El acontecimiento del Festimusic pasó como un huracán hace un par de semanas, y la asistida jornada rockera que tuvo como plato fuerte a los mexicanos Café Tacuba merece algunos comentarios acerca de esta banda chilanga.

Tacuba subió al escenario aquel viernes 29, y lo suyo pegó desde un inicio. Pero lo que sin duda gran parte de aquel público desconoce es que varios de los temas interpretados por Café no son de su propiedad, y ya han sido famosos a través de sus creadores originales. ¿Cuál es el raye dirá usted?, pues que en el medio local el virus del cover es la causa principal de la limitada creatividad de nuestros músicos, lo cual ha generado variadas críticas a la hora de juzgar la verdadera producción y renovación de nuestro movimiento rockero.

Entonces, ¿por qué no enjuiciar esta comodidad de la banda del cantante con sombrero de pollo, que llega como la gran agrupación del norte, la de MTV y Gramy, y la de variados discos premiados? ¿No es acaso un facilismo el recurrir a viejos éxitos ajenos y regrabarlos disque, con nuevos arreglos?

De la docena de temas que Café Tacuba interpretó en su concierto, casi la mitad no son de su creación. “No controles”, que pertenece al español Ignacio Cano, “Como te extraño mi amor”, del argentino Leo Dan, “Tírate” y “Déjate caer”, de los chilenos Los Tres, un corrido del folklore mexicano, y “Ojalá que llueva café”, del barbado Juan Luis Guerra, fueron los temas interpretados, a su estilo claro, por el ecléctico grupo.

El presentar temas en vivo que no son de autoría propia, no es de exclusividad de Café Tacuba, lo hacen los Rolling Stones cuando tocan “Like a rolling stone”, de Bob Dylan, los Deep Purple cuando tocan “Hush”, de The Beatles, Charly García cuando interpreta “Rezo por vos”, de Spinetta, o Britney Spears que ahora canta “I love rock & roll”, de Joan Jett & the Blackhearts.

Pero, basar un concierto en canciones arregladas de otros autores, ¿no es hasta poco decoroso? Se trata del concierto de uno, no de un tributo a las agrupaciones que más gustan o que más le han influenciado. Como se dieron las cosas -Café Tacuba pidió previamente una lista con los temas más pedidos en el medio- el concierto iba a ser exitoso, pues la banda no vino a arriesgar; llegó a consentir -¿grupo en decadencia?- el gusto de un público mediocre que se aprende muy bien la jerga mexicana pero no reconoce los modismos que emplea la chola de la esquina, por ejemplo. Es el mismo público que disfruta del corrido pero que pegaría el grito al cielo si de bailar un huayño se trata. Es decir un público sin personalidad, mucho menos gusto o cultura musical.

Para desengaño de multitudes, el tema “Chilanga banda”, que inútilmente se coreó para que pueda ser interpretado por los “charros”, tampoco es de autoría de Tacuba. Pertenece a un creador casi marginal, Juan Jaime López, un cuate que se dedicaba a inventar canciones a partir del léxico popular de su México querido.

Fraude local

El anunciado Rock&bol, el “gran acontecimiento del rock boliviano”, fue una burda careteada, así nomás. Primero que nada, ¿quién es el Pato Peters para abanderarse como el nuevo paladín del movimiento rockero local, disque nacional, nombrando y premiando a quienes difícilmente encaran la maldita tarea de hacer rock? ¿Tiene un perfil de artista o empresario? A leguas se nota que es más lo segundo. Entonces, ¿qué jode?.

Se lo reconoce por locutor, y el papel de éste es el de difundir música y opinar (si es que opina) en su espacio radial, y debería remitirse a eso pues, ¿con qué criterio elige a los grupos nominados?, ¿con el de su escuálido rating?, ¿con las llamadas de teenagers desinformados? Se dice que existe un Tribunal que elige a los postulados (¿será como en la vieja Roma?) conformado por, además de los músicos del medio, especialistas que no son más que productores y empresarios relacionados a la música. Es decir, mi cuate, tu cuate, el cuate de mi cuate, el cuate de tu cuate....

Cuanta razón tenía el grupo Marraketa Blindada cuando afirmaba, al tiempo de retirarse del concurso, que la actitud artística está vetada, “descartada, cuando se reconoce al mediocre, se congratula al que hace las cosas a medias. Es decir que suponemos quienes ganarán”. (Suplemento Fondo Negro, La Prensa, octubre 2004).

Marraketa Blindada denunció que las nominaciones estaban manipuladas y apuntaban, por sobre todo, a comercializar a un grupito de músicos amigos del programa de Peters, usando como carnada a otras bandas.

Alfonseka no fue el único que renunció, días previos al acontecimiento, Peters recibió una llamada de Panchi Maldonado, líder de Atajo, quien pidió que se retire a su banda de las nominaciones puesto que él no compartía la entrega de premios. Curiosamente, el nombre de Atajo no desapareció de las listas, y en esto Peters le da la razón a Alfonseka Marraketa, pues la banda de Maldonado fue nominada a pesar de que su música está prácticamente vetada en el programa de la FM. Por eso la bronca de Panchi.

No solamente es fallida la forma de nominar, también la organización en sí. Los músicos, por lo menos la mayoría, no se enteran de sus nominaciones hasta horas previas al show y, por lo general, deben retirar ellos mismos sus entradas, sólo una por instrumentista, la o el acompañante debe pagar su entrada, esta vez de Bs. 20. Pero cuando Gonzalo Gómez de Go Go Blues se apersonó a la radio por sus boletos, se encontró con que faltaba un pase, ¿de quién?, el de Panchi Maldonado, de Atajo, que también toca la armónica en el grupo de Gómez. Muy obvio y muy bajo a la vez.

Ya la fiesta en sí fue todo menos un encuentro rockero. ¿Desde cuándo se obliga a las huestes rebeldes, pelilargas, a que se enfunden zapatos y acogoten con las corbatas de sus viejos? Así no se le da seriedad ni se le brinda ningún aporte al movimiento rockero local, que ya de rockero tiene poco pues el público que se dio cita en el hotel cinco estrellas, parecía más presto a una fiesta de quince años que a practicar mush, pogo, -o un sniff, ¿entienden, no?- o siquiera menear la cabeza con feeling. Fue ante todo un show, parafernalia en donde un Conejo Arce se anima a despotricar contra Bush. Si es tan antinorteamericano, ¿por qué su grupo se expresa en inglés?

Y sobre los premios, hay mucho que contar. ¿Cómo cae el premio en Omar Gonzáles, viejo lobo del micrófono, cuando está a la vista para todos que el merecedor es el melódico carilindo Alejandro Delius? El bajista de Deszaire, una banda de covers, Alex Iturralde, ¿es mejor que Julio Jaime, rockero y compositor de vieja data y militante de varias bandas a la vez (Pateando al Perro, Go Go blues, Atajo, Oscar García)? ¿Grupo en vivo Llegas, con un líder que toca siempre displicente? ¿Grupo Nuevo Apie, conocido más por su versión de “Morena tropicana” que por alguna nueva canción? ¿Y los ganadores de la categoría hip hop, dónde tocan? Además, ¿quién elige finalmente a los premiados?, ¿hay claridad en el asunto? Entre bambalinas se sabe que en la versión pasada de los premios, Quirquiña estaba disconforme con los resultados y pidió recuento. En el interín, se descubrió que el Grillo Villegas había votado por sí mismo en la categoría Mejor Guitarrista. ¿Entons?

Por otro lado, con tantas categorías, a alguno terminó por llegarle su souvenir.
Algo también nefasto sucede con el Marathon Rock 2004 / Paceña, (antes era Pepsi, mañana tal vez sea Yuasa o Samsung o Petrobras o Burger King, con plata hasta el perro canta). Según sus ejecutores, increíblemente, la apertura del boliche a bandas nóveles ha permitido la saludable aparición de 300 grupos de rock locales. ¿Dónde están? ¿Usted recuerda una que valga la pena entre tamaño número? La cosa es calidad, pero queda claro que con cantidad es como se llena un pub. ¿Cuál es el aporte de éstos dos empresariados rockeros?, ¿qué hace el Equi por las 300 bandas? Produce a una, ¿y el resto? Que las iniciativas sean buenas es el viejo consuelo del boliviano. Queda claro que de todos, los menos beneficiados son los hacedores del rock, y más bien se aprovecha de la imagen de estos.

Esto por una sencilla razón. Las nuevas generaciones rockeras quieren constreñir su carrera al estrellato, y en esto tienen culpa las nuevas tecnologías y los medios masivos que han hecho de la música un elemento vacío del consumo cultural.
El rock no puede ser concebido como un concurso, por ver quién graba más, quién aparece antes en televisión o quién tiene su primer video en MTV. Se dice algo cuando se tiene qué decir y si se puede hacerlo. ¿Se imaginan a Jimi Hendrix o The Doors salidos de un concursito? El rock es un sentimiento, duro, rebelde, agresivo, atroz. Como la buena literatura, el rock auténtico se alimenta de locura y crimen... el resto es ruido. Es en condiciones adversas cuando el rock se carga con mayores argumentaciones para ser reconocido, vigor que lamentablemente fue perdiendo decibeles en nuestros últimos tiempos.