Julio César Briceño, Hacia futuro, 2000

La crisis mundial del agua "está empeorando y continuará haciéndolo, a no ser que se emprenda alguna acción correctiva", diagnostica el Primer Informe sobre el Desarrollo de los Recursos Hídricos del Mundo, elaborado por la Unesco en el marco del Programa Mundial de Evaluación de los Recursos Hídricos.

Desde 1977, cuando una conferencia internacional sobre el tema inició una serie de actividades, entre ellas el Decenio Internacional del Agua Potable y el Saneamiento (1981-1990), hasta el foro mundial de Kyoto que concluyó el domingo 23, coincidentemente con el Día Mundial del Agua, los trabajos y estudios realizados concluyen que no hay voluntad política entre los líderes para enfrentar el problema, ni suficiente capacidad de reacción de la sociedad para provocar cambios.

El diagnóstico

Sólo 2,53% del agua del planeta es dulce, y aproximadamente las dos terceras partes son glaciares y nieves perpetuas. El ser humano extrae 8% del total anual de agua dulce renovable y se apropia del 26% de la evapotranspiración anual y del 54% de las aguas de escorrentía accesibles. Si se suman las variaciones temporales y espaciales del agua disponible -dice el informe- la cantidad de agua existente para todos los usos está escaseando y nos encaminamos a una crisis.

Además, los recursos de agua dulce se ven reducidos por la contaminación. Unos dos millones de toneladas de desechos son arrojados diariamente al agua, incluyendo residuos industriales y químicos, vertidos humanos y desechos agrícolas. Se calcula que la producción global de aguas residuales es de 1.500 quilómetros cúbicos, y que un litro de agua residual contamina ocho litros de agua dulce, por lo cual la contaminación actual puede alcanzar los 12.000 quilómetros cúbicos. La mitad de la población de los países en desarrollo está expuesta a fuentes de agua contaminada.

La relación entre población y disponibilidad de agua puede iluminar algunas acciones internacionales recientes: América del Norte y Central reúnen el 8% de la población mundial, y el 15% del agua dulce del planeta. En América del Sur hay un 26% del agua total para un 6% de la población. Para Europa la relación es un 8% del agua y un 13% de la población, en Asia un 36% de la población y un 36% del agua, en África 11% de agua y 13 de la población y, finalmente, en Australia y Oceanía hay 5% del agua y apenas 1% de la población.

Aunque no se conoce con precisión cuál será el efecto del cambio climático sobre el ciclo hídrico, existe una tendencia perceptible hacia condiciones meteorológicas extremas más frecuentes, por lo que es probable que las inundaciones, sequías, avalanchas de lodo, tifones y ciclones aumenten. También que disminuyan los caudales de los ríos en períodos de flujo escaso y que la calidad del agua empeore debido al aumento de las cargas contaminantes y de la temperatura del agua. Las estimaciones recientes sugieren que el cambio climático será responsable del 20% del incremento de la escasez global de agua.

El informe advierte que las presiones sobre el sistema hidrológico continental aumentan al ritmo del crecimiento demográfico y el desarrollo económico, planteando graves retos ante la progresiva falta de agua y su contaminación. A mediados de siglo, anuncia el texto, 7.000 millones de personas en 60 países padecerán escasez de agua, en el peor de los casos, y en el mejor se tratará de 2.000 millones de personas en 48 países.

Qué hacer

Las sucesivas instancias internacionales lograron identificar 11 objetivos esenciales ("desafíos") para mejorar la gestión del agua. Aunque muchos de ellos están definidos desde hace tiempo, casi ninguno pudo ser alcanzado hasta ahora. Entre esas metas figuran:

 Satisfacer las necesidades humanas básicas. En 2000 murieron 2.213.000 personas por enfermedades derivadas de falta o deficiencias de saneamiento. Más de 2.000 millones sufrieron infecciones provenientes del suelo y 300 millones tuvieron un padecimiento grave. En la actualidad, 1.100 millones de personas carecen de instalaciones necesarias para abastecerse de agua potable, y 2.400 millones no tienen acceso a sistemas de saneamiento. Si estos servicios fuesen ampliados a todos, las diarreas se reducirían en un 70% por año.

