Ayer mostró ante cámaras su rostro angelical. El verdadero. Aquel que mejor describe los abismos de su alma pura. El otro, el de los vladivideos, era un rostro travieso de adolescente inquieto, acaso jugando a Humphrey Bogart, pero definitivamente destinado al olvido. Eso sí, es de lamentar que la tecnología moderna no haya podido captar ese halo de santidad que adornaba su limpísima conciencia. A Dios gracias, sin embargo, los peruanos de buena fe sí lo vimos, y nos sentimos iluminados con tan omnipotentes destellos. Entonces suspiramos de ventura al saberlo incólume, para desgracia de esa malhadada campaña que han montado unos pocos antipatriotas -seguramente por puro afán autodestructivo - contra ese orgullo nacional y dechado de virtudes que es Dionisio Romero Seminario, el empresario más importante de toda la fecunda y pasmosa historia empresarial peruana.

Dicen que la Fiscal de la Nación, Nelly Calderón Navarro, en agosto del año pasado le abrió una investigación por la presunta comisión del delito de lavado de dinero. Nada más perverso y absurdo. Dicen también que le prestó a Montesinos su avión particular para que éste fugara del país. Falso. Ese infundio ya fue debidamente aclarado por sus abogados. El avión se lo alquiló a Montesinos. Es más, dicen Sally Bowen y Jane Holligan que Dionisio visitó a Vladimiro en 1996, 1997, 1998 y 1999, y que se trataban como amigos de infancia. Agregan que Dionisio era partidario de reelegir a Fujimori y por eso hablaba de “nosotros” cuando trataba con Montesinos la propuesta reeleccionista. Incluso sostienen que accedió a declarar publicamente su apoyo. ¿A cambio de qué? Favorcillos de poca monta. Pedir una reducción de los impuestos a la importación de trigo, dado que eso afectaban sus alicaídos bolsillos, y luego nombrar como director de su propio banco al exministro de Economía Jorge Camet. Es decir, naderías. Pero no contentas con eso, Bowen y Holligan sugieren que Dionisio puso a gente de su confianza en la administración de la empresa Hayduk -cuyos dueños eran entonces procesados por narcotráfico- para así recuperar la friolera de 80 millones de dólares que dicha empresa le debía. Puras calumnias. ¿Tráfico de influencias? ¡Por favor! Simple exageración de dos extranjeras que no conocen el Perú. Pues como bien diría Dionisio: “¿Qué había de malo en ese limpio toma y daca?” Nada, obviamente.

No nos explicamos, entonces, por qué algunos infelices ponen el grito en el cielo cuando este santo varón pide, con justicia, una sala penal especial, para él solo, y unos jueces especiales también, que él mismo, con su divina sapiencia y su terrenal peculio, nombrará y contratará. ¡Feliz debería sentirse el Estado con tan filantrópico desprendimiento! Los Hildebrandt, los Gorriti, las Bowen y los Mujica deberían ser condenados a la hoguera por atreverse a deshonrar a tan insigne patriota. Afortunadamente triunfará el bien. Lo asegura su abogado, nada menos que Jorge Avendaño, uno de los asesores legales del Presidente de la República. ¡Es un alivio saber que todo quedará en familia!