por Cecilia Bustamante Moscoso; bustam824@aol.com

Si la descripción de la realidad social es la función básica, constante y efímera de los medios de comunicación, tenemos que partir de que gran porcentaje del público en general es informado de manera veloz, sintetizada (y que desearíamos objetiva) por los varios y poderosos medios de comunicación masiva, es la vía rápida y democrática de acceso a la actualidad contemporánea nacional e internacional. Su efectividad es inmediata, cada individuo entra en una interacción de ideas que lo puede galvanizar en inesperados sentidos, no es inmune al énfasis que el/los medio/s haya/n subrayado en aras de su otra función: la netamente política de atraer e influenciar la opinón individual y la opinión colectiva.

Los candidatos en época electoral, por lo tanto, no deben eludir la importancia de los medios ni dejar de informar a los electores sobre su Plan de Gobierno. Que será germen del consenso. Sus agendas individuales se van definiendo constantemente en la dinámica del proceso de diseminación de información de cada campaña. Es decir, que la definición paulatina de la agenda política por medio de los medios, si se me permite la redundancia, es una propiedad de este proceso que nos hace leer, ver, y oír claramente el poder político de los medios, o sea al cuarto poder en funcionamiento.

Es así que la autoridad individual del aspirante a líder, su idoneidad se ha ido definiendo, integrando o desintegrando en la palestra pública conforme ellos mismos dan pruebas de su personalidad, inteligencia, conocimiento, ética. Se hacen reconocibles, diferenciables para los electores. Es explicable entonces que en un Estado ilegítimo y autoritario como tuvimos una década en Perú, por ejemplo, se haya perseguido controlar esta dinámica, era un imperativo y se llegó a practicar el envilecimiento y corrupción de los medios de comunicación que tenían precio. Algunos fueron corruptibles, otros mantuvieron firme su razón de ser: la de defender la libertad política y de información desdeñando beneficios personales, exponiendo sus propias vidas. No hay valor más alto que el de los que defienden sus convicciones al precio de su vida, ni prueba mayor de autenticidad. No hay margen para el engaño. De allí emana su influencia y poder. La credibilidad se establece con la acción coherente, consistente.

Cumplida la labor informativa y política de los medios al intentar mostrar al público la imagen humana y política de los aspirantes a líderes del país, es el momento de que los candidatos publiquen sus planes de gobierno. La habilidad de los medios para divulgar los temas y efectuar un cambio en las reglas del juego, tropieza con sus límites aquí porque si interfieren más, se habrá viciado su papel. Cuando casi todos los tópicos de discusión de una campaña han sido tratados es el momento de los electores, tienen el derecho los votantes a cotejar la agenda de cada candidato, contra la suya. La secuencia, si es obviada, se transforma en manipulación que demanda examen de los intereses o\y revela distorsión detrás de bambalinas. Este maniobra tiene como uno de sus precios la desestabilizacion social.

"El poder de la prensa es primordial...establece la agenda de discusión pública. Es un avasallador poder político que no puede ser controlado por ninguna ley. Determina lo que la gente habla y piensa con una autoridad reservada en algunas partes del mundo sólo a los tiranos, sumos sacerdotes y mandarines." (Theodore White, The Making of the President, New York Batman, 1973)