La bellísima palabra libertad, de la que hay hasta un inmortal poema de Paul Eluard, está sujeta a dimes y diretes; está más trajinada que hetaira en plena Plaza Manco Cápac, o en el mero Centro de Lima, digamos en el jirón Caylloma.

Detrás de ellas se escudan truhanes de dos por medio, y preclaros manipuladores de la información (que no de la comunicación).

Pero basta que uno ponga en tela de juicio su cabal universo semántico (el de la "libertad"), para que se le llene de epítetos injuriosos que son endilgados con premeditación, alevosía y ventaja, porque, de casualidad...ellos son los dueños de los medios. Vale decir, los dueños de la mamadera, y como vivimos en plena época de "Los Luises", aquí los cargos se heredan; y vemos en el hebdomadario de marras o en el diario al que se alude, cómo los hijos, los sobrinos, los nietos, heredan los puestos, las columnas, las gerencias.

No hay, pues, libertad de opinión: ¡para nada!, según esa hórrida forma expresiva que va ganando terreno, malgré la benemérita Martha Hildebrandt.

Hace poco leí la opinión de uno de los más valientes y lúcidos y esclarecidos periodistas peruanos, Herbert Mujica Rojas, quien, en torno a aquel número en que Caretas la emprende contra Antauro Humala, y en el que destila toda la infamia de la que es capaz, opina que esto es simplemente una bajeza...más en el abultado prontuario de la tal revista.

La opinión o los líos de alcoba de la señorita -o señora- Bruce, deben ser ventilados en el discreto cenobio en el que empezaron.Y no ser aprovechados por un semanario que blasonaba de cierta seriedad (no es el caso del de ahora).

Esta abyecta "magalización" de la prensa y de los medios de información no esconde sino propósitos subalternos. Como ellos tienen la benemérita "propiedad privada" de los media, pueden hacer lo que quieren con ellos. ¡Y hay del que se les enfrente! Lo sepultan en vida. Y más aún, si, como en mi caso, es escritor. Pero no cambio mi libertad de opinión (la verdadera) por el plato de lentejas de una promoción que igual publicita a esperpentos de todo pelaje...

Pero como son hipócritas de toda hipocresía, tienen aún la frescura de escudarse en la ética.

Voy a devolverle un golpe que le tenía religiosamente guardadito al señor Zileri, por si él piensa que puede hacer en este país lo que le da la gana, que ésta es su chacra informativa.

Hace un año envié una carta a su revista en torno, precisamente, a este sainete de los derechos humanos que, cada abril, monta su amo, el Imperio americano, en Ginebra, como cortina de humo de todas sus trapacerías.

Carente de razones para responderme, en la ilegal coletilla que él o sus subordinados por su orden ponen a los que no comparten sus rastreras e interesadas opiniones, me dijo que yo decía lo que decía porque era "sirviente de Fidel Castro". El muy imbécil no sabe que para tener esa categoría me falta mucho. Y eso se lo escribí en una carta de respuesta que, por supuesto, no publicó. Además, cuando firmé como Premio Nacional de Periodismo, que lo soy, me endilgó otro cobarde y bajísimo insulto al insinuar que lo había obtenido como un favor del Gobierno Militar. Me lo dieron, en efecto, el 69, pero había sido votado mucho antes, cuando no había Gobierno Militar. Además, varios de sus periodista engreídos tuvieron, ellos sí, cargos expectantes durante el Gobierno de la Fuerza Armada. Yo siempre he sido, señor Zileri, un columnista y no director o jefe como algunos de sus compinches, o de otros que sirvieron al popular Felón Morales Bermúdez y que han merecido su rendido homenaje.)

Alguien me dijo que me queje al Consejo de Prensa o de Ética, y resulta (para Franz Kafka) que el propio Zileri lo presidía. No, señor, me lo guardé hasta hoy, Y se lo devuelvo y le digo que es usted un cobarde que se escuda en el anonimato de sus ilegales coletillas para vaciar sus pútridas entrañas. ¡Prensa Libre! ¡Ética! Ja,ja,ja.

Lo mismo en el lío de "El Subdecano". Que denuncie a un narco (si lo es Zevallos, el de Aerocontinente, en buena hora). Pero que una Miró Quesada está casada con el Presidente de Lan, empresa chilena que quiere fagocitar el cielo peruano. No hay ninguna duda. Y esto se llama conflicto de intereses, ¿verdad?

Como dijo el abuelo Brecht, cuando esa revista o ese periódico emiten una opinión, pregúntale por su cuenta bancaria.

Y luego algo que no puedo dejar de mencionar: las abyectas Páginas Sociales con las que Caretas y El Comercio, entre muchos otros, emporcan la visión de este Perú de metal y melancolía, como dijo García Lorca.

En medio de una crisis galopante como la que vivimos, aparecen los rostros "bronceados" de aquellos que viven en el mejor de los mundos, de los señoritos del Perú, aquel que intentó Velasco dejar en el museo, y que Antauro Humala seguramente tampoco aceptará.

Y eso es lo que les duele a los que siempre tendrán que defender una prensa libre que les permitan darnos una visión náutica y hawaiana del Perú.