Algunas de las «lecturas» aconsejadas por el IAGS

Mientras que los precios del petróleo alcanzan sus niveles máximos, acaba de surgir una iniciativa pretendidamente «no partidista», destinada a analizar el problema de la dependencia de los Estados Unidos de las importaciones de petróleo, en medio de un sorprendente silencio mediático. Sin embargo, este nuevo think tank, llamado Instituto para el Análisis de la Seguridad Global (Institute for the Analysis of Global Security, IAGS), reúne a todos los que cuentan entre los neoconservadores.

El mismo redactó un informe que pretende, un mes antes de la elección presidencial estadounidense de noviembre 2004, esclarecer al público, y sobre todo a los dirigentes norteamericanos, sobre los desafíos que enfrentará el país en los próximos cuatro año y más allá.
Los miembros del grupo «llaman a los dirigentes de los Estados Unidos a comprometerse a adoptar el plan con vistas a diversificar rápidamente el abanico de carburantes, más allá del petróleo, mediante la utilización de las tecnologías e infraestructuras disponibles para el sector del transporte norteamericano».

Afirman que si el plan es adoptado en su totalidad «la reducción de las importaciones de petróleo por parte de los Estados Unidos podría ser una baja del 50%».
Los autores del documento estiman que se trata de la mejor solución para garantizar la seguridad global, la prosperidad y la libertad. En realidad el informe está destinado a convertirse en el programa energético del segundo mandato de Bush.

La flor y nata de los institutos estratégico-militares

Esta «Carta Abierta a los Norteamericanos», acompañada de un proyecto para la seguridad energética ambiciosamente titulado «Liberar a América», fue aprobado por una serie de think tanks (Centro o instituto de investigación y divulgación de ideas, generalmente de carácter político) especializados en cuestiones altamente estratégicas, a saber:
 El Centro para la Política de Seguridad [1]
 La Fundación para la Defensa de las Democracias
 El Instituto Hudson
 El Comité para el Peligro Presente
 La Fundación del Consejo Nacional de Defensa

El IAGS es codirigido por tres personas:
 Dr Gal Luft, especialista en estrategia, geopolítica, terrorismo, cuestiones relacionadas con el Medio Oriente y seguridad energética. Ha publicado numerosos artículos en revistas como Foreign Affairs, Commentary Magazine o en Middle East Review of International Affairs. Es doctor en estudios estratégicos en la H. Nitze School of Advanced International Studies (SAIS) de la universidad John Hopkins.

 Anne Korin, directora de la publicación Energy Security Biweekly, especialista en seguridad de suministro energético, de la OPEP, del continente Áfricano, de terrorismo marítimo, de seguridad energética, de estrategia energética e innovación tecnológica. Sus artículos han aparecido en Foreign Affairs, Commentary Magazine y en Journal of International Security Affairs.

Ha trabajado especialmente para Exxon International (Esso), KPMG y Goldman Sachs. Es ingeniera graduada en la universidad John Hopkins y hace un doctorado en Stanford.

 Donald M. Wallach, presidente de Wallach Associates, Inc., se ha destacado en el reclutamiento para la industria de alta tecnología, es especialista en defensa e inteligencia. Ha cursado estudios en el Instituto Tecnológico Case y en la Escuela de Comercio de Harvard.

Los miembros asociados son:
 el Dr. Christopher Fettweis, autor de una tesis sobre el petróleo como fuente de conflictos armados importantes en el siglo XXI;

 Adnan Vatansever, consultor en el sector energético, especialista en Rusia y en los Estados recientemente independientes, trabaja actualmente en el rol que las fuentes energéticas rusas juegan en la transición de Rusia hacia la democracia;

 el Dr. Cyril Widdershoven, propietario de la sociedad Mediterranean Energy Political Risk Consultancy, especialista en el Medio Oriente, analista de estrategia militar, consultor en inversiones en el sector de la energía, ha contribuido con revistas como Jane’s Pointer and Intelligence Review y finalmente:

 Richard A. Giragosian, analista para la sociedad privada de consultoría Abt Associates Inc., especializada en la evaluación de políticas y programas federales así como en cuestiones de seguridad federal. Este último ha colaborado con Radio Free Europe (RFE/RL), con el Jane’s Information Group, con el Instituto de Investigaciones sobre Asia Central y el Cáucaso, de la universidad John Hopkins, con la Fundación Eurasia Insight de George Soros, con la Fundación Bertelsmann, el CSIS, la Comisión Económica adjunta al Congreso de los Estados Unidos como experto de enlace entre la CIA y la DIA (Defense Intelligence Agency), el U.S. Army, la OTAN, la ONU, el Banco Mundial, la OSCE, etc.

Izquierda: James Woolsey. Centro: Dr. Gal Luft. Derecha: Dr. Ariel Cohen
Fotos Institute for the Analysis of Global Security (IAGS)

Es igualmente profesor de conferencias invitado en la John F. Kennedy Special Warfare Center & School de Fort Bragg [2].

El principal asesor del IAGS es R. James Woolsey, ex director de la CIA y vicepresidente del Booz Allen Hamilton, una firma internacional de asesoría en gestión donde se especializó en la protección contra las amenazas y vulnerabilidades potenciales.

Demócrata neoconservador asumido, ha servido en dos administraciones demócratas y en dos republicanas; ha conducido el Iraqi National Congress de Ahmed Chalabi, que es considerado su marioneta. Actualmente desempeña un importante papel en la constitución de la próxima administración Bush a través del «Comité para el Peligro Presente» al cual ha resucitado.

La inminencia de una crisis energética sin precedentes oficialmente reconocida

Para «liberar a América» el IAGS propone una solución que se sitúa desde ahora en dos antípodas de la actual política de la administración de George W. Bush.
Esta última, cuyas bases teóricas −y políticamente aceptables− fueron planteadas en el informe de la Comisión Cheney sobre energía [3] puede resumirse, en la práctica, al intento de diversificar las fuentes de suministro mediante el derrocamiento o la desestabilización del gobierno de Estados productores de petróleo o estratégicamente importantes (Guinea Ecuatorial, Sao Tomé, Georgia, Venezuela, Arabia Saudita) y la colonización militar de Irak (segunda reserva mundial de petróleo).

Ahora bien, esta estrategia ha demostrado claramente sus límites prácticos: indignación de la comunidad internacional, golpes de Estado abortados o fracasados y desastrosas aventuras militares se han sucedido durante los últimos cuatro años.

A este triste balance se pueden añadir los factores agravantes, en términos de urgencia para remediar la situación, del aumento de la producción global que es hoy oficializada por las publicaciones del IAGS y de la alta alza inesperada −seguido de una caída brutal que acaba de comenzar− de la producción de gas natural en América del Norte con graves consecuencias económicas.

Abandonando o saliendo por lo tanto del escenario o de los pronósticos de producción desmesuradamente optimistas de la Agencia Internacional de Energía o del World Energy Council: el IAGS se apoya ahora en las cifras de la Asociación para el Estudio del Pico de la Producción Mundial de Petróleo (ASPO) y comprueba la reducción de la producción de los países no miembros de la OPEP.

La concentración del 60% de las reservas mundiales restantes en cinco países del Medio Oriente, etc. [4].
Sospechábamos, con la presencia de Matt Simmons entre los consejeros de Dick Cheney y la naturaleza, por lo menos agresiva, de la política energética norteamericana, que quienes toman decisiones en Washington tomaban en serio la reducción inminente de la producción de petróleo.
Ahora es algo oficial: encontramos incluso entre las sugerencias de lecturas del IAGS el libro que circula de mano en mano en los medios más informados del sector energético desde hace más de un año: The Party’s over: oil, war and the fate of industrial societies [5].

La obra es un condensado de los trabajos de la ASPO que predican, con fuerza gráfica, la caída inminente de la producción mundial de petróleo y sus inquietantes consecuencias globales.

