Cuando era presidente de Georgia, Eduard Chevarnadze se alejó de sus amigos norteamericanos al ceder el control de la producción eléctrica nacional a la sociedad rusa UES, de Anatoly Chubais. Esta afrenta precipitó su derrocamiento en noviembre de 2003. Sin embargo, su sucesor, Michael Saakashvili, se enfrenta a la misma necesidad de desarrollar su país, integrándolo a la economía regional.

A su vez, podría afectar los intereses anglosajones que apuestan al sistema de transporte de hidrocarburos Azerbaiyán-Georgia-Turquía (Bakú-Tblissi-Ceyhan para el petróleo, Bakú-Tbilissi-Erzerum para el gas). Ironía del destino: es en ocasión de una privatización impuesta por Washington que anunció la probable cesión del sistema de gasoductos georgiano, que databa de la época soviética, al gigante ruso Gazprom, que presentó la mejor oferta. El consejero de George Bush para las cuestiones energéticas del Caspio, Steven Mann (foto), lo alertó al aconsejarle ser «prudente».
¿Acaso el Sr. Saakashvili debe ver en ello la amenaza de una sanción por creer ingenuamente en el libre mercado?