Con el mismo talante que dos años atrás en Arequipa y cuando desempeñaba el puesto -como hoy- de ministro del Interior y que costara la pérdida de dos vidas, Fernando Rospigliosi ya decretó el fracaso del paro cocalero. Sus ademanes autosuficientes no son las de un hombre de Estado sino las de un capataz que se solaza en rendir satisfacciones a sus empleadores que procuran el látigo para los más humildes. ¡Hay matonerías que no tienen cura!

¿Qué puede estar ocurriendo en la cartera del Interior cuando un general de la PNP, Eduardo Pérez Rocha, acusa públicamente a Rospigliosi de estar impulsando maniobras proselitistas al ministro y al otro rábula, Gino Costa? ¡Y ninguno de estos sale al frente de tan graves cargos!

¿Cuándo un paro es exitoso? Es decir, lo contrario a lo que ha dicho Rospigliosi. ¿Cuándo hay muertos por balas policiales? ¿o caídos por pedradas o trifulcas? ¿qué clase de mediocridad es la que impera en Perú como para soportar a un individuo que sale a la televisión hasta cuando hay un partido de fútbol o la captura de un alijo de droga, cuando para el primer caso está Seguridad del Estado y para el segundo, la Dinandro?

¡No sólo eso! Rospigliosi ha mentido sobre contrataciones que él llevó a cabo cuando Proética era una empresa fantasma en febrero y abril del 2002. Vinculaciones que prolongó Gino Costa cuando fue titular del Interior. Y por eso ya tiene una acusación constitucional.

Aquí hay un plan deliberado y cínico.

El conchabo infame de grupos de prensa hablada, radial y televisiva ha consagrado a imbéciles químicamente puros como “analistas, cientistas, politólogos, estrategas”. Son los mismos que recorren los canales, aparecen en los diarios y hablan por radioemisoras. El mundo se soluciona con la sagrada participación de estos “escogidos”. Sólo ellos y nadie más. El resto es parte de una recua de inútiles y descerebrados. ¡Día llegará en que podamos ajustar las cuentas a los fautores de tremenda estafa!

¿Son los cocaleros, agentes enemigos que vienen de otro país? ¡No! Son compatriotas, peruanos del interior que, de repente, sienten más y mejor el terruño y por eso defienden sus puntos de vista y saben que Niels Ericson es un embajador muy bien pagado de intereses foráneos y afines al Plan Colombia. Devida, es un ente burocrático de panzones y sanguijuelas, cuyo propósito a rajatabla es seguir instrucciones para erradicar, por las buenas o las malas, la plantación cocalera.

Cuando Rospigliosi dice que los campesinos quieren convertir al Perú en un “narco-Estado”, da cuenta pública de su sincero cretinismo y miopía inconfundible. Con aires de una superioridad que no tiene un compilador de libros olvidables y mediocres, pontifica sobre sus verdades, las mismas que nadie en el gobierno se atreve a discutir. ¿Qué les sabrá el señor de marras sobre sus travesuras e inconductas?

El ministro del Interior, con su intransigencia de matón, será el responsable, otra vez, de cualquier muerte que ocurra en los próximos días.

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz.