Alirio Rodriguez, El ser

Ser libre consiste precisamente en asumir responsabilidades, no en eludirlas. Intentemos entonces analizar este aspecto del acontecer cultural y educacional de Venezuela, en una iniciativa que se ha ido extendiendo a lo largo y ancho del continente.

Educar debería ser preparar al hombre de la sociedad del futuro en el entendido de que quisiéramos que esa sociedad fuese mejor que la del presente. La uruguaya Reina Reyes, en su notable libro «Para qué futuro educamos» [1], nos decía hace ya siete lustros: "Hoy, educar para el presente -que no otra cosa hacemos- es educar para un pasado que nunca volverá. [2] / Cuando se sostiene que la educación no es un factor esencial de cambio se debe tener en cuenta un hecho: quienes acceden al poder económico o al poder político están interesados en mantener su poder, y, por lo mismo, tanto la educación privada como la pública, que directamente o indirectamente controlan, tienden a conservar la estructura social que los mantiene en su situación de privilegio."

He aquí un punto central. Escribe Reyes respondiendo al sociólogo Aldo
Solari: "creemos que la educación puede ser revolucionaria antes de toda revolución política", entendiendo como revolucionario "no al rebelde en el campo político sino al que es capaz de independizarse de las formas de vida que le ofrece el medio en que nació para poder juzgarlas".

Señala Reyes: "Es grave, gravísimo, que los países subdesarrollados de América Latina imiten las prácticas educativas de los países desarrollados, sin apreciar que el colonialismo vacía y distorsiona la mente e incapacita al hombre para liberarse de los poderes económicos que lo dominan." Antes, ha dicho: "Descubrir el grado en que los medios de comunicación enajenan al hombre, en lugar de liberarlo, es tarea que apremia, aunque se tenga conciencia de estar apresado por fuerzas que individualmente no se pueden vencer. Resignarse al poderío de lo económico es actuar en su favor en lugar de tener por meta la liberación del hombre."

En un breve texto del año 2000 [3], la brillante educadora argentina Violeta Hemsy de Gainza dice: "Confieso la impotencia y frustración que siento como educadora al comprobar el efecto nulo que ejercen sobre nuestros gobernantes, políticos y también sobre los diseñadores de la educación pública, un sinnúmero de hechos conocidos y comprobados en relación a la función e imprescindibilidad de la música en la educación. Lo que sucede es que, como buenos países satélites, entre nosotros los verdaderos "técnicos" o especialistas no suelen ser convocados a la hora de tratar los proyectos y reformas educativas; en tanto, continúa profundizándose la fragmentación del conocimiento originada por los salvajes procesos de globalización."

El germano-brasileño Hans-Joachim Koellreutter, maestro de maestros, escribe, en un libro publicado recientemente por el Foro Latinoamericano de Educación Musical (Fladem) [4]: "Una vez derribada la megalomanía de la sociedad capitalista -megalomanía que resulta de la prosperidad y de la fe en el progreso tecnológico-, sólo entonces, la sociedad capitalista será apta para descubrir que la desatención de nuestra sociedad respecto a las fuerzas destructivas del ambiente, también obligará, finalmente, a modificaciones en los sectores estético-tecnológicos y estético-sociales.

En la sociedad moderna, el arte se vuelve un medio de preservación y de fortalecimiento de la comunicación de persona a persona, así como de sublimación de la melancolía, del miedo y de la falta de alegría fenómenos que ocurren por la manipulación uniformizada de las instituciones públicas y se tornan factores hostiles a la comunicación.

El arte se transforma en un instrumento de progreso, o mejor, de transformación, de la ascensión de la personalidad y de estímulo a la creatividad. Como instrumento de liberación, el arte se vuelve un medio indispensable de educación por el hecho de ofrecer una contribución [...] a la formación del ambiente humano. Así, mediante su integración en la sociedad, el arte se convierte en un trazo central de la sociedad moderna, siempre que, por medio de su integración, venza su alienación social y sobreviva a su crisis."

