Los individuos socializados pueden poner bajo control
las condiciones externas
de su existencia.
 [1]

Fachada, Museo de Ciencias

La enseñanza básica es el nivel donde se forman y fijan los valores sociales e históricos, los hábitos de aprendizaje, en fin, todo el conjunto de referentes que contribuyen a crearle al niño la imagen que guiará su relación con la sociedad donde vive. Un elemento fundamental para establecer dicha relación, es la capacidad de comprender y visualizar su sociedad, local, regional y nacional como una totalidad que existe en el tiempo y en el espacio, integrada por una gran variabilidad de formas de cultura que, como un todo orgánico, forman la Nación venezolana.

No obstante, una de las principales limitaciones que enfrenta en Venezuela el maestro/a de escuela o el profesor/a de bachillerato para el logro de esos objetivos, es la ausencia de apoyos didácticos no convencionales para generar en el niño/a formas creativas de aprendizaje interactivo y de percepción crítica de la realidad.
Una de las principales carencias de la educación tanto formal como no formal, es la ausencia de museos instrumentales que permitan a los niños/as y adolescentes una exploración participativa de la realidad social e histórica venezolana.

Esta carencia se originó, particularmente, como consecuencia de la política cultural que ha estado en boga desde inicios del puntofijismo, que no reconoce sino una de las dimensiones de la Cultura, las Bellas Artes, como sujeto explícito de las políticas públicas.

Como resultado de su práctica, la inversión mayoritaria del Estado en materia cultural se ha orientado hasta ahora hacia la creación de museos de arte que generan una relación contemplativa entre el sujeto y los objetos, en detrimento de los museos de Historia, Ciencia y Tecnología que propician una relación interactiva entre el sujeto y su realidad histórica, cultural y social.

El proyecto desnacionalizador puntofijista se apoyaba en la ideología que sustentaba la política cultural de dicho régimen, volcada hacia la promoción del arte como única dimensión de la cultura, epítome de la modernidad, dejando de lado su responsabilidad en la formación y profundización de la memoria histórica de los venezolanos.

El concepto de museos de arte derivados de dicha ideología, basados en una presentación pasiva, contemplativa, del objeto de arte ha permeado también -por la incuria de sus antiguos "gerentes" puntofijistas- hacia el museo que deber ser la piedra angular de un programa de formación educativa en historia, ciencia y tecnología destinado al estudiante y al maestro/a de la escuela básica: El Museo de Ciencias.
El Museo de Ciencias, fundado en 1937, fue pensado dentro de la concepción científica del positivismo clásico.

Como lo advierte su fachada, la institución albergaba varias líneas de investigación relacionadas con la Geología, la Paleontología, la Antropología, la Botánica, la Zoología, la Arqueología, la Antropología Física y la Etnografía, orientación que se reflejaba en el estilo y los contenidos de sus salas de exposición, hasta los años 70 del pasado siglo cuando el Museo prácticamente desapareció como institución. Aquella reprochable acción coincidió con el auge de la política cultural elitista, cerrándose así la única posibilidad de tener una institución que eventualmente pudiese transformarse en Museo Nacional de Ciencias, centro de una red nacional de museos de Historia, Ciencia y Tecnología, espacio para la formación de personal de museos especialista en dichas áreas, así como de laboratorios para la investigación y conservación de colecciones científicas.

A partir de su reapertura a inicios de la década de los 90’s del siglo pasado, lejos de ser reestructurado dentro de la concepción transdisciplinaria de la ciencia, las nuevas directivas nombradas por el CONAC o los Ministros de Estado para la Cultura, propiciaron el abandono de la concepción científica del Museo, desterraron la actividad investigativa e incluso retiraron de la sede del Museo, que había sido su hogar desde el siglo XIX, las valiosas colecciones científicas -entre otras- que habían comenzado a constituirse desde 1871 con Adolfo Ernst, las colecciones arqueológicas y óseas del lago de Valencia que datan de 1933, las colecciones donadas por Luís Oramas, las colecciones etnográficas venezolanas donadas por el Rey Leopoldo de Bélgica, las colecciones paleontológicas y geológicas, botánicas y zoológicas.

Animados por una supuesta ideología neoliberal de la gestión de la Cultura y la Ciencia, eliminaron los Curadores, especialistas en cada una de las disciplinas científicas que albergaba el museo, reemplazándolos por supuestos gerentes que no tenían ningún conocimiento de aquéllas, pero eran -se decía tautológicamente- especialistas en gerenciar cualquier cosa.

Las salas del Museo de Ciencias, vaciadas de sus contenidos originales, fueron puestas al servicio de los clientes que pudiesen pagar para presentar sus exposiciones. La vieja Pdvsa fue uno de dichos clientes. Se trivializó la formación de conocimientos dando, por ejemplo, amplio espacio a temas que estaban totalmente ausentes de la angustiosa realidad que vivía Venezuela durante la década de los 90’s. Los dinosaurios, especie cuya presencia no existe -que sepamos- en nuestro país, pasaron a constituir la base de un mundo ilusorio y tramposo que capturaba la mente de los jóvenes alejándolos del verdadero conocimiento de las bases de su identidad histórica y cultural.

