil para mantener el orden, y un servicio de
policía iraquí para ejecutar la ley, un servicio de protección de
instalaciones, guardias fronterizos iraquíes para ayudar a asegurar
las fronteras, y un nuevo ejército iraquí. En todas estas funciones
hay ahora sobre las armas unos 60.000 ciudadanos iraquíes, que
defienden la seguridad de su propio país y aceleran el entrenamiento
de otros más. Iraq está listo para dar los próximos pasos hacia el
gobierno propio.

La resolución del Consejo de Seguridad que presentamos alentará al
Consejo de Gobierno de Iraq a someter un plan y un calendario para la
redacción de una constitución y la celebración de elecciones libres.

Desde el comienzo he expresado confianza en la capacidad del gobierno
iraquí de gobernarse a sí mismo. Ahora él debe ponerse a la altura de
las responsabilidades de un pueblo libre y asegurar los beneficios de
su propia libertad.

Nuestra estrategia en Iraq requerirá nuevos recursos. Hemos llevado a
cabo una evaluación exhaustiva de nuestras necesidades militares y de
reconstrucción en Iraq, y también en Afganistán. Pronto someteré al
Congreso un pedido de 87.000 millones de dólares. La solicitud cubrirá
las operaciones militares y de inteligencia en curso en Iraq,
Afganistán y otros lugares, que esperamos costarán 66.000 millones de
dólares el próximo año.

Esta solicitud presupuestaria apoyará también nuestro compromiso de
ayudar a los pueblos iraquí y afgano a reconstruir sus propias
naciones, luego de décadas de opresión y desgobierno. Proveeremos
fondos para ayudarlos a mejorar la seguridad. Y los ayudaremos a
restablecer los servicios básicos, tales como el suministro de
electricidad y agua, y a construir escuelas, carreteras y clínicas
médicas.

Este esfuerzo es esencial para la estabilidad de esas naciones y, por
lo tanto, para nuestra propia seguridad. Ahora y en el futuro
apoyaremos a nuestras tropas y mantendremos la palabra empeñada con
más de 50 millones de personas de Afganistán e Iraq.

Posteriormente este mes, el secretario Powell se reunirá con
representantes de muchas naciones para discutir sus contribuciones
financieras a la reconstrucción de Afganistán. El mes próximo,
mantendrá una conferencia similar de financiamiento para la
reconstrucción de Iraq. Europa, Japón y los estados del Mediano
Oriente, todos se beneficiará con el éxito de la libertad en estos dos
países, y deberían contribuir a ese éxito.

El pueblo de Iraq emerge de una larga prueba. Para ellos, no habrá
regreso a los días del dictador, a las miserias y la humillación que
él infligió a ese país bueno. Para el Mediano Oriente y el mundo, no
habrá regreso a los días del miedo, cuando un tirano brutal y agresivo
poseía armas terribles.

Y para Norteamérica, no habrá regreso a la era anterior al 11 de
septiembre de 2001 — a la falsa sensación de seguridad en un mundo
peligroso. Hemos aprendido que los ataques terroristas no los causa el
uso de la fuerza; los invita la percepción de la debilidad. Y la
manera más segura de evitar ataques contra nuestro propio pueblo es
entrar en combate con el enemigo allí donde vive y planea.

Hoy combatimos a ese enemigo en Iraq y Afganistán, para que no lo
encontremos otra vez en nuestras propias calles, en nuestras propias
ciudades. La carga más pesada de nuestra guerra contra el terrorismo
recae, como siempre, en los hombres y mujeres de nuestras fuerzas
armadas y en nuestros servicios de inteligencia. Han eliminado las
amenazas que se cernían sobre Norteamérica y nuestros amigos, y esta
nación se enorgullece de sus logros increíbles. Agradecemos su
destreza y valor, y sus actos de decencia, que han mostrado al mundo
el carácter de Norteamérica. Rendimos honores al sacrificio de sus
familias. Y estamos de duelo por cada norteamericano que ha muerto tan
valientemente, tan lejos del hogar.

Los norteamericanos que aceptan correr un gran peligro en el
extranjero comprenden la gran causa en la que están involucrados. No
hace mucho recibí una carta de un capitán de la 3ra. División de
Infantería en Bagdad. Escribió acerca de su orgullo al servir una
causa justa, y acerca del profundo deseo de libertad de los iraquíes.
"Lo veo", dijo, "aquí cada día en los ojos de la gente hambrienta.
Están hambrientos de libertad y oportunidades". Y concluyó: "Pensé que
a usted le gustaría recibir una nota de la `primera línea de la
libertad’". Ese capitán del ejército, y todos nuestros hombres y
mujeres que sirven en la guerra contra el terrorismo, están en la
primera línea de la libertad.

Y quiero que cada uno de ellos sepa que su país les agradece, y su
país los apoya. Conciudadanos: durante estos últimos 24 meses hemos
sido puestos a prueba, y los peligros no han pasado. Pero los
norteamericanos responden con valor y confianza. Aceptamos las
obligaciones de nuestra generación. Somos activos y resueltos en
nuestra propia defensa. Servimos la causa de la libertad, y esa es la
causa de toda la humanidad.

Gracias, y que Dios siga bendiciendo a Norteamérica