W en la ONU

1.

No tenga escrúpulos A falta de motivos reales, invéntelos. Mienta al Congreso, al país y a la opinión pública mundial. Acuse al enemigo de poseer armas de exterminio en masa, de estar ligado a Al Qaeda y responsabilícelo con los sucesos del 11-S. Manipule al ejército hasta lograr que aquellos que van a morir lo saluden.

2.

No se preocupe por la legalidad o la legitimidad de sus acciones. Involucre a la ONU y después desconózcala; no vacile en utilizar a Kofi Annan, siempre habrá tiempo para desacreditarlo. No preste atención a los precedentes de Woodrow Wilson, Roosevelt, Truman y Bush padre que creyeron en la utilidad de las coaliciones internacionales y sobre todo, no vacile en desoír a valiosos aliados como Francia y Alemania, ignore a los rusos y desconozca a China, un imperio es más poderosos cuando está más solo.

3.

Actúe con arrogancia, subestime al enemigo, omita cualquier consideración acerca de su cultura, tradiciones y valores morales. No acepte las habladurías acerca de la cultura del árabe. No deje que le hablen de religión, excepto de aquella en la que usted cree ni acepte la idea de un diálogo entre civilizaciones, sólo hay una: la suya.

4.

Tiene usted razón: el derecho internacional es una manifestación de la decadencia de occidente, la Carta de la ONU fue una de las concesiones que Roosevelt hizo a Stalin, subraye que con el fin de la Guerra Fría, terminó la historia y la convivencia basada en la igualdad soberana de los estados, la autodeterminación y la soberanía nacional.

5.

No sobreproteja a las tropas ni se preocupe demasiado por su entrenamiento ni por la calidad del armamento, olvídese del blindaje de los carros de combate, de los cascos y de los chalecos antibalas. Trate con desdén el poder de penetración de los proyectiles, la cadencia de fuego de las ametralladoras, el calibre de los obuses y la calificación de los estados mayores. Las carpas no son seguras, pero son baratas y recuerde la máxima que inmortalizará a Rumsfeld: «Vaya a la guerra con el ejército que tiene y no con el que desea o necesita». Así las cosas: Zhúkov pudo tomar Berlín con un batallón de señoritas y Eisenhower debió desembarcar en Normandía con varios pelotones de boy scouts.

6.

Los prisioneros enemigos no merecen más consideraciones que los enemigos a secas. El hecho de que estén desarmados e indefensos no los hace mejores ni hay que someterse a las blandenguerías de la Cruz Roja. Las técnicas de interrogación con intimidación, uso de temperaturas extremas, electricidad, fuego y perros, la manipulación del tiempo, el hambre, la sed y los castigos corporales, son tan buenas como otras. Ante la prensa, evite las palabras tortura, Guantánamo y Abu Gharid.

7.

Ignore las tradiciones nacionales y la cultura de los pueblos del Oriente. En la guerra, las iglesias, mezquitas, sinagogas, minaretes, oratorios del país enemigo pierden su carácter sagrado. Termine la obra de los cruzados de los siglos XI y XII. Libere de infieles a Tierra Santa y rescate el Santo Sepulcro, de ser posible llévelo al cementerio de Arlington.

8.

El hecho de que la población del país ocupado sea hostil no debe llevarlo a descartarla ni a pensar en una solución final, ya Hitler lo hizo y no resultó. El hecho de que no pueda confiar en ningún árabe no significa que pueda crear un país de repuesto integrado por contratistas, no hay suficientes norteamericanos para eso y los turcos, jordanos, palestinos o extranjeros de cualquier otra parte no son confiables.

9.

No se deje llevar por las evidencias que indican que la guerra, al menos del modo que usted la quiere, esta perdida. Hable con el presidente y pídale más hombres. Confraternice con las tropas, use como disfraz lo que los soldados llevan como uniforme y cene con ellos pavos plásticos: son deliciosos. No olvide a las familias. Las madres y las viudas agradecen los mensajes de condolencia. La originalidad y la personificación de cada caso no cuentan. Utilice un impreso de formato standard y recuerde: la rubrica de puño y letra no importa. Prefiera la máquina, carece de emociones y nunca altera los rasgos.

10.

No muestre excesiva preocupación por las bajas propias, eso erosiona la moral de las tropas. Nunca hable de muertos, sino de héroes y jamás contabilice los del enemigo, excepto si puede demostrar que 100 000 iraquíes menos, hacen al mundo mejor y más seguro

Rumsfeld y Sadam: "...no tenga escrúpulos..."

Si este decálogo no le parece suficiente, vote siempre por un Bush y si alguna vez llega a presidente consiga un clon de Rumsfeld, nómbrelo ministro de la guerra y tendrá asegurada una humillante derrota.