La opinión nacional colombiana conoció hace poco la suscripción de un acuerdo comercial entre la Comunidad Andina de Naciones (CAN) y Mercosur (Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay). La CAN tiene 120 millones de personas y un Producto Interno Bruto anual de 300.000 millones de dólares; a su vez, Mercosur posee 236 millones de habitantes y 890.000 millones de dólares de producción al año.

Colombia no conoce los textos del trato pero se dice en despachos de prensa que contempla a partir de julio de 2004 un arancel cero para materias primas y bienes de capital y reducciones paulatinas de derechos aduaneros durante 15 años para aquellos bienes que los negociadores llaman «sensibles», entre los cuales sobresalen los agrícolas. Se explica también que para el caso colombiano habrá 166 productos con salvaguardia especial agropecuaria durante el periodo de desgravación. En cuanto a las exportaciones colombianas de esa rama, las flores tienen acceso inmediato a Mercosur y el banano en seis años.

Las cláusulas pactadas, según las agencias de noticias, contemplan para Brasil una apertura a los bienes importados más rápida: desde inmediatamente, a 4, a 8 y a 15 años; en tanto para los países andinos será más lenta, así: inmediatamente, a 6, a 12 y a 15 años, haciendo notar que los ítems que ingresarán libremente a los mercados dentro de 15 años son muy pocos. Así mismo, se fijó que para Brasil y Argentina las mercancías tendrán al menos un 60% de componentes de contenido regional, para Colombia, Venezuela y Ecuador se exige un 50% inicial y para Paraguay y Ecuador a partir de un 45%. Con esas medidas se cree que las diferencias que existen entre los países firmantes quedan subsanadas. Según Jorge Humberto Botero, ministro de Comercio Exterior; los sectores de textiles, de papel y de alimentos procesados se favorecerán mientras en café, banano, químico, hidrocarburos y maquinaria no tendría efectos iguales y el azúcar quedó «encapsulado»; es decir, aparentemente no se somete al arreglo.

Aunque de por sí ese acuerdo está enmarcado en la discutible teoría de los «modelos exportadores»; no obstante, cuando se escuchan declaraciones del mismo Botero aduciendo que «tener un acuerdo con Suramérica ayuda al ALCA» o que el pacto CAN- Mercosur es «un trampolín al ALCA y al TLC», puede intuirse que se están tocando temas aún más espinosos y que dicho pacto constituiría un Caballo de Troya que se metió por la puerta trasera para ir moldeando ofertas que hagan parte de la estructura general del «libre comercio» de las Américas.

La exposición de la economía colombiana en este caso es fuerte, voceros oficiales han advertido que se trata de economías análogas, con una gama de productos muy similares como con la agricultura de Brasil, la cuarta mayor exportadora del mundo, que vale más de 150.000 millones de dólares, un 25% del PIB total de dicha nación, con ventas externas anuales de 16 mil millones de dólares, destacándose 16 millones de toneladas métricas de soja, 1,6 millones de pollo, una cantidad similar de café, 7,6 millones en azúcar y un millón en jugo de naranja. Todo el mundo está al corriente que el costo de la mano de obra, del capital y de la tierra allá son de bajo costo así como que los procesos técnicos liderados por Embrapa, el instituto gubernamental de investigación en agricultura y ganadería, han llevado a Brasil a liderar el mercado mundial de soja y carne, por encima de Estados Unidos y Australia, respectivamente (véase Newsweek 237 02/04) y en poco hasta podrían venir con su café a nuestras veredas. Para ello no será preciso esperar 15 años; con los antecedentes vistos la expansión en el sur del continente de géneros brasileños será pronta y también pueden venir en grande mercancías argentinas.

Pero eso no es lo peor. Quienes saben las normas internacionales de comercio de la OMC están al tanto de la disposición NMF (Nación Más Favorecida) por la cual las concesiones otorgadas a un socio comercial deberán ser extendidas a terceros; de tal forma que lo concedido a Brasil y a Mercosur podría ser invocado por Estados Unidos para que se transfiera automáticamente en la firma de un Tratado de Libre Comercio con dicha nación. Por ende, el país debe estar notificado que con el Mercosur puede haberse iniciado ya parte de la negociación del TLC y, a la vez, Mercosur podrá demandar la extensión de las garantías agregadas que los países andinos le brinden al Tío Sam y quedarán en una encerrona. La regla NMF tiene esa lógica en el mundo de la globalización, al final, los acuerdos tiendan a convergir, a ser sólo uno: el de la plena liberalización; los acuerdos no son compartimentos estancos sino una red, ésa es en el fondo la estrategia imperial, llegar a la globalización por la vía de acuerdos parciales, bien bilaterales, bien regionales o hemisféricos.

El gobierno le debe al país más de una explicación acerca del pacto CAN-Mercosur, no basta con la difusión tardía del texto. El Congreso de la República al discutirlo debe tomar nota de todo lo que allí está implicado, no vaya a ser que al ratificarlo se esté dando curso a la entrega de gangas que Zoellick y sus escuadrones de negociadores reclamarán desde el 18 de mayo venidero. Hay que descubrir cuanto antes a CAN-Mercosur, podría ser Troya!.

Caracas, Alia2