Las cosas tocadas por el poder político o económico tienden a imponer los mecanismos que tratan de afirmar y perpetuar ese poder. También en materia de música. Sin tener que buscar en otras fuentes, en ese mismo volumen del Fladem escribe el canadiense R. Murray Schafer, compositor excelente, pionero en el terreno educativo y en el de la ecología sonora [5]: "¿Existe en la educación musical alguna música capaz de cuestionar las reglas de autoridad que rigen en la sociedad? ¿Sería posible tener una educación libre en el sentido de una creatividad total? ¿Lo admitirían los gobiernos? La música que escuchamos en la televisión, en la radio, es música que los gobiernos toleran porque sirve a los intereses capitalistas, sirve para vender y para comprar. Si cada niño, en cambio, creara su propia música, sería como caer en la anarquía, hacer música revolucionaria... y ningún gobierno admite una revolución. No obstante, los profesores debemos tratar de intentarlo."

Pero hay quienes no sólo no se enteran de estos planteos esenciales sino que parecen moverse evitándolos. En el mismo volumen del Fladem en que nos estamos centrando, un informe del mega-proyecto de Orquestas Juveniles creado en Venezuela y siempre dirigido por el abogado José Antonio Abreu, nos da la posibilidad de discutir este tipo de actividades, que se han ido extendiendo por buena parte de América Latina.

Dice el informe: "En la formación del niño, los primeros años de vida son determinantes para cimentar las bases fundamentales de su desenvolvimiento sensorial y psicomotriz y de su adaptación al entorno sociogrupal. Esos primeros años, demostradamente eficaces para el aprendizaje idiomático, tanto materno como extranjero, y musical, le permiten descubrir normas y reglas de urbanidad que la enseñanza musical comporta, haciéndoles comprender luego que son las mismas que norman los procesos de socialización."

El error de partida de este planteo es doblemente grave. La orquesta sinfónica, enseñada como modelo social y como referente de objeto de prestigio, sólo trasmite aquello que conlleva: la afirmación de un orden extremadamente autoritario, con una única voluntad impuesta a todos los integrantes del grupo, y la anulación de toda posibilidad de interacción entre esos integrantes. Dice el informe que el proyecto permite "la adquisición de principios y destrezas favorables al trabajo en grupo, al liderazgo constructivo, entendido como coordinación de actividades en correspondencia con las pautas dictadas por un líder".

Abreu no leyó a Lewis Mumford, y no descubrió que el principio de funcionamiento de la orquesta sinfónica de fin del siglo XIX -el que el sistema de Orquestas Juveniles trasmite- fue un buen modelo para el replanteo, a comienzos del siglo XX, del funcionamiento fabril-industrial. Tampoco leyó a Jacques Attali [6].

Escribe Koellreutter: "Como consecuencia de la explosión demográfica y de la transformación de la sociedad por la industrialización, la masificación y la nivelación de todas las cosas, la burguesía (...) deja de existir, convirtiendo sus intenciones culturales en algo cada vez más problemático. Esto por cuanto la persistencia con que insiste en esas intenciones revela ser una variante cultural de esa misma porfía en ejercer el poder económico y el político en la sociedad. / Únicamente un tipo de educación musical es capaz de hacer justicia a la situación que acabo de mencionar: aquel tipo de educación no orientada hacia el profesionalismo de los músicos, sino aquella educación musical que se acepta como un medio que tiene la función de desenvolver la personalidad del joven como un todo, de despertar y de desarrollar facultades que son indispensables al profesional de cualquier área de actividad, como, por ejemplo, las facultades de percepción, de comunicación, de concentración, de autodisciplina, de trabajo en equipo -es decir, la subordinación de los intereses personales a los del grupo, la facultad de discernir, de análisis y de síntesis, de "soltarse", de "liberarse" y de autoconfianza, la reducción del miedo y de la inhibición causados por prejuicios, el desenvolvimiento de la creatividad, del sentido de responsabilidad, de la sensibilidad, de valores cualitativos y de la memoria-, y principalmente del proceso de concientización del todo, base esencial del raciocinio y de la reflexión. Nuestras escuelas, después de todo, ofrecen a sus alumnos cursos de deportes y fútbol, sin pretender con eso preparar o formar deportistas y jugadores de fútbol profesionales..."

Dice el informe venezolano: "Es importante destacar que el carácter social del programa es el norte del proceso, por lo que se debe tener conciencia de que sólo un porcentaje reducido de niños se dedicará profesionalmente a la música. Sin embargo, la totalidad de los beneficiarios adquirirán la vivencia de formar parte de una organización que está encaminada hacia un fin claro y determinado, y experimentarán la coherencia y efectividad del trabajo en grupo: sentirse partícipe de una orquesta, recibir la recompensa a su esfuerzo a través de los aplausos del público, elementos todos que fortalecen su espíritu e intelecto." Fascinante descubrimiento pedagógico: según este enfoque, los aplausos fortalecen tanto el espíritu como el intelecto.

"En educación", dice Schafer en el mismo texto citado, "los errores son más importantes que los éxitos. No hay nada más inconveniente que un éxito. (...) La persona exitosa solamente repite el mismo éxito. Por ende, para llegar a ser creativo hay que poder enseñar al límite del peligro." El camino señalado por el proyecto venezolano es, por el contrario, el de la incitación a la obsecuencia: "el Sistema (...) está contribuyendo en gran medida a construir en el espacio público, una imagen exitosa del músico venezolano, una carrera profesional como posibilidad, con status y reconocimiento social, y un modelo y oportunidad a seguir para las juventudes del país." Se habla a continuación, entre otras cosas, de "mérito" y de "disciplina".

Escribe Schafer: "Si se piensa en la orquesta sinfónica y en todos los bellos instrumentos que se exhiben en el escenario, uno podría preguntarse: si esta orquesta fue creada por europeos, ¿de dónde viene todo este oro y esta plata, el ébano, la madera de granadilla? ¡Toda esa materia prima salió de las colonias de Sudamérica, África y la India! Fue robada. Fue llevada a Europa y expuesta sobre el escenario para que la gente admirara la riqueza de sus colonias [7]. ¿Acaso deseamos perpetuar esta situación? Solamente estoy formulando una pregunta que ustedes mismos deberán contestar." ¿Habrá el abogado Abreu leído alguna vez a R. Murray Schafer?

A menudo", dice Schafer, "la educación responde a preguntas que nadie ha planteado. ¿Acaso el niño pide tocar el concierto "El emperador"? Realmente no. Entonces, ¿por qué insistimos en entrenarlo para que sea capaz de ejecutarlo? ¿No sería mejor preguntarle qué es lo que quiere hacer y ayudarlo a que lo logre?" Y señala en otro momento: "Uno no diseña una filosofía de la educación para otros, sino para uno mismo. Los educadores nos pasamos el tiempo repitiendo qué es lo mejor para que otros (lo) hagan. Sería muy bueno que todos los niños del mundo pudieran tocar escalas de mi bemol mayor, pero esto carece de importancia."

Escribe Reina Reyes en su libro ya mencionado: "Cuando se acusa a los jóvenes de irresponsabilidad, no se piensa que la responsabilidad se experimenta en una actividad liberada de imposiciones. Un excesivo dominio de los adultos, una falta de confianza en lo que el joven puede realizar, no favorece conductas responsables, salvo que se interprete la responsabilidad como obediencia a órdenes recibidas."

El proyecto Abreu interesa aquí porque está explicitado en un informe escrito, y porque - como vemos - se puede tomar como caso tipo de un fenómeno que tiene en América Latina varios antecedentes de carácter similar y que, en esta formulación, se ha extendido a otras regiones.

El Sistema venezolano solicita el apoyo de los gobiernos, y se pregunta: "¿Qué otros argumentos necesitan nuestros gobiernos para testimoniar acerca de la función, el poder y la necesidad universal de la música por parte de los seres humanos?" Pero el proyecto no enseña música, sino una música específica, que no es -como no lo es ninguna música- "universal". Es la música de un momento específico, largamente pretérito, de la cultura culta dominante en la Europa occidental, la misma Europa que había establecido su dominio militar, económico y político sobre el resto del mundo, tras su expansión iniciada en el siglo XVI.

"Las bases de este sistema derivan", dice el informe, "de la consideración de que todos los recursos pedagógicos, metodológicos y musicales están íntimamente relacionados con el aprendizaje de la lengua materna, que es innato en el ser humano". Precisamente allí reside el punto más neurálgico de la concepción del aparato orquestal de este tipo de proyectos pedagógicos. La música culta de la Europa occidental de los siglos XVIII y XIX es transformada en un elemento educador íntimamente relacionado con el aprendizaje de la lengua materna. ¿Ésa es la lengua que debería ser materna en los futuros ciudadanos de América Latina?

Allegro con brio (fragmento)

"Por medio de la enseñanza musical y la participación de los niños y jóvenes en las orquestas, se favorece la formación de músicos y el descubrimiento de talentos en los estratos más pobres de la población, otorgándoles a los participantes beneficios que se proyectan más allá del ámbito de sus vidas personales", se afirma.

Dicho de otro modo, este tipo de sistemas drena talentos musicales que podrían ser útiles para el desarrollo de la música popular y culta de un país mestizo latinoamericano, para transformarlos, con el halago económico, en bufones del sistema. No en dueños de su futuro, sino en mano de obra pre-programada para un futuro -un futuro-limbo- que consiste en repetir el pasado ajeno para distracción mundana de un público adinerado con poca cultura, o -en los casos más destacados- para renovación de mano de obra en los países metropolitanos, una mano de obra de costo nulo, cuya capacitación para hacer algo inútil ha sido pagada con los dineros de un pueblo al que se le ha hecho creer que eso era útil para los venezolanos [8].

De hecho, desde que existe el Sistema Nacional de las Orquestas Juveniles e Infantiles, parecería que la música popular de Venezuela no se ha enriquecido ni se ha renovado, sino que se ha estancado en una alarmante falta de creatividad y en un extraño endurecimiento de su ejecución. Y en la música culta no se ha producido la necesaria renovación generacional de creadores de alto nivel. Por otro lado, la oferta de repertorio no se ha hecho más calificada, sino que se ha banalizado, en la repetición infinita de los mismos lugares comunes, de lo más transitado del pasado ajeno, cerrándose casi por completo a la afirmación del siglo XX y lo que va del XXI, que es lo menos que podía haberse hecho.

Y aparece otro aspecto de la banalización, la que surge del populismo: se está "favoreciendo a la vez la superación de la dicotomía música popular-música académica, al involucrar a ambas en los repertorios de los conciertos semanales (...)." Y se llega, nuevamente, a la falsa conclusión acerca del "carácter universal del ser humano". La música popular, se dice, "se está enriqueciendo con la posibilidad de ser orquestada" [9]. Los aparatos culturales y educativos pagados con los dineros públicos van alimentando una visión del mundo absolutamente eurocentrista y anacrónica, un sistema de valores que sólo sirve para alienar al muchacho respecto a su medio sociocultural y respecto a su momento histórico.

El periódico mexicano La Jornada nos cuenta en su edición del 28 de junio último [10] acerca de los "Niños cantores de Chalco", que califica de "oasis de cultura" ya desde el título. Dice que son "Pobres sí, aunque diferentes." Y explica: "Hijos de obreros, vendedores ambulantes, migrantes, madres solteras y de uno que otro profesionista, ahora sueñan -y algunos ya lo lograron- con estudiar en el Conservatorio, con danzar por el mundo en zapatillas de ballet, con ser cantantes de ópera o buenos profesionistas."

Se habla de un muchacho de 18 años que gracias a esta iniciativa "se siente diferente del resto de sus compañeros". Una niña de 10 declara haber aprendido, entre otras cosas "música buena". Su madre agrega que el coro representa "un nivel social en el que yo no podría poner a mi hija". Una abuela se enorgullece porque en su hogar, ahora, "no se escuchan Paquita la del Barrio, Paulina Rubio y Los Broncos, sino los valses de Johann Strauss, Carmina Burana en la versión de la Orquesta de Filadelfia o los clásicos latinoamericanos" (sic).

La periodista no explica qué entiende por clásicos latinoamericanos ni cómo hace la abuela para escuchar cosas que ni se pueden comprar en la disquería ni son programadas en las radios de México. Poco antes, otro periódico mexicano, Reforma, en su edición digital [11], publica unas apreciaciones de una flautista que se presenta como musicóloga, y que dice de los roqueros mexicanos, entre otras joyas coleccionables: "¿Hasta dónde pueden avanzar estos músicos si desconocen el sistema temperado europeo?"

Hay otro aspecto sobre el que me gustaría insistir un poco: hay dinero, mucho dinero en juego en las agrupaciones de este tipo que se han establecido en diferentes países, y específicamente en el Sistema Nacional de las Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela.

Ese dinero trastorna al adolescente de esas clases pobres a que hace referencia el informe, pero trastorna además a todo su grupo familiar. Dice el informe: "El grupo familiar del beneficiario, la comunidad de la que forma parte y sus otros círculos de vinculación y actividad reciben beneficios indirectos, toda vez que el niño es parte integrante de ellos.". El grupo familiar pasa, de un momento a otro, a depender mágicamente del caudillesco gesto del padrino de turno, distorsionando totalmente los mecanismos de inserción social, e instigando a una filosofía de sálvese quien pueda a todos quienes entran en su mecanismo de prebendas: "El niño, (...) mediante las oportunidades que la orquesta le ofrece, empieza a presionar para conseguir mejoras económicas y sociales para su núcleo familiar (...)", se confiesa.

El mecanismo de prebendas los desprende artificiosamente de su realidad social, creando una ilusión de mejoramiento que -curiosamente- depende de la voluntad omnímoda de una sola persona —o de un grupo de personas, lo que a los efectos es lo mismo-. Dice el informe: "los miembros del sistema se desempeñan no solamente como ejecutantes sino también como directores y profesores dentro del sistema", lo cual permite deducir que la intención del Sistema no es la inserción del muchacho en la sociedad real sino la realimentación del propio Sistema.

Dice el informe que el Sistema "atiende un total de aproximadamente 73.698 personas, que integran 25 orquestas preinfantiles, 47 orquestas infantiles, 45 orquestas juveniles, 19 orquestas profesionales, 377 agrupaciones corales, 1.355 agrupaciones corales afiliadas y 5 talleres de lutería." Si las 19 orquestas llamadas profesionales estuvieran integradas por un promedio de 60 personas, y si cada integrante ganase por mes un salario promedio de mil dólares, sólo esa pequeña parte del mega-proyecto significaría un presupuesto mensual de más de un millón de dólares. Redúzcase a la mitad, y la entidad financiera de la jugada no varía mucho. Piénsese cuánto se podría hacer seriamente en materia educativa con medio millón de dólares, en un país donde la mitad de la población vive por debajo del nivel de pobreza [12].

"El 66,8% de los hogares de los participantes se encuentran en situación de pobreza", nos dice el informe, y agrega que "se podría afirmar que el 82,1% de los participantes provienen de familias de extracción popular." La definición de bufones de la clase adinerada para la que se prepara a los muchachos de este tipo de sistemas queda así mucho más clara.

Otro punto de interés: las orquestas profesionales de Venezuela, ¿no continúan, décadas después de iniciado el proyecto, llenas de instrumentistas extranjeros?

Los educadores, ¿podemos alegar inocencia en nuestras opciones? Podríamos hacerlo si sólo fuéramos ciudadanos sin responsabilidad formativa sobre los ciudadanos del mañana. Pero en tanto asumamos nuestra tarea educativa, es imperioso que lo hagamos con un equivalente ético del mentado juramento hipocrático que consagra como médico a un hasta entonces sólo egresado de la Facultad de Medicina. No es necesario que sea explícito, como el hipocrático, pero debería ser un compromiso con el futuro de nuestros conciudadanos.

