He visto miles de charlatanes improvisados como analistas de discursos desde que comencé a estudiar el asunto hace 29 años en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales en París. Ahora observo que algunas personas de visible talento se proponen analizar el discurso del presidente Hugo Chávez. ¡Excelente! Me alegra enterarme de que Manuel Caballero, Fernando Egaña y Carole Leal son analistas de discursos, aparte de las demás artes que ya les conocemos. Al señor Francisco Plaza, quien también va a analizar, no lo conozco.

Como no estuve en el evento del 29 de enero que instaló el estudio, no opino sobre él. Me limito sugerir algunas ideas para el análisis que se proponen.

En primer lugar, me parece que el único modo válido para analizar discursos es el comparativo, por cuanto ningún signo tiene propiedades intrínsecas, sino en relación con otro u otros. Es necesario, además, encontrar un eje de variaciones sistemáticas, es decir, una condición distintiva. En este caso propongo analizar dos discursos paralelos, del mismo momento histórico y sobre el mismo tema: el discurso de la oposición y el de Chávez. El eje de variaciones sistemáticas sería el emisor. Siendo todo lo demás igual, cualquier diferencia es atribuible a ese eje.

No tengo mucha fe en el análisis de contenido para el estudio de los discursos. El contenido de un discurso A es un discurso B, con lo que quedamos en la misma. Pero en este caso podría admitirse al menos como inicio, porque veo dos contenidos distintivos en ambos discursos. El de la oposición, incluyendo a los tres analistas que mencioné y conozco, tiene un solo tema: Chávez. Todo lo que dicen, al menos públicamente, gira alrededor de la figura del Presidente. En cambio el discurso de este gira sobre una multitud de ejes, imposibles de enumerar: Bolívar, Sucre, Páez, Maisanta, Zamora, Simón Rodríguez, etc., las misiones, las morrocoyas, el beisbol, la economía, los planes, el panorama internacional, los errores del gobierno y también de la oposición. No dudo de que la porción dedicada a la oposición sea grande, aunque no he hecho estudios cuantitativos, sobre los cuales también tengo dudas metódicas.

Son no menos de seis años de la oposición con el mismo discurso. Seis años de fracaso total. Yo revisaría todo desde el principio. Puedo pasar veinte años empujando una pared, ocho horas diarias. Encomiable pero inútil porque luego de ese tiempo la pared sigue en el mismo lugar y yo más viejo. Trabajo de Sísifo, aquel que empujaba una piedra hasta la cima de una montaña, para nada, porque la piedra rodaba hasta el abismo y de nuevo Sísifo tenía que subirla.

Me pregunto cuál es el significado pleno de esta diferencia discursiva sistemática. Tal vez un comienzo de respuesta la ha dado Alí Rodríguez Araque: «La oposición no tiene estrategia sino obsesión».