Así, el IAGS toma al pie de la letra la cuestión del agotamiento de las fuentes y afirma en su informe: «Nos enfrentamos a lo que podría calificarse como «perfecto cataclismo» [6] entre condiciones estratégicas, económicas y ambientales que, si son correctamente comprendidas, nos imponen la implementación, en los próximos cuatro años, de una reducción de las cantidades de petróleo importadas provenientes de las regiones inestables y hostiles del mundo.»

El Instituto prosigue recordando las cifras de la dependencia norteamericana, a saber, el 65% del petróleo de consumo nacional es importado; la competencia de China en un mercado en el que disminuye la oferta; los 27 000 empleos sacrificados, según estimados, por cada mil millones de dólares de importación, para terminar su introducción alarmándose por el plazo necesario para convertir el sector del transporte: de 15 a 20 años.

Por lo tanto es un imperativo comenzar desde ahora. Contrariamente a los informes anteriores, este enfatiza en las medidas domésticas tendentes a reducir el consumo y aleja definitivamente la alternativa de la diversificación de las fuentes de suministro debido a la reducción de la producción de los países no miembros de la OPEP.

¿Será la ciencia la que a salvarnos de esta situación?

El problema que se plantea, con la lectura de los trabajos del IAGS, es el de la validez científica de las soluciones propuestas para reducir un consumo doméstico de petróleo que representa actualmente el 25% del consumo mundial.
Si la visión del IAGS parece realista en cuanto a la situación mundial en términos de recursos, las soluciones propuestas no son convincentes.
A modo de recordatorio, durante su discurso sobre el estado de la Unión de 2003, George W. Bush prometía el advenimiento de la «economía del hidrógeno» para limitar los cambios climáticos y para que el «país redujera su dependencia en cuanto a fuentes extranjeras de energía».

Estas declaraciones suscitaron la hilaridad de la comunidad científica independiente, pues el hidrógeno, que no es una fuente de energía, sino un vector, no será nunca económicamente factible [7].

El IAGS reconoce el aspecto quimérico de la economía del hidrógeno y llama a encontrar «soluciones realistas» pues, explica, «No tenemos tiempo para esperar por la comercialización de tecnologías hoy inmaduras. Los Estados Unidos deberían desplegar tecnologías que hoy existen y están disponibles para un uso extendido».

¿Pero qué propone como sustituto? Propone la diversificación de los carburantes y la conversión de los motores por un costo mucho más modesto. Deberían poder alternar entre carburante convencional, etanol (carburante producido a partir de cereales y mezclado con gas natural licuado «para mayor eficacia energética» [sic]), metanol (carburante producido a partir de carbón o desechos) y energía eléctrica almacenada en las baterías con que ya están equipados los vehículos «híbridos».

James Woolsey ex director de la CIA

En 2025, la combinación de estas tecnologías en el motor de todos los carros del parque automovilístico norteamericano permitiría, según el informe, mantener, en el mejor de los casos, el consumo actual de ocho millones de barriles diarios contra una demanda proyectada de 20 millones de barriles diarios si no se toma ninguna medida drástica.

A estas recomendaciones, más realistas que «la economía del hidrógeno», podemos señalar desde ya lo siguiente: desde hace largo tiempo los científicos han señalado que la producción de todos estos carburantes alternativos, incluidos los derivados del carbón, implica la utilización de una gran cantidad de petróleo y gas natural. Trátese de carburantes producidos a partir de cereales o de derivados líquidos del carbón, sus costos de producción aumentarán proporcionalmente al del petróleo y al del gas natural.

Por una parte la agricultura intensiva es gran consumidora de petróleo y gas natural en forma de abonos y pesticidas; por otra la extracción y la transformación del carbón en condensado líquido, si no es realizada por esclavos, consume igualmente enormes cantidades de petróleo. La conversión de los motores por un costo modesto sería, por el contrario, un medio eficaz para limitar el consumo de las reservas estratégicas en caso de interrupción brutal del suministro de petróleo al país.

¿Hacia una «economía del carbón» o una guerra mundial?

Como conclusión el informe propone una serie de medidas gubernamentales a escala nacional que se resumen en una palabra bastante extraña tratándose de liberales: subvenciones.
Subvenciones a los fabricantes de automóviles, a las investigaciones científicas, al transporte colectivo, etc.

Esto no es nada sorprendente si se tiene en cuenta que la producción de etanol en Francia está subvencionada al 300% porque simplemente no es rentable. Sin embargo, el costo estimado de este proyecto, que los autores del informe no dudan en comparar al Proyecto Manhattan o al Proyecto Apollo, sólo se estima en 12 mil millones de dólares, una fracción de lo que se ha gastado hasta el presente para la colonización de Irak.

Para comprender el documento del IAGS es necesario revelar su aparente contradicción interna. Las medidas propuestas para reducir el consumo doméstico pueden ser eficaces, pero solamente durante un corto período, pues no modifican las necesidades energéticas y se limitan a una diversificación marginal de los carburantes.

No pueden ir más lejos, a no ser que los Estados Unidos vuelvan a la economía del carbón. Por lo tanto su tendencia no es, contrariamente a los objetivos anunciados, responder a la crisis energética global, sino únicamente a una crisis momentánea de suministro a los Estados Unidos. Se trata en realidad de un plan de emergencia, preparado con antelación, para resolver una situación de crisis pasajera aguda provocada por un acontecimiento político mayor que afecte a un gran país exportador.

El IAGS aconseja la lectura no sólo de obras técnicas sobre cuestiones petroleras, sino también una abundante literatura que sataniza a los Saud (disnatía o monarquía reinante actualmente en Arabia Saudita) que es además el primer país exportador de petróleo. En el aspecto político, el Instituto es dirigido por James Woolsey, teórico e ideólogo de la confrontación, de la «Cuarta Guerra Mundial» y de la «Guerra al Terrorismo» [8].

Este ex director de la CIA, que fue uno de los más ardientes promotores de la invasión a Irak, defiende hoy el derrocamiento de los Saud, la desestabilización de Irán y de la Federación Rusa. El plan del IAGS permitiría a la economía norteamericana atravesar el período de desorganización de los mercados petroleros que seguiría a una nueva aventura militar de los neoconservadores.

[1«Los manipuladores de Washington», por Thierry Meyssan, Voltaire, 13 de noviembre de 2002.

[2«Las redes estadounidenses de desestabilización y de injerencia», por Thierry Meyssan, Voltaire, 20 de julio de 2001.

[3«Les ombres du rapport Cheney», por Arthur Lepic, texto en francés, Voltaire, 30 de marzo de 2004.

[4Ver nuestro artículo: «Le déplacement du pouvoir pétrolier», por Jack Naffair y Arthur Lepic, texto en francés, Voltaire, 10 mayo de 2004.

[5Por Richard Heinberg, New Society Publishers, 2003.

[6N. de la R. Hemos preferido esta especie de barbarismo a una traducción literal de perfect storm, que sería inadecuada.

[7Ver la traducción en francés del informe de Michael Ruppert sobre la conferencia de la ASPO en París, en mayo de 2003, donde un ponente resumía el problema en estos términos: «En estos momentos, en el mercado, nos encontramos en una situación en la que tenemos un carburante convencional, es decir, petróleo, que quemamos en un motor de combustión que realiza el trabajo. Por lo que creo comprender en lo que defienden los partidarios del hidrógeno conducidos por Jeremy Rifkin, se trata de una economía del hidrógeno consistente, a grandes rasgos, en tomar nuevamente carburante convencional o producir energía alternativa limpia, solar o eólica, para producir electricidad, a fin de dividir las moléculas de agua en hidrógeno y oxígeno para así comprimir este hidrógeno con el objetivo de transportarlo y almacenarlo en forma líquida, y luego finalmente inyectarlo en un motor de hidrógeno que produzca electricidad al accionar la máquina. ¿Creen ustedes verdaderamente que es lo que se llama eficacia?

[8La «Tercera Guerra Mundial» habría sido la Guerra Fría.