Comandante
Fidel Castro Ruz
Presidente del Consejo de Estado
de la República de Cuba

Compañero Fidel:

Vuelvo a saludarlo con solidaridad y afecto. La solidaridad es la misma que tuvimos al recibir la bandera cubana, arriada por órdenes del Imperio. La guardamos con cariño y respeto. La devolvimos al Gobierno de Cuba cuando se restablecieron las relaciones.

El afecto viene desde antes -Martí al medio- por su lucha histórica agrandada en la Sierra Maestra. Se volvió extraordinaria gracias a su pueblo y a la indeclinable acción y conducción de sus dirigentes, usted a la vanguardia, que engrandecieron, más que todo, a este Continente.

Es cierto que Cuba es una Isla, pero engrandecida por su Revolución. Su valor y sus logros la vuelven más importante que todos los otros países juntos. Y la conciencia, heredada desde Bolívar, renace con ella. Las malhadadas declaraciones de Bush reafirman nuestra confianza y nuestra adhesión a Cuba.

Quienes hoy se atreven a criticarla por las medidas tomadas contra la traición tratan, en el fondo, de ocultar el comienzo de la defección, la misma que no ha tardado en volverse cómplice de las ambiciones imperiales. La Independencia de Cuba es la esperanza de una humanidad que aspira a tenerla. Defenderla es nuestra obligación irrenunciable.

Yo, la más humilde de sus amigas, levantaré el hecho de mis noventa años como una enseña de vida y lealtad. Ofrezco mis manos a Cuba, para la tarea que necesite.

Llamamos al Che y su ejemplo. Muerto vive y nos convoca.

Cuba es nuestra estrella.