El presidente Hugo Chávez anunció el 22 de abril que serán prohibidas las cosechas genéticamente modificadas en tierras venezolanas, siendo ésta probablemente la restricción más severa con respecto a cultivos transgénicos en todo el hemisferio occidental, lo que llevará a la cancelación inmediata de un contrato que se había negociado con la corporación transnacional Monsanto, con sede en Estados Unidos.

Chávez afirmó que no serán permitidos los cultivos genéticamente modificados, ya que van en contra de los intereses y necesidades de los campesinos. Asimismo, hizo referencia a los planes de la corporación Monsanto de sembrar 500 mil hectáreas de soya transgénica: «Di orden de cancelación al proyecto», dijo el Presidente luego de enterarse que se trataba de cultivos transgénicos.

Chávez explicó que en vez de utilizar estas tierras para la siembra de cultivos transgénicos serán utilizadas para la plantación de yuca.
Según Rafael Alegría, Secretario de Operaciones Internacionales de la organización internacional «Vía Campesina» (que representa a más de 60 millones de trabajadores del campo), las transnacionales Monsanto y Cargill están buscando hacer productos de soya transgénica en Venezuela, lo que atenta contra de los principios de la soberanía alimentaría que rige las políticas agropecuarias del país.

Los ambientalistas venezolanos y latinoamericanos tenían suficientes razones para estar preocupados, ya que Monsanto tiene una larga historia de haber generado una serie de problemas ambientales y sociales. Recordemos que fue el productorla del agente químico naranja, que fue relacionado con pérdidas de embarazos, de la memoria y ataques de tipo epiléptico que afectaron a más de un millón de personas durante la guerra de Vietnam. Más recientemente, la compañía ha sido criticada por los efectos secundarios que se presume que tienen sus productos transgénicos sobre la salud de las personas y el bienestar ambiental.

«Sin irnos muy lejos, Monsanto manufactura el pesticida glyphosate, utilizado por el gobierno colombiano en el Plan Colombia en su ofensiva contra los grupos rebeldes y la producción de coca en éste país. El gobierno colombiano fumiga vía aérea miles de hectáreas, destruyendo también fincas legítimas y ambientes naturales como la selva de Putomayo, exponiendo a muchos colombianos, incluyendo las comunidades indígenas, a problemas de salud», agregó.

Vía Campesina logró llegar al presidente Chávez y le solicitó a principios de mes al mandatario venezolano anular cualquier acuerdo suscrito para la producción y la comercialización de transgénicos (Organismos Modificados Genéticamente), lo que durante cuatro años habían tratado. Infrictuosamente, algunas organizaciones no gubernamentales ambientalistas venezolanas.

La carta de Alegría al mandatario expresaba la «preocupación y sorpresa» por el acuerdo firmado con Brasil para la siembra de soya transgénica de Monsanto (round-up-Monsanto) en Mesa de Guanipa, en el estado Anzoátegui, específicamente en la Agropecuaria La Orleana en el municipio Simón Rodríguez de El Tigre, con asesoramiento de la trasnacional estadounidense y la Cooperativa Grao Norte de Brasil.

La lucha contra el uso de los OGM se da en todo el mundo por considerar que estos no solamente son dañinos para la salud de los pueblos sino que pretenden controlar la biodiversidad, desarticular las economías campesinas e indígenas y apoderarse del conocimiento humano.
La Unión Europea se ha resistido hasta ahora al uso de transgénicos a pesar de las presiones del gobierno estadounidense, Asimismo existen moratorias en otros países -incluso en algunos estados de EE.UU. y de Brasil- donde existe la prohibición del cultivo de productos transgénicos incluyendo la misma soya.

Lorna Haynes, Coordinadora de la Red de Acción en Alternativas al Uso de Agrotóxicos de Venezuela, alertó que también en un acuerdo reciente con Argentina, el segundo productor de soya transgénica en el mundo, se propone intercambiar petróleo por productos agrícolas que incluyen la soya que sería transgénica. Se sospecha que en el proyecto «algodón» que recientemente impulsa el Ministerio de Agricultura y Tierra, haya intenciones de utilizar semillas transgénicos de Monsanto que, según fuentes confiables, ha realizado ensayos ilegales en el país con algodón transgénico.

Maíz y soya provenientes de los Estados Unidos también son transgénicos. Además, desde hace dos años yacen denuncias en la Fiscalía General de la República sobre la comercialización en el país de soya transgénica, «carne» y «leche» de soya transgénicas y maíz transgénico.

Ahora debe plasmarse esta decisión en un decreto presidencial que prohíba la liberación al ambiente, la importación, la producción y la comercialización de los organismos modificados genéticamente y sus productos. Y con ello, y tal como lo exigen los agricultores, campesinos y ambientalistas venezolanos, se debe promover la agricultura tropical auténticamente sustentable.

Caracas, Alia2