Se recuperaron ciertamente valiosas colecciones paleontológicas que habían sido llevadas a universidades norteamericanas entre las décadas de los 30’s y los 40’s del pasado siglo y permanecido en ellas, no porque dichas instituciones se rehusaban devolverlas luego de estudiarlas, sino por que nadie en Venezuela las reclamaba y legalmente aquellas universidades necesitaban comprobar que existía un dueño a quien entregarlas. Una vez retornadas al Museo, fueron exhibidas como objetos artísticos singulares, descontextualizados del marco geológico y geomorfológico que explica la formación del territorio venezolano.

Sasima areolata Bolívar, 1903, (Colección de Ortópteros Exóticos, Museo de Ciencias)

Todo museo de ciencia, historia y tecnología en cualquier país del mundo tiene un sector importante de exposiciones estables sobre el tema o los temas que constituyen su orientación temática. Puesto que el museo es una institución vinculada directamente a la educación no formal, esas exposiciones estables representan la concreción visual y textual de las investigaciones que lleva a cabo la institución, cuyas conclusiones contribuyen a ampliar, profundizar y estimular los conocimientos científicos de los visitantes sobre la realidad venezolana, sean estos estudiantes o público en general.

La política expresa de quienes fueron designados como "gerentes" del Museo de Ciencias hasta inicios del año 2004, orientada a convertir ese museo es una mera fábrica de exposiciones itinerantes y de corta duración, sin planificación y sin destino, como si fuese una galería de arte, se ha revelado no solo poco práctica y onerosa, sino que conspira contra la posiblidad de poder ofrecer a los/as estudiantes y al publico en general un apoyo didáctico para comprender, analizar e investigar los contenidos de nuestra historia, nuestra sociedad, la ciencia y la tecnología que posibilitan nuestro desarrollo como pueblo soberano.

No basta con tener guías que informen; es necesario que todo museo tenga una tesis museológica, un proyecto de comunicación museográfica coherente y guías didácticas, materiales escritos que capaciten a los maestros/as para ser los verdaderos guías y supervisores del proceso de aprendizaje e investigación de su grupo de alumnos/as en torno a la imagen de la realidad que les presenta el Museo.

Para hacer realidad el Museo de Ciencias como apoyo a la educación formal e informal es preciso -como se comienza a materializar en este momento- contar con una dirección profesional, patriota, que pueda comprender y orientar el diseño de las tesis que apoyan el mensaje museal y que permita establecer y mantener un sentido de comunidad entre los visitantes, afirmando al mismo tiempo su necesidad social de estar informados y conscientes.

El Museo de Ciencias debe dar al visitante una visión estructurada de la realidad venezolana que no puede percibirse en la vida cotidiana, fragmentada en tiempos y eventos aparentemente no relacionados; debe ser no solo un referente sino también un modelo con el cual puedan compararse las percepciones individuales, un lugar de confrontación, experimentación y debate. Así mismo, debe tratar de fortalecer la institución educativa, dar a los visitantes y en particular a los niños, niñas y adolescentes, vía las exhibiciones experimentales, una oportunidad de ejercer un cierto control sobre la manera como su sociedad es presentada en el Museo, rompiendo el esquema perceptivo dictatorial que ejerce el objeto sobre el individuo. Ello solo será posible si existe un nivel óptimo de competencia y experiencia profesional en su directiva y en su personal científico, técnico y de servicio.

Al enfatizar las posibilidades narrativas de los objetos dentro de sus contextos sociohistóricos, es posible estimular en los visitantes una amplia reflexión sobre sus significados históricos y culturales. La narrativa relacionada bien con la representación del pasado o del presente, puede ser vista como un arte dramático que confronta al visitante con un conjunto de problemas y decisiones que conciernen la vida de su colectivo social, con la construcción de una verdad imaginativa que trata de ser una verdad sobre su existencia presente [2].

Las tendencias de la museología moderna están tratando de incorporar en un mismo mensaje transdisciplinario a la Historia, la Ciencia, el Arte y la Tecnología, rompiendo las barreras formales que han separado en los museos las maneras de percibir la realidad. Para llegar a materializar esta tendencia en el Museo de Ciencias, se necesita una política planificada coherentemente entre el Ministerio de Educación, el Ministerio de la Cultura y/o el Conac, el Ministerio de Ciencia y Tecnología y el Ministerio del Ambiente, apoyada con los recursos intelectuales en investigación básica, educación, psicología y promoción cultural que debe y puede proveer tanto el museo mismo, los Ministerios que apoyen esta política y las universidades.

