En efecto, y a propósito de lo que afirmo, con oportunidad de constituir el comité nacional conmemorativo del sesquicentenario del natalicio de José Martí, visité en su domicilio a esta luchadora infatigable a fin de invitarle a que se integrara al referido Comité Nacional. Unos pocos días antes de este encuentro Nela Martínez había perdido para siempre a su hermana. Su fisonomía, a causa del infortunio anotado, revelaba el dolor de tan irremediable circunstancia que, sumada a su ya evidente dificultad para caminar, me hicieron dudar si debía continuar o no con el objetivo de mi visita.

Perceptiva como siempre fue ella, -como lo son los seres que se han fraguado en defensa del género humano y a favor de la vida-, seguramente intuyó mi indecisión para tratar abiertamente el asunto motivo de mi visita y, con la inteligencia que le caracterizaba me dijo: "compañero, hablemos de temas mejores, cuénteme que vamos a hacer para homenajear a Martí".

En su casa, entonces, muchas de las iniciativas que luego se efectuaron con oportunidad del homenaje de los ecuatorianos al hermano mayor de América, José Martí Pérez, fueron pensados y borroneados, tanto más que Nela Martínez demostró poseer un importante conocimiento sobre la vida y el pensamiento del cubano ilustre que irradió con su presencia la segunda mitad del siglo 19.

Pocos días después de este encuentro se produjo otro, esta vez en la Universidad Andina Simón Bolívar, donde volví a reunirme con Nela Martínez junto con algunas otras personas que, para entonces, ya se habían sumado a la iniciativa de los actos conmemorativos del sesquicentenario martiano. Concurrieron, entre otros, Luis Maldonado, Rodrigo Santillán, Eduardo Zurita, Alfredo Vera, Alejandro Moreano, Enrique Ayala, Claudio Mena... Allí, con pasión, -con esa misma pasión y energía con la cual debió tomarse la casa presidencial en las jornadas de la gloriosa de mayo del año de 1944 para impedir que los militares llegasen a dar algún apoyo al gobierno defenestrado de Arroyo-, habló de la impostergable necesidad de difundir el pensamiento martiano "como una tarea que eduque al pueblo en el conocimiento de un patriota cuyas enseñanzas están más vigentes que nunca".

En la mencionada tertulia la compañera Nela propuso que era menester seleccionar textos del pensador cubano y difundirlos, especialmente entre la juventud, a fin de que "pudieran, los jóvenes, no solo conocer el pensamiento de Martí, sino aprehender sus valores de hombre de enorme sensibilidad frente al mundo". Dicha sugerencia, dejó, una vez más, al descubierto, la importante preocupación de Nela Martínez por el mundo de la subjetividad humana, es decir por aquella fuerza interior que, en los hombres y mujeres, nos aproxima al tráfago del amor, de la ternura, de los temores, en suma que nos pone próximos con el "otro lado de la historia", con ese mundo al cual, seguramente, Nela se aprisionó cuando en la casa de Luisa Gómez de la Torre degustaba de la lectura de aquellos libros que el entonces ministro de gobierno Camilo Ponce los había declarado "subversivos" o cuando concluyó el texto de "Los Guandos" de Joaquín Gallegos Lara, la obra que la muerte impidió que Gaallegos la llevara a su fin.

Más aún, en la reunión a la que me refiero, Nela Martínez recomendó que el comité martiano hiciese todos los esfuerzos para poner en circulación "La Edad de Oro" texto que "todos los niños lo deben leer, para poder crecer". El planteamiento de la compañera Nela en aquel momento ya no fue expresado pensando, en términos generales, en los niños de la Patria sino que, estoy seguro, emergió del recuerdo de sus vástagos, los niños del ayer que, guiados con profundo amor por ella, fueron creciendo solidarios con las ideas y conceptos de su madre, -por los que fue perseguida en tantas oportunidades-, conceptos teóricos y razonamientos ideológicos que, entonces, tienen la oportunidad de emerger y recrearse, -hoy con más vigor-, desde el pensamiento y la acción de sus hijos Leonardo, Mauricio, Juan y Nela, a fin de propiciar la continuidad indispensable de una lucha que debido a las circunstancias por las que atraviesa nuestra patria, no ha concluido.

Nela Martínez Espinosa, quien amó profundamente a su pueblo, quien entregó sus mejores esfuerzos a las luchas indígenas y campesinas y quien fundó y lideró importantes organizaciones de mujeres ha partido dejándonos sustantivas enseñanzas a aquellos que soñamos con un mundo más justo y equitativo. Su profunda solidaridad con la lucha de los pueblos del mundo es uno de los aportes más trascendentes en su transito vital. Su recuerdo siempre estará presente en aquellos que la conocimos desde hace tanto tiempo. (En mi caso desde las época colegial pues compartí, en un colegio mixto, las aulas y la amistad de su hija Nela)

Aquella noche que asumí, -con el apoyo de Nela-, la designación de Presidente del Comité Nacional del sesquicentenario Martiano me dijo Nela Martínez: "no olvide compañero que Martí no puede ser recordado solo en este año. El tiene mucho que enseñarnos". Su mensaje dicho la última vez que la vi con vida, y con el cual comparto plenamente, se constituye hoy en una tarea inaplazable.

Hasta pronto compañera Nela.