Cualquier político decente, si existen especímenes así, con tan graves acusaciones como las vertidas por el procurador Carlos Escobar públicamente en su contra, debía agarrar una cajita y largarse a su casa a esperar el esclarecimiento del suceso. Pero no, el señor Rospigliosi, en la gloria ficticia de una brillantez que no tiene y una idoneidad de que carece, sigue en Interior, como si nada hubiera pasado. ¡Y es sospechoso de haber favorecido a una empresa contra el Estado y vía el engaño para la firma de una resolución presidencial!

Escobar ha sido minucioso, categórico, valiente. Llamó sinverguenzas a Rospigliosi y a Gino Costa, el otro individuo metido en el tema del favoritismo hacia el Banco Santander. Ni Escobar titubea ni la puntualidad de las pruebas aminora lo que podría ser un tremendo delito contra el Estado, al que los susodichos dicen “defender”.

No sólo eso. La semana que pasó en la Comisión de Etica, Rospigliosi no demostró que Mufarech o sus empresas participaran en la licitación policial de 1992. Las muestras fueron hechas para Gorak (y no para el ministerio del Interior) y 120 días antes, cuando no se tenía ni idea sobre cualquier concurso de precios o telas. La empresa de Mufarech ya le vendía, cuatro años antes, telas a Gorak. Y tampoco dichos tejidos fueron confeccionados ad hoc para uniformes porque eran colores normales de línea.

¡En cambio! Rospigliosi no ha explicado, como tampoco lo ha hecho Gino Costa, ¿por causa de qué celebró el Estado, en febrero y abril, de 1992, convenios y contratos con Proética, cuando ésta no existía ni siquiera en los Registros Públicos? Recién en diciembre del 2002, mucho después, de las tratativas económicas y entre los amigotes, nace Proética. Aquí el procurador de Fujimori, José Ugaz, también tiene mucho que decir.

Nótese que hay dos gruesas fallas que involucran a Rospigliosi y Costa: licitación policial y contratos con entidades fantasmas y una resolución presidencial que favorece al Banco Santander contra los intereses del Estado. ¡No hay casualidad o bobería por el estilo! ¡Tampoco refrito como ha empezado ya a llamar a la inconducta Canal N, muchos de cuyos pelafustanes firmaron un apoyo a Rospigliosi!

Empieza a tomar cuerpo que el supuesto complot contra Rospigliosi sólo existió en su mediocre cabeza. Las tapaderas son un recurso grotesco y manido en nuestros pagos. Rospigliosi ni Costa pueden responder -y nunca lo han hecho- sobre porqué contrataban con firmas fantasmas como Proética en febrero y abril del 2002, y entonces, sacaron un conejo del sombrero: ¡el complot! Y encima, se solazaron públicamente, Rospigliosi y muchos de sus turiferarios, supuestos expertos en Inteligencia, de la desactivación del CNI. ¿Crónica de una muerte anunciada?

Hay pandillas de imbéciles y genios de la media ciencia en el Perú. Le mienten a la gente desde hace más de 30 ó 40 años. Viven gritando consignas en nombre del pueblo, pero disfrutan como ricos y celebran cumpleaños en clubes exclusivos, caros e inalcanzables para el común de los peruanos. Ayer tomaban microbuses, hoy manejan autos del año. Lo único que no pueden cambiar, es la genuina personalidad de idiotas químicamente puros que derraman por donde pasan. Creen que son y buscan atavíos para parecer elegantes y logran mezclas irrisorias y hasta ridículas.

¿Quién garantiza que Rospigliosi y sus amigotes, Costa, Ugaz y otros, no estén planeando maniobras para neutralizar las durísimas acusaciones que ha enunciado Carlos Escobar? ¿Qué hace aún un sospechoso de favorecer intereses contra el Estado en un cargo del Estado? Rospigliosi nunca será Montesinos aunque todos sus esfuerzos así le quieran impeler en esa dirección. Le falta genio, destreza. Sólo el cinismo los hermana. A lo más será un pálido reflejo, una creación mediática de esas que se caen a la menor tormenta. ¡Nada más!

Da risa ver al congresista Luis Iberico berrear porque se continúe lo que él llama un estudio que sobre Inteligencia hiciera años atrás la Universidad de Harvard. Lo curioso es que hay hechos intransferibles que ninguna casa de estudios puede inventar o acomodar a sus patrones rígidos y ajenos por completo a la realidad peruana. La Inteligencia no se improvisa, se disciplina sobre escenarios vívidos y se ejecuta con un horizonte nacional y propósitos claros. Los intelectuales de quiosco deben quedarse donde están. Y los imitadores, debían esconderse para no seguir haciendo el ridículo.

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz.