«Dicho y hecho, la nueva forma de hacer Bolivia», ése es el slogan de la costosa campaña -pagada con fondos del Estado, por supuesto- con la que el presidente Jorge «Tuto» Quiroga ha empezado su campaña para volver al Palacio Quemado el 2002.

Los spots, que aparecen en todos los canales, en las radios y hasta como cuñas en las trasmisiones de los partidos del mundial, superan en frecuencia de apariciones en los medios a los de la mayoría de partidos que participan hoy en la contienda electoral.

En realidad, en nuestro país, todos los presidentes, ministros, alcaldes y prefectos despliegan de cuando en cuando campañas publicitarias para apoyar su gestión, pero es común que esta publicidad sea enfocada desde el punto de vista institucional. Tuto Quiroga, en cambio, ha optado por un formato típico de campaña política, donde el protagonista central es el candidato. Así, todo lo que supuestamente se hizo bien en su gestión no es mérito de algún ministro u otra autoridad, sino sólo de él, el candidato del 2007.

El Tutismo que vendrá

Tuto Quiroga ha madurado políticamente a grandes zancadas. Del tecnócrata inocentón de principios de los 90 no queda prácticamente sino el recuerdo. Ahora es uno de los operadores políticos más eficientes entre los que hay en Bolivia. Sus cálculos son de alto riesgo y siempre apuesta fuerte; y aun cuando ha tenido algunos retrocesos -como su distanciamiento con Banzer, cuando éste era Presidente- más es lo que ha ganado.

Con poco esfuerzo, Tuto Quiroga ha logrado influencia en casi todos los núcleos de poder. Hay medios que le son adictos -a algunos de ellos su gobierno los alimenta de manera directa con publicidad, como es el caso del semanario La Epoca, de propiedad del periodista Raúl Peñaranda, quien durante un buen tiempo fue miembro de un equipo de asesores de Tuto-; hay políticos de otras tiendas que le tienen más lealtad a él que a los jefes de su partido y, como si esto no fuera suficiente, ha convencido a varios tecnócratas que hasta hace poco se rotulaban como independientes de que deben jugar sus cartas a favor del tutismo naciente, incluso como candidatos. Por ejemplo, fue el propio presidente quien convenció a Iván Arias y Felipe Hartmann para que acepten la candidatura a sendas diputaciones por ADN.

Banzer y Cáncer, dos palabras mágicas

Por lo menos, hay dos palabras centrales en la vida política de Tuto Quiroga: Banzer y Cáncer. El primero le facilitó una entrada directa a los ámbitos de la política y el poder; mientras que el segundo le entregó imprevistamente la Presidencia de la República, cuando él pasaba por su hora más opaca, en el momento en que su única meta visible era aventurarse como escalador del Everest el 2004, como recordó en un espléndido artículo Fernando Mayorga.

El cáncer de Banzer le abrió puertas insospechadas. El tutismo empezó a gestarse, entonces, a partir de la metástasis. Los sectores de la administración que hasta entonces habían dormitado a las faldas del banzerismo sacaron la cabeza y empezaron a organizarse -todo esto saludado por una prensa que súbitamente descubrió en el nuevo Presidente la talla de un estadista. Recordemos que Carlos D. Mesa, Cayetano Llobet y la casi totalidad de opinadores saludaron con entusiasmo los comienzos del tutismo.

La corrida al interior del gabinete y en los ministerios fue más rutilante: José Luis Lupo y Hernán Terrazas -hombres cercanos al MIR en algún momento- fueron los primeros en asumir el tutismo. Precisamente, es el MIR el partido que puede resultar directamente perjudicado por el tutismo. Una fuente de ese partido nos aseguró que, una vez que las ánforas decreten el fracaso del MIR en las próxinas elecciones, varios de sus cuadros podrían pasarse al tutismo. Las cabezas más visibles de este transfugio anunciado podrían ser Luis Vásquez Villamor (que tiene una relación de amistad bastante estrecha con Tuto) y el alcalde de El Alto, José Luis Paredes, quien ya pidió públicamente que el Presidente prorrogue su mandato.

