La destrucción de publos cerca a Kiev por los nazis el 23 de junio 1941. Foto de K. Klichko

Rusia se prepara a conmemorar el 60 aniversario de la Victoria en la Segunda Guerra Mundial. Hoy día se escribe mucho sobre este tema. Pero mientras que la prensa rusa habla del heroísmo del solado ruso, la alemán inserta recuerdos de otro tipo. Por ejemplo, el periódico alemán Welt am Sonntag publicó el artículo «Que las mujeres sean motín de ustedes», de Ralf Georg Reuth, en el que se afirma que en Prusia Oriental irrumpieron hordas bárbaras que mataban a niños, violaban a mujeres y destruían cuanto encontraban a su paso.

No sería correcto decir que todo ello es mentira. Pero se trata de una verdad que es peor que el engaño. La reconciliación entre los rusos y los alemanes se logró a precio de colosales esfuerzos, superando y recapacitando el pasado.

No se puede hablar hoy día de la tragedia vivida por la población civil alemana, sin analizar las causas de aquel furibundo sentimiento de venganza, a menudo irracional y despiadado. Quien sembró viento, recogió tempestad.

A nosotros nos parecía que a estas alturas, cuando los rusos y los alemanes podemos mirarnos a los ojos sin separar la vista, convendría entablar diálogo sobre este tema tan difícil para todos nosotros. Precisamente por este motivo dirigimos una carta, que viene abajo, a la redacción del "Welt am Sonntag".

La respuesta nos sorprendió muchísimo. «Tenemos temas más importantes», nos contestaron. No somos de este parecer y por esta razón queremos hacer del dominio público dicha carta. Pues sólo al sostener conversación, en vez de dirigir reproches mutuos, tendremos el futuro.

Ref.: artículo «Que las mujeres sean motín de ustedes» publicado en el periódico Welt am Sonntag del 24 febrero 2005.

Estimado señor Director:

«Nehmt die Frauen als Beute», de Ralf Georg Reuth, me sirvió de argumento decisivo cuando yo tenía que dar mi visto bueno para la publicación del artículo del famoso escritor ruso Anatoly Koroliov «Ataque de Marinesco. ¿Era la mano de Dios o la del diablo que lo guiaba?».

Que yo sepa, es la primera vez que un escritor ruso plantea el problema de cómo enfocar al comandante del submarino «S-13», Alexander Marinesco, quien hundió la nave «Wilhelm Hustloff» con 6600 pasajeros a bordo. Ya el propio título testimonia que el pensamiento ruso ético-religioso busca respuesta al interrogante de por qué la población civil de Rusia y Alemania había sufrido tan horribles sacrificios durante aquella monstruosa guerra.

Al respecto existía el siguiente punto de vista oficial: Marinesco hundió el 30 de enero de 1945 un transporte bien custodiado que llevaba a bordo a 70 tripulaciones bien preparadas de submarinos alemanes. No se mencionaba que en la nave viajaba gente civil, refugiados en su mayoría.

Koroliov escribe: «La guerra es guerra. No fuimos nosotros quienes agredimos a Alemania. Para Rusia aquella era una guerra sagrada, impregnada del espíritu de hacer justicia. Por algo a las tropas rusas se les aparecía en el cielo (¿o en sus mentes?) el icono de la Virgen.

»» Pero si los rusos dicen que la mano de Marinesco era guiada por el propio Dios y que la muerte de millares de alemanes era un castigo merecido, los alemanes contestarán: No, era obra de Satanás, precisamente éste se reía cuando en el agua helada se hundía toda una ciudad de destinos humanos. Por algo se cree que la cifra 13 es del diablo.

»»Seguramente, durante los días del luto centenares de niños que quedaron huérfanos y sus madres viudas imploraban a Dios que castigase a los rusos, e igualmente millones de rusos pedían condena para los alemanes».

Hablando figuradamente, en opinión del articulista del Welt am Sonntag, Satanás eran precisamente Stalin y Ehrenburg, los que habían provocado en los rusos el odio a los alemanes, y también Hitler, que lo había provocado en los alemanes hacia los rusos. Ello es correcto sólo desde el punto de vista de que el diablo aparece personificado y de este modo más comprensible.

Pero en la realidad todo era mucho más complicado. En la Prusia Oriental entraba el soldado ruso con alma quemada por el odio al enemigo. En esa situación concreta no tenían nada que ver Stalin, Ehrenburg, ni tampoco el comunismo o el nazismo. A lo largo de toda la Historia, en condiciones de una realidad tan horrorosa y despiadada, la segunda víctima siempre era la mujer. Porque la primera era el propio soldado.

Pero las valquirias del odio no supieron apoderarse por mucho tiempo del alma del soldado ruso. Él recobró muy rápido la capacidad de ver las cosas claramente. Ya en 1945 decenas de oficiales rusos convivían en Koenigsberg en matrimonio civil con mujeres alemanas y los niños que nacían de éstas.

Cuando en 1948, esas mujeres y niños fueron separados de ellos por la fuerza y deportados de la provincia de Kaliningrado, muchos de los oficiales rusos se pegaron un tiro por el amor que sentían a las alemanas. Tampoco se debe olvidarlo.

Respetuosamente,

Boris Kaimakov.