Como apoyo al proceso de crear el ciudadano nuevo, el reforzamiento cualitativo de la educación formal e informal que se imparte a través del Museo es una necesidad impostergable. La solución a la crisis cualitativa de la educación, aún pensando con visión de futuro inmediato, tiene que apoyarse en la Escuela Integral Bolivariana, dotándola de apoyos didácticos originales, masificados y participativos. Como apoyo para el logro de estos objetivos, un Museo Nacional de Historia, Ciencia y Tecnología integrado a una red de museos similares, reviste gran importancia estratégica para acelerar el cambio cualitativo, revolucionario, necesario para hacer posible la nueva ciudadanía bolivariana.

Legitimando lo cotidiano: los museos comunitarios

La Cultura, en su sentido más genérico, está integrada por grandes eventos no cotidianos que tienen su origen en la vida cotidiana, los cuales solo pueden ser comprendidos volviendo a ella. Lo cotidiano representa la suma de actividades que un grupo social realiza diariamente, sus quehaceres, sus oficios, sus acciones y su devenir, los cuales expresan una experiencia social en movimiento [3].

La vida cotidiana no está fuera de la historia, sino que es el centro del acaecer histórico, su verdadera sustancia social. Todo evento histórico se transforma en eventos particulares y es reconocible históricamente por su efecto sobre la cotidianidad. Lo cotidiano envuelve el tejido infinito de los hechos diarios que conforman el devenir social como partículas de un todo. Esta dimensión de la vida social está contenida en diversidad de actos diarios y rutinarios, en formas de experiencia y conducta socializada cuya ocurrencia repetitiva puede transformarse en lo tradicional. Por estas razones, la vida cotidiana genera usos consuetudinarios que pueden convertirse en freno o estimulación del avance social. La actividad cotidiana de una comunidad puede ser percibida como un modo de trabajo, la manera como un colectivo desarrolla su relación con los medios de trabajo, su organización para producir y reproducir la vida biológica, cultural, social y económica, sus modos particulares de hacer en relación con la sociedad regional o nacional. [4].

Los Museos Comunitarios intentan legitimar la cotidianidad, recuperando los modelos de representación de la vida de los colectivos en sus diferentes dimensiones: la historia social de los barrios, vía la investigación documental o las historias orales, los cambios culturales, las tensiones sociales, las relaciones de dominación y la inserción del barrio en el contexto urbano regional, los saberes y el conocimiento tecnológico popular, la iconografía y el simbolismo en la representación de la comunidad, la música, la ecología de la comunidad y del ambiente, la arquitectura y el urbanismo vernáculo, los sistemas de producción, cambio y consumo dentro de la comunidad, etc. En el ámbito expositivo, los museos comunitarios tienen como finalidad traducir esas experiencias de la cotidianidad en una narración visual y textual que permita a los colectivos reconocer su propia historia, al mismo tiempo que descubrir nuevas interconexiones y afiliaciones con las de otros colectivos que integran la sociedad venezolana.

El Museo de Ciencias, según el proyecto en estudio, debe promover visiones orgánicas de la vida cotidiana en las comunidades de su región como contribución a la forja de la nueva ciudadanía, trabajando de manera organizada con las diversas misiones. Reconocer y legitimar la cultura como una creación cotidiana de los colectivos, es parte de una nueva teoría sobre la sociedad venezolana. La estrategia para dotar a la nueva ciudadanía de un sistema de valores sobre La Nación, sobre sus contenidos de diversidad y unidad cultural, debe partir de la constitución una red de museos donde el Museo de Ciencias, que tiene los recursos del Estado, puntualice y desarrolle los contenidos de los procesos históricos, culturales, científicos y tecnológicos que tienen que ver con los eventos históricos mayores, comunicándose de manera transversal con los colectivos a través de los museos comunitarios, donde se resume y legitima la vida cotidiana de la cual se nutre la gran historia, la memoria histórica del pueblo venezolano.

La la Revolución Bolivariana se ha consolidado en la económico y en lo político porque marcha con el pueblo y para el pueblo. En lo cultural, es preciso consolidar la memoria histórica, crear conciencia objetiva sobre nuestra existencia irreversible como pueblo soberano. Para lograr este objetivo es preciso erradicar definitivamente la ideología puntofijista de la cultura como negocio, romper la hegemonía que ha servido para promover el bienestar de unos pocos y abrir las compuertas ideológicas que han mantenido la cultura de las mayorías venezolanas -por siglos- en un limbo histórico y social.

[1Jürgen Habermas. 1990. Teoría y Praxis

[2Ivan Karp y Steven Levine. 1990 Exhibiting Cultures

[3Iraida Vargas Arenas. 1990. Arqueología, Ciencia y Sociedad

[4Agnes Heller. 1972. Historia y Vida Cotidiana. Iraida Vargas Arenas. 1990. Arqueología Ciencia y Sociedad. Marcio Veloz Maggiolo. 1985. La Arqueología de la Vida Cotidiana