¿Cómo está conformada la «dirección nacional» del Tutismo?

Antes de continuar es necesario precisar que esta nota no abriga un espíritu de abierta crítica contra los afanes del Presidente para conformar una base política que le permita volver al Palacio el 2007, sólo intentamos desplegar la información que corre respecto a esos planes, eso es todo.

Obviamente, el centro del tutismo es el propio Tuto y, como es habitual en la política nacional, alrededor de él están sus hombres de confianza, su entorno amical y familiar. Tuto es un hombre de lealtades y, hasta hoy, ninguno de sus colaboradores cercanos ha sido dejado de lado. Veamos sólo un ejemplo, al iniciar su gestión como vicepresidente organizó un equipo de orientación estratégica -digamoslo así- que diariamente le reportaba un monitoreo el pulso de la opinión pública. A excepción de Raúl Peñaranda (hoy director de La Epoca, como ya dijimos), todo este equipo sigue muy bien acondicionado dentro del tutismo, incluso uno de ellos es ministro. Lo mismo pasó con el periodista Rafael Loayza, que entabló buenos vínculos con los tutistas cuando trabajaba como jefe de redacción en La Prensa, después de ser desalojado de ese cargo se fue a trabajar como su asesor y en poco tiempo llegó a ser viceministro de informaciones.

Pero volviendo a la pregunta del subtítulo, mencionaremos a tres personas que son las de mayor confianza del Presidente -digamos el entorno del tutismo-: Fernando Quiroga, hermano del Presidente, Alberto Leytón y Gustavo Aliaga, su secretario privado. Ya en lo político, su partenaire político más destacado es José Luis Lupo. En una ocasión, y cuando todavía era Vicepresidente, Tuto Quiroga llegó a decir que Lupo era el segundo hombre más inteligente de Bolivia.

Actualmente el tutismo es la única corriente política que se ha preocupado por aglutinar nuevos cuadros en sus filas, aunque no se preocupa por generarlos, más bien pone la mira (de manera muy selectiva) en los otros partidos, tienta a sus militantes y termina enrolándolos en su proyecto. Así, se comenta que ha logrado convencer para su causa a los emebelistas Tomasa Yarhui, Paulino Guarachi y Guido Chumiray, quienes podrían ser en el futuro la cara indígena del tutismo.

¿Y la cercanía con la NFR?

Es demasiado evidente que Tuto no espera casi nada de ADN en las elecciones próximas, por ello quizás no apoya con decisión la campaña de su candidato Ronald MacLean. Al contrario de eso, hay indicios de que algunos de los tutistas ven con muy buenos ojos la candidatura de Manfred Reyes Villa. La apuesta es sencilla: como la NFR carece de cuadros para gobernar el tutismo podría echarle una buena mano y, a la vez, pervivir dentro de ese gobierno, ocupar disimuladamente espacios de poder, sin ser gobierno. ¿Qué datos de la cercanía entre el tutismo y la NFR podemos dar? Sólo uno, pero bastante interesante: Ricardo Paz, el principal asesor de la campaña de Reyes Villa, está relacionado con Jorge Quiroga y hasta hace poco -mientras dirigía la campaña del Bombón- trabajó en el tema de la Reforma Constitucional, con oficina en la Vicepresidencia.
Este dato se reviste de valor si consideramos que en las campañas políticas se suele guardar una suprema confidencialidad sobre todo, y es insólito que un líder político comparta a su principal asesor con el líder de otro partido rival, por mucho de que se trate de trabajos diferentes. ¿Compartió el Bombón algo más que un asesor?

En fin, estos son los afanes y las movidas del tutismo para regresar como vencedor el 2007. Los primeros pasos ya están dados, la costosa campaña publicitaria para fijar en la mente de los bolivianos que su gobierno fue bueno seguramente continuará hasta el último día de su mandato. Si a esto le sumamos la posibilidad de que Jorge Quiroga logre que Chile acepte devolvernos una porción de mar a cambio de que nuestro gas salga por sus costas -como es su sueño-, entonces tendremos que Tuto, como si fuera un Cid andino, habrá ganado por lo menos la mitad de la batalla sin haber peleado siquiera.