En 10 años Felipe Quispe pasó de ser dirigente del Ejército Guerrillero Túpac Katari al principal representante nacional aymara en el Congreso boliviano. Desde el 11 de septiembre la política oficial promovida por los EEUU y sus aliados en el mundo consiste en una arremetida frontal contra todos aquellos que son tildados de «terroristas».

Algunos movimientos armados se han salvado de tal persecusión cuando han decidido iniciar negociaciones de paz. Tal es el caso del Ejército Republicano Irlandés (IRA), cuyo asociado político, el partido Sin Feinn, se ha convertido en el principal vocero electoral de la minoría republicana y católica de Irlanda del Norte, así como la fuerza electoral que más ha crecido en las últimas elecciones en el sur de dicha isla. El hecho que asociados al IRA lleguen a detentar 2 de los 10 ministerios de Irlanda del Norte así como la alcaldía de Belfast, la capital de dicha región, es mostrado como un ejemplo a seguir para todo movimiento que quisiera pasar de ser considerado "terrorista" para reinsertarse en el sistema demo-parlamentario en medios de economías que aceptan la globalización neoliberal.

A las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia se les habría ofrecido la posibilidad de optar por el camino de sus amigos norirlandeses, pero ahora se las estaría insertando en la lista de "terroristas" punnibles junto a Bin Laden. Al Ejército de Liberación Nacional de dicho país aún les dejan abiertas las puertas para que se puedan reabsorver en el sistema de la misma manera como el M-19 lo hizo.

Un caso distinto a ambos extremos lo constituye el antiguo Ejército Guerrillero Túpac Katari (EGTK) de Bolivia. Esta ha sido la principal insurgencia guerrillera que ha conocido Bolivia desde la del Ché Guevara en 1967-68. A inicios de los 90 se pensaba que, debido a su insersión en las comunidades campesinas, podría convertirse en una versión aymara de las fuerzas que en el Perú irrumpieron con el senderismo.

El EGTK no ha buscado incorporarse a los gobiernos, como ha sido el caso de los republicanos norirlandeses o del M-19 colombiano, y tampoco ha abandonado su discurso revolucionario radical. No plantea un "acuerdo de paz" como el jefe senderista Abimael Guzmán. Es más, Felipe Quispe, sigue manteniendo su frontal oposición al sistema. Él llama a destruir a la República boliviana y a que las comunidades andinas no reconozcan a ésta a la par que deben conformar un Estado paralelo con sus respectivas fuerzas armadas, autoridades y símbolos. Quispe ha renunciado a colocar bombas sobre torres eléctricas o ha hacer lo que él llama "expropiaciones" contra empresas y la prensa simplemente le califica de robos armados. Pero mantiene su irreconciliable oposición a la democracia parlamentaria y al sistema de libre mercado.

Quispe fue apresado en 1992. Durante 5 años estuvo en la cárcel sentenciado como terrorista. Ha denunciado cómo él y varios de sus camaradas fueron torturados por el gobienro del llamado Acuerdo Patriótico entre el MIR y ADN, y luego del MNR. Para estos partidos el EGTK era un grupo terrorista cuya erradicación era esencial para prevenir el naufragio de la democracia boliviana. En 1997, Quispe salió libre gracias a la presión de diversas marchas aymaras e inmediatamente después, se convirtió en el nuevo secretario ejecutivo de la poderosa Confederación Sindical Unica de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUCTB). Ello implicó un viraje por parte de la central campesina boliviana, la cual estuvo liderada por caudillos campesinos que generalmente eran proclives a cogobernar con partidos nacionalistas moderados. Quispe fundó el 2001 el Movimiento Indio Pachakuti (MIP), el mismo que acaba de convertirse en el principal portavoz electoral del nacionalismo aymara.

El proyecto de Felipe Quispe

En las elecciones generales del 30 de junio el MIP quedó tercero en el Departamento de La Paz donde sacó 156,000 votos (17.74%) ganando en 5 de las 15 circunscripciones electorales de éste. El discurso de Quispe es netamente confrontacional. Abiertamente se identifica solamente con los indígenas pues cuestiona a los blancos y mestizos. Repudia todas las instituciones republicanas y dice que entra al parlamento para minar Bolivia por dentro. Su objetivo es reconstruir el Kollasuyo donde las comunidades campesinas (ayllus) hagan un socialismo basado en el trueque y no en el mercado. Él quiere que las comunidades indias se auto-gobiernen y elijan sus propias autoridades impidiendo el ingreso de las autoridades estatales, la policía y el ejército. La tricolor boliviana debe ser sutituida por la wiphala. Quispe, quien se consideraba marxista, ahora constantemente ora ante las montañas (apus), la madre tierra (pachamama) y otros dioses cósmicos pre-hispánicos. Quispe está expresando el desenvolvimiento de un nacionalismo aymara radical.

