Las resoluciones de la cumbre de los Ministros de Comercio del ALCA en Miami, han empezado ya a tener sus efectos. La apertura del abanico de las negociaciones a tratados de libre comercio bilaterales, que Estados Unidos sacó como un conejo del mágico sombrero del Tío Sam, frente a la creciente oposición al ALCA, empieza a extender su amenaza a los países de la Comunidad Andina.

Lo primero que se ha puesto en marcha para la negociación de un TLC entre Ecuador y Estados Unidos es la denominada «capacitación» de los negociadores. El Ministerio de Comercio Exterior busca obtener 5 millones de dólares destinados a este fin. La agencia de Estados Unidos para el desarrollo, USAID, conocida desde la década de los años 60 por su activa colaboración con la CIA en las conspiraciones políticas de Washington, en el pago a sus redes de agentes e informantes y ahora también, en el apoyo a la intromisión de Ecuador en el Plan Colombia, y a la ampliación de las operaciones del Comando Sur en el país, otorgará un crédito no reembolsable de 2 millones de dólares. A este se sumaría un crédito por 2’960.000 dólares que otorgaría el Banco Interamericano de Desarrollo, organismo que opera bajo el control de su mayor accionista, Estados Unidos.

Se trata de un costosísimo proceso de formación de los negociadores como macdonalds en serie, que financiado por Estados Unidos, será dirigido y controlado por Estados Unidos. Con este método, Estados Unidos, se asegura que los negociadores de Estados Unidos y de su contraparte, Ecuador, estén formados, dirigidos y controlados por Estados Unidos. Con esta moderna forma colonial, Estados Unidos se asegura de antemano sus ganancias y Ecuador sus pérdidas.

Susan Cronin, delegada de la Oficina de Comercio de Estados Unidos, afirmó ante los industriales y exportadores en Guayaquil, que «se requiere que los negociadores tengan una constante asesoría de expertos externos y conozcan a fondo los problemas de cada sector».

No ven salida

Los empresarios ecuatorianos no ven salida. «No ingresar será una pérdida para el país, porque Colombia y Perú lo harán, lo que les permitirá acceder con cero aranceles. Si esto sucede las industrias locales deberán vender sus productos a Estados Unidos, a través de Colombia y Perú o instalar sus negocios en esos países vecinos. Con el acuerdo no se exportará más porque el país no diversificó producción ni hay capacidad para producir más volumen, tampoco aumentarán las importaciones porque no hay capacidad adquisitiva. Atraer inversión es lo que se mejorará con el tratado», declaró el Presidente de la Federación Nacional de Cámaras de Comercio, Joaquín Zevallos.

Por lo visto, Estados Unidos sabe que quiere y no necesita revelar su juego, se prepara para negociar consigo mismo e imponer las condiciones de su TLC con Ecuador. El Ministerio de Comercio Exterior, no se ha preguntado siquiera si el patriotismo puede ser un mejor negocio que la traición mendicante. Y los empresarios que alcanzan a advertir que no mejorarán sus ventas, se consuelan vendiéndose a sí mismos la falsedad de que no se incrementarán sus compras, como si el aparato productivo nacional pudiera competir con el de Estados Unidos, que se beneficiará de la eliminación de aranceles y los generosos subsidios de la economía más grande del mundo y aceptan la enajenación de la soberanía que les protege, con la repetida respuesta ciega: «porque no encuentran otro camino».