En uno de los más olvidables números, de los pocos memorables que carezcan del copioso ingrediente de dólares que conviertan en blanco lo negro y la contaminación en beneficio comunitario, Caretas, ha dedicado una página a Antauro Humala y le “retrata”, en testimonio de Nora Bruce, con un sinnúmero de adjetivos. Sin embargo, el asunto no parece ser más que un intríngulis personal y del que pueden ofrecerse, por ambas partes, múltiples consideraciones, todas subjetivas. ¡La bajeza de Caretas está dictada por el miedo inocultable a las ideas y pretende destruir al vector!

Decía el prócer argentino Sarmiento: ¡Bárbaros: las ideas no se deguellan!. Y así hay que repetirle a la revista política que corre sola sin competir con nadie porque aparentemente no hay vigor o entusiasmo para echar a andar una publicación seria, valiente, cuestionadora del status quo y que le diga al pan, pan; y al vino, vino.

He sostenido -y lo ratifico- que el movimiento etnocacerista que dirige Humala tiene la virtud de hablar fuerte, claro y sostiene en voz alta sus tesis. Se puede discrepar de ellas, coincidir o parcialmente suscribir sus contenidos. ¡Lo que no se puede hacer, por sucio e inmoral, es pretender descalificarlas por el sólo hecho que su espíritu convoque la indignación y rabia de cientos o millones de peruanos!

Una ilustre personalidad de conceptos integérrimos ha elaborado una frase: interregno depurador, aludiendo a una necesarísima etapa nacional que aniquile a los cacos, rufianes y estafadores de todo el aparato del Estado, de las tribunales, del Congreso, de la empresa privada, por los medios legales que hubiere o por el fusilamiento moral y cívico que merecen las decenas de miles de truhanes del Perú oficial. ¡Sólo que -añadido mío- nos quedamos prácticamente con un par de millones menos de peruanos!

La señorita Nora Bruce puede -si tiene pruebas- demandar a Humala en los tribunales y no prestarse al juego de una revista de menguada lectoría y casi nulo contenido y que busca merced a escándalos, más venta. Aquí el asunto pareciera ser dictado por la desesperación de lograr mayor circulación y como noticias no tienen y sus “análisis” son los que consagran al Perú tal como está -y como siempre hizo Caretas en su larga trayectoria- entonces es el agua al nivel del cuello el que impele a esta clase de acciones facinerosas.

¿Querían fulminar a Humala? ¿No saben los de Caretas que los hombres pasan y las ideas quedan? ¿Creen que la gente en Cajamarca y en Lima, va a olvidarse como convirtieron el derrame de mercurio en Choropampa en un acto bondadoso y extraordinario de Minera Yanacocha? Mi impresión es que si ayer los reservistas confiaban en Humala, hoy lo van a hacer con mayor razón porque se dan cuenta que quienes les atacan son todos los que no quieren perder las mamaderas, en dólares y soles, contantes y sonantes.

He discrepado con Humala en varias oportunidades pero le reconozco valentía y fuerza militante en las calles. Su publicación Ollanta tiene la gentileza de difundir uno que otro de mis humildes artículos y son innumerables los correos electrónicos, llamadas telefónicas, cartas -y uno que otro insulto- los que recibo. Sin embargo, en un acto libre y de espontánea solidaridad, le insto a no bajar la guardia ni a perder tiempo con adefesios como el perpetrado por Caretas en la última entrega.

Los que están en pánico permanente, miedo las 24 horas y aterrados porque saben que sus pecados empiezan a ser conocidos, son todos los que atacan con la furia de bestias heridas que ven que el reino avizora su fin. ¡A esos hay que empujarlos con el máximo desprecio y asco hacia su nadir irremisible de serviles a los gobiernos de turno y vasallos de los poderosos de siempre!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz.