Vuelto de un intenso viaje por Puno, me entero del honor de haber sido mencionado por Susana Villarán en una entrevista en el diario Correo. Y ella me otorga un mérito que no tengo: la invención del hermoso diploma cívico otorgado a los farsantes de la izquierda caviar. No es cierto. Fue Daniel Benoits, un periodista francés, hace más de dos décadas, el que acuñó la urticante expresión. La ignorancia de la señora de marras, es patente y trágica. Como lo es vincularme a César Almeyda a quien no conozco y de quien se sospecha recibió varias decenas de miles de dólares de Dionisio Romero para cercenar la cabeza de un periodista que se enfrentaba al poder. Y que no ha sido ministro o defensor, en buena cuenta, empleado del gobierno de Toledo, como sí fue Susana Villarán.

La izquierda caviar peruana, como la francesa que acusó Benoits, se ha enriquecido con puestos públicos. Por tanto es presupuestívora. Su afán no es revolucionario, por el contrario sólo desea conservar la pitanza y la limosna que les otorga, por méritos que no tienen, un gobierno desacreditado por ellos mismos, gracias a su mediocridad social indiscutible.

El 98% de la izquierda caviar está conformada por panzones, obesos y habilísimos burócratas, diestros en el arte de contar dólares, cambiar de pasaporte, comprar autos del año, viajar como trotamundos y, de vez en cuando, elaborar folletos, dictar talleres y organizar conferencias en que repiten monsergas de hace treinta años, siempre y cuando, el billete verde de su archienemigo Estados Unidos, esté presente para financiar sus múltiples engaños colectivos a lo largo y ancho del país.

Un ejemplo patético: Devida. El campesinado cocalero odia y blasfema contra esta organización porque representa sólo el punto de vista norteamericano fundamentalista de arrasar literalmente el sembrío de hoja de coca. ¿Quiénes son los burócratas, plenos en grasa cerebral y faltriqueras llenas de dólares en el edificio de San Isidro?: sociólogos, psicólogos, comunicadores, todos provenientes de la izquierda caviar. ¿Será que están combatiendo al imperialismo del cowboy Bush desde dentro? Mi impresión es que estos badulaques saben vivir muy bien de la ubre norteña.

El Perú está plagado de ONGs. Y si bien es cierto que hay una pequeña proporción de éstas que aún respeta (nadie sabe hasta cuándo) su propósito fundacional y filantrópico, hoy por hoy, son guaridas de aprovechadores de la izquierda caviar que no dudan en industrializar los derechos humanos, el medio ambiente, los ambientes policiales, cuanto esté a su alcance, real o inventado, para sus propios fines en salvaguarda de su derecho a preservar más lotes de dólares que vienen del exterior bajo supuestos fines constructivos.

Tengo un gran respeto por mis múltiples amigos marxistas genuinos y que aún creen en las bondades de este credo. Pero, tengo también, un profundo desprecio por todos los embusteros que le dijeron al país desde hace más de 30 años que ellos eran la solución que venía en libracos, folletitos de quiosco y discursos inflamados. Estos viven a cuerpo de rey y son sus propios amigos de la izquierda proletaria quienes les increpan su modus vivendi y falsedad monstruosa. ¡Eso es la izquierda caviar! Y así lo ha confesado la propia Susana Villarán al regalarme expresiones que declino por venir de quien vienen y porque rara vez, en atención a sus inexistentes méritos, me he referido a ella. Y esta es una excepción.

¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!