Los dos millones de aymaras se encuentran alrededor de la cuenca de lagos del altiplano. En el Perú son mayoría en el populoso departamento de Puno y también hay enclaves en el norte chileno. Sin embargo, su principal reducto está en el departamento más importante y poblado de Bolivia, La Paz. Los aymaras se distinguen por su lengua y aspectos raciales de los quechuas, y reinvindican al Tiawanaco y los reinos kollas previos al incario. Una de las tendencias de la globalización consiste en que diversas minorías nacionales buscan hacer frente a la uniformización cultural proestadounidense del planeta volviendo a incidir en sus culturas tradicionales. Los nuevos nacionalismos étnicos expresan el deseo de contar con sus propios mercados y autogobiernos para poder insertarse mejor en la globalización de las economías y sistemas estatales. El nacionalismo aymara de Quispe es el más radical que ha surgido dentro de las nacionalidades originarias americanas. Es incluso más contestario que el de los quechuas ecuatorianos o de los zapatistas de Chiapas.

Originariamente el EGTK provenía de las Ofensivas Rojas, un grupo clandestino que se reinvindicaba como marxista y leninista ortodoxo surgido en los años 80. Esta organización producía varias veces al mes folletos donde acusaba al resto de la izquierda de renegar de Lenin, pues buscaban insertarse en el entonces gobierno de la Unidad Democrática Popular (1982-85), entraban al "circo electoral" o se negaban a impulsar una huelga general activa insurreccional. En algún momento llegaron a tener un discurso fuertemente obrerista y a dirigir o influir varios sindicatos mineros contando con presencia significativa desde Milluni hasta el norte de Potosí. Sin embargo, Quispe fue dejando de lado el marxismo ortodoxo para retomar al indigenismo del cual provenía. A fines de los ’70 Quispe había impulsado el Movimiento Indio Túpak Katari, del cual saldrían algunos cuadros que terminarían apoyando a la derecha e incluso a la junta militar de 1980-82.

La sombra de Fausto Reinaga

El teórico del indianismo boliviano, al cual Quispe ahora reinvindica, es el prolífico Fausto Reinaga, autor de numerosos libros donde propone que los indígenas quechuas y aymaras deben tener su propia religión y cosmovisión opuesta a todas las variantes de occidente (desde liberales hasta marxistas). En la izquierda se ha acusado a Reinaga de haber acabo apuntalando a la derecha militar contra los trabajadores. Para la derecha boliviana reinaga incentiva el odio racial. El proyecto de Quispe puede paracer utópico a distintos sectores. Para los partidarios de las democracias de mercado no es posible en esta época retornar a sistemas de autosuficiencia y trueque, los mismos que evitan salir de la pobreza y son anacrónicos. Para los marxistas los reinos precolombinos eran formas de explotación de clase más primitivas que las traídas por los europeos y, en vez de retroceder a inviables formas de producción, lo que correspondería sería transformar a la clase obrera en la cabeza de la nación para poder ir a la socialización moderna de los medios de producción.

Mientras el centro y la derecha ve a los indianistas como divisionistas de la nación boliviana que promueven el caos y resentimientos raciales, para la izquierda obrerista éstos quieren anular al proletariado como clase independiente para hacer que se divida según razas y se anule en medio de una coalición dirigida por la pequeña burguesía. El Movimiento Al Socialismo (MAS), que se ha convertido en la segunda fuerza electoral, está cercano a Quispe, pero su discurso es distinto. El MAS quiere mantener Bolivia reformándola promoviendo una mayor intervención estatal en la economía de mercado. Para el MIP la derecha, el centro y la izquierda tradicionales son occidentales y blancoides, y no entienden ni pueden entender a la cultura milenaria de los aymaras que siempre han sigo marginados desde hace más de 500 años.

La polarización que viene

El nacionalismo radical aymara dará que hablar en el futuro. El MIP es la quinta fuerza electoral boliviana pero posiblemente llegue a ser la primera en los bolsones aymaras. Posee 6 de los 157 parlamentarios pero su principal fuerza está en la CSUCTB, la misma que desde fines de los 70 ha sido responsable de organizar numerosos bloques de caminos, algunos de los cuales han acabado minando gobiernos. Bolivia se encuentra en una fuerte crisis económica y social. Si Sánchez de Lozada es electo presidente él hará un gobierno débil y minoritaria que se verá jaqueado por constantes movilizaciones. La actual polarización boliviana podría llevar a una explosión social. El nacionalismo aymara puede devenir en una fuerza separatista e incluso se podría dar paso a una suerte de irredentismo aymara. Al igual que los kurdos quienes se encuentran repartidos entre varios países, los aymaras pueden empezar a buscar un estado propio que trascienda las divisiones que las repúblicas criollas hicieron de sus tierras. El fenómeno de la transformación del Ejército Katarista en un poderoso movimiento electoral y sindical nacionalista aymara es algo que merece ser estudiado pues podrá generar su impacto en la región.