Todo esto muestra la necesidad de un cambio de política en los países de ingresos más bajos hacia una mejor gestión de la calidad del agua doméstica, una expansión continuada del abastecimiento y del saneamiento. Se deben adoptar evaluaciones de impacto en la salud en todos los proyectos de desarrollo, mejorar las técnicas de riego, responsabilizar a los usuarios de las consecuencia de sus prácticas y evaluar periódicamente el costo del impacto negativo en la salud de la población derivado de falencias del sistema hídrico. La mayor parte de las medidas recomendadas no son onerosas, pero requieren una reorientación política.

 Proteger los ecosistemas. El informe señala que el drenaje de los humedales con fines agrícolas (por ejemplo, arroz), de los cuales se perdió la mitad de todo el mundo en el siglo pasado, y la disminución de la evapotranspiración (por desmonte de tierras) causan perturbaciones en los sistemas naturales con repercusiones sobre la futura disponibilidad de agua. En los últimos diez años, dice la Unesco, se han aceptado dos conceptos clave: los ecosistemas no sólo poseen su propio valor intrínseco sino que además proporcionan servicios esenciales al género humano; en segundo lugar, la durabilidad de los recursos hídricos requiere una gestión participativa, basada en el ecosistema.

 Ciudades. Señala el informe que 48% de la población mundial vive en pueblos y ciudades, y en 2030 la proporción será del 60%. Un suministro razonable de agua debe corresponder a un mínimo de 20 litros por persona y por día, procedentes de una instalación situada a menos de un quilómetro de la vivienda del usuario. Es necesario construir buenos servicios sanitarios, tener una reglamentación urbanística razonable para controlar el crecimiento de la ciudad, controlar las extracciones de agua y de los efluentes contaminantes. En las zonas suburbanas es recomendable que las propias comunidades y las ong efectúen el suministro de agua.

 Asegurar el suministro de alimentos para una población mundial creciente. La principal fuente de suministro de alimentos del planeta es la actividad agropecuaria. Las tierras con regadío representan el 20% de la zona cultivable total de los países en desarrollo, y consumen cerca de un 15% del agua de uso agrícola. En estos países, las tierras con regadío produjeron los dos quintos de las cosechas totales y los tres quintos de los cereales.

Los países desarrollados cuentan con el 25% del total de tierras con sistemas de riego. La totalidad del riego mundial consume el 70% del insumo total de agua, cantidad que aumentará un 14% en los próximos 30 años. Se debe mejorar la eficacia de estos sistemas hasta llegar al 42% de eficiencia en 2030. La agricultura ha crecido más rápidamente que la población mundial en las últimas décadas y nada indica que esta tendencia vaya a variar en términos generales. El mensaje de la agricultura es optimista. A pesar de eso, 770 millones de personas sufren de subalimentación debido, más que a limitaciones por el agua, a razones de índole políticoeconómica y a conflictos nacionales.

 Promover una industria más limpia. El uso industrial representa un 24% del consumo total de agua, y puede constituir una amenaza crónica debido al vertido constante de efluentes, o bien una amenaza crítica si, por un fallo accidental, se genera una contaminación intensa en un período corto. Muchos países han adoptado el principio de precaución, según el cual cualquier actividad debe demostrar que es inocua para el ambiente y la salud antes de ser efectuada.

 Compartir el agua. De dos maneras: en sus usos (energía, ciudades, alimentación, ambiente) y sus usuarios. La tendencia general es a compartir los recursos hídricos. Un estudio de 50 años de duración demostró que en las cuencas analizadas en 1.200 casos se adoptaron soluciones cooperativas y sólo en 500 casos hubo conflicto. Últimamente existe una tendencia a compartir los beneficios del agua, más que el agua propiamente dicha.

 Identificar las múltiples facetas del agua. Se debe seguir avanzando en la comprensión de la naturaleza del agua, no sólo como un valor económico, sino en sus dimensiones social, religiosa, cultural y ambiental, y en la conciencia de que estos diferentes aspectos son a menudo interdependientes. Los instrumentos económicos, dice la Unesco, no son aptos para estimar con exactitud el valor social y religioso del agua, los efectos externos que actúan sobre la economía y el ambiente o el valor económico intrínseco del agua.

El informe señala finalmente que si bien es necesario implicar al sector privado en la gestión de los recursos hídricos, debería ser en calidad de catalizador financiero y no como una condición previa para el desarrollo del proyecto. Puesto que la valoración del agua incluye prioridades sociales y ambientales, así como la recuperación de los gastos, el control de los activos debería permanecer en manos del Estado y de los usuarios, concluye.