El Perú es una presa apetecible. Pandillas organizadas se lo disputan como si se tratara de un suculento festín. Todos los grupos son conservadores porque preservan los problemas. Si los solucionan, pierden el pretexto fundamental para conseguir fondos del exterior. Un ex-presidente se “rebaja” el sueldo, no por principios, sino que se hizo evidente que es otro privilegiado más. Lo mismo que los parlamentarios, funcionarios públicos, burócratas de librea y mozos de escalafón. Todo es epidermis y huachaferías como hoja de ruta o adefesios similares.

Los medios debaten sobre lo que quieren que la gente opine o, mejor dicho, condicionan la “noticia” o el facto a los intereses predominantes de las patotas gobernantes. Siempre resultará interesante destacar los rebuznos de cierta señora o los cacareos de un mediocrísimo ministro cuya única virtud ha sido engañar desde hace 25 años a todo el mundo, viajando, comiendo y bebiendo de dineros en nombre de la justicia social para decir hoy en la altura del gobierno que es un hombre de derecha.

Múltiples tarados nos dicen hasta la saciedad que hay que firmar la Convención del Mar para delimitar la frontera marítima con Chile. Pero nadie quiere recordar que Chile no quiere saber nada con ese dispositivo que sobre delimitaciones preceptúa la Convención del Mar. Entonces, ¿para qué, tozuda y estúpidamente, insistimos en algo que no va a tener éxito? ¿No es verdad aquella sentencia de guerra avisada, no mata gente?

Los legiferantes, en su inmensa y vergonzosa mayoría, no quieren rebajarse los sueldos. Ellos alucinan que merecen emolumentos tan robustos. En cambio, la gente opina todo lo contrario. ¿Quién tiene la razón? ¿Una centena de prescindibles o millones de peruanos? El establo parlamentario no representa a nadie y es sólo una caja de resonancia bastante venida a menos en la conciencia popular.

¿Qué hacer? Es la pregunta obligada y para ella hay respuestas siempre insuficientes. Acaso una forma disciplinada, paciente y metódica sea la de difundir con el mayor apego posible a la exactitud histórica de los hechos cuanto viene ocurriendo. Hay millones de peruanos que ignoran hasta su pasado inmediato de hace dos lustros. ¡Ni qué decir de las centurias anteriores! Son pero no viven porque están espiritualmente muertos, fofos y envilecidos. ¡Hay que despertar al otro peruano que duerme narcotizado por tanta idiotez vomitada en los medios!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz.

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¡De payasada en payasada!
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