Un informe producido en 1974 por un grupo de investigadores de estrategia en la Escuela Nacional de Guerra del Pentágono, citado por Roger Wallis y Krister Malm [13], señala: "En este siempre más pequeño globo nuestro, todas las sociedades, todas las culturas, están comprometidas en una inevitable competencia por el predominio y la supervivencia. Quienes van a moldear el mundo del mañana son aquellos que son capaces de proyectar su imagen (a ejercer la influencia predominante y una influencia de largo alcance). (...) Si deseamos que nuestros valores y nuestro estilo de vida sean triunfantes, estamos forzados a entrar en competencia con otras culturas y otros centros de poder.

Para este fin, las compañías multinacionales ofrecen una fuerza considerable. Su creciente arsenal de negocios con sus bases extranjeras trabaja para nosotros 24 horas por día. Se trata de un hecho de ósmosis que no sólo trasmite e implanta métodos empresariales, técnicas bancarias y relaciones comerciales norteamericanas, sino también nuestros sistemas y conceptos judiciales, nuestra filosofía política, nuestro modo de comunicación, nuestras ideas de movilidad, y un modo de contemplar la literatura y el arte apropiados para nuestra civilización".

[1Reina Reyes: Para qué futuro educamos. 4ª edición revisada. Banda Oriental, Montevideo, 1987

[2El subrayado es de Reina Reyes

[3Violeta Hemsy de Gainza: "Ráfagas de globalización para la educación musical: el efecto Mozart y otras grageas". Mecanoscrito

[4Violeta Hemsy de Gainza & Carmen M. Méndez Navas (compiladoras): Hacia una educación musical latinoamericana. Comisión Costarricense de Cooperación con la Unesco, San José de Costa Rica, 2004

[5Schafer es el creador del concepto de paisaje sonoro

[6"La constitución de la orquesta y su organización son también figuras del poder en la economía industrial."(Jacques Attali: Ruidos. Ensayo sobre la economía política de la música. Siglo Veintiuno, México, 1995

[7Me explica Schafer luego que la madera con la que se construyen los arcos de los violines proviene de Recife, Brasil

[8La problemática de programar a los países dependientes como suministradores de trabajadores calificados con un costo nulo para el país dominador que los recibe es antigua, pero se renueva constantemente. Es una variante de la técnica imperialista de nutrirse con la miseria de los países sometidos. En el último número de la revista Deutschland, editada por el Ministerio de Relaciones Exteriores de Alemania (Nº 4/2004, Fráncfort del Meno, VIII/IX-2004), Marielouise Beck, Comisionada del gobierno de ese país para la Migración, los Refugiados y la Integración, escribe (bajo el título "Por una sociedad abierta"): "La nueva ley [de inmigración] trae varias mejoras, sobre todo para los expertos y especialistas". En el mismo número, Gunter Hofmann, periodista del prestigioso semanario Die Zeit, habla, como Beck, de "extranjeros altamente cualificados", y aclara "por ejemplo científicos o expertos en computación" . En el transcurso de su artículo ("Ley de inmigración: La senda está abierta"), aparecen citas significativas. Cem Özdemir, diputado del Europarlamento por los Verdes/Alianza 90, habla de "atraer a los mejores cerebros" . Sibi Unnithan, de la India, que "programa software desde hace más de tres años para la empresa Case Consult", dice: "La nueva ley de integración aumenta el atractivo de Alemania para los especialistas extranjeros"

[9Escriben en Costa Rica Alejandro Cardona y Diego Díaz: "Escuchen los desastres que hace Plácido Domingo cuando deja de cantar ópera y se mete con los boleros. Háganlo y hablemos después." ("Ritmo e identidad: ¿Dondé está la Ma teodora?". Mecanoscrito.)

[10Karina Avilés: "Los niños cantores de Chalco, oasis de cultura". In: La Jornada, Ciudad de México, 28-VI-2004

[11María Eugenia Sevilla: "En el libro "Rock-eros en concierto "la flautista Violeta Torres hace un análisis musicológico de este género". In: Reforma, Ciudad de México, 31-I-2003. También: http://www.reforma.com/cultura/articulo/265549/

[12El 47 % según el CIA World Factbook. Véase http://www.indexmundi.com/g/r.aspx?c=rw&v=69&l=es

[13Roger Wallis & Krister Malm: Big sounds from small peoples. The msuic industry in small countries. Constable, London, 1984