¿Alguien puede creer que una mísera moneda de S/. 0.10 pueda ser movida o transferida o gastada sin conocimiento del inmenso control minucioso que aplican los bancos a sus fondos en moneda nacional o en dólares? Día que pasa, día que trae la monumental verdad evidente de lo que ha ocurrido en los últimos días: los bancos sabían perfectamente sobre el lote de dólares falsos, pero a alguien, de esos vivos que cobran muy caro sus asesorías para ver si aciertan, que era mejor no decir nada, circularla entre el público y después hacerse los bobos. ¿Quién pone en chirona a los representantes del poder real en el Perú: los bancos?

La presentación que hicieron ayer los técnicos y asesores de los bancos en la comisión parlamentaria no fue convincente. Y no podía serlo porque casi todas las publicaciones están haciendo revelaciones puntuales de cómo los bancos tenían con anticipación culposa, información sobre el intríngulis de los dólares falsos. ¿Por qué actuaron con tanta torpeza?

Notemos, eso sí, que para algunos analistas, la suma falsificada (algo así como US$ 260 mil dólares) es una minucia que no produciría pánico ni indignación. Total, aquí hemos hecho contratos tributarios con empresas eléctricas que por ese artilugio leguleyo han dejado de pagar decenas de millones de dólares al fisco. Hace poco ocurrieron los sucesos de Huaraz porque los de Antamina se hicieron los suecos con US$ 140 millones. De modo que, ¡apenas US$ 260 mil dólares no eran un tema como para preocuparse!

El Perú es el campo de experimentación más grotesco de las privatizaciones y los incumplimientos de la ley de que se tenga memoria en América Latina. Aquí se regaló a una empresa de apenas US$ 3 mil dólares de capital social, como Lima Airport Partners, el Aeropuerto Jorge Chávez. La Pampilla y parte fundamental de su accionariado fue comprado por Repsol al precio obsequio de US$ 180 millones de dólares. Matarani, el puerto estratégico, constituye una vergüenza que no puede ser revertida porque se otorgó como presea al compinche de Vladimiro Montesinos, el banquero de los banqueros, San Dionisio Romero Seminario.

Entonces, ¿por qué preocuparse o hacerse problemas por apenas US$ 260 mil dólares puestos a disposición de desprotegidos clientes que no tenían cómo saber de la falsificación tema del cual sí conocían los bancos que callaron en todos los idiomas posibles? ¡Bah! ¡En el Perú la Defensoría del Pueblo, como en Andahuaylas, no funciona sino para gloria transitoria de un badulaque que está adherido al cargo como una garrapata irredenta. La Contraloría le echa la culpa al BCR y hemos entrado a la dinámica del trompo para dar vueltas y morir por falta de impulso y aliento.

A estos banqueros, al Estado y a todos los que resulten responsables en una investigación penal por asociación para delinquir, habría que meterlos en la cárcel. ¿Alguien ha visto a alguno de estos cogotudos rimbombantes que hablan de globalización, inversión, pero que jamás ponen de la suya, sino de los empréstitos o contratos mañosos, con traje a rayas y en el fondo de alguna celda que es su hábitat natural? Soñar no cuesta nada, pero demandar justicia, aunque sea una quimera en un país en que la ley se hace con facturas y comisiones, tiene, alguna vez, que constituir un derecho inalienable, justo y permanente.

¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!