El Presidente Alfredo Palacio designó a Fausto Cordovez Chiriboga para la estratégica función de Ministro de Energía, Minas y Petróleo, ante el asombro del país, no tanto por la edad del afortunado personaje (80 años), cuanto por sus declaraciones de que él es ignorante en materia petrolera, y que solo aceptó el cargo, en nombre de los «forajidos» para servir a la patria.

No hay tal inocencia. Cordovez conoce muy bien lo que son las compañías petroleras ecuatorianas, pues en su calidad de Ministro del Tesoro del gobierno socialcristiano de Camilo Ponce Enríquez suscribió un increíble contrato a favor de la Leonard, un disfraz de la famosa Standard Oil de Rockefeller, también llamda ESSO o EXXON. Estas y otras hazañas petroleras del flamante Ministro las relaté hace 33 años, al publicar mi libro EL FESTIN DEL PETROLEO. SIN JAMAS SER DESMENTIDO. Ahora reproduzco unos párrafos tomados de los Capítulos V y X de la obra.

El mito y el misterio

En 1956 se produce el cierre del Canal de Suez, obligando a los países occidentales a importar petróleo desde el Este por la ruta más larga del sur de África. El nacionalismo árabe vuelve insegura la posesión del Medio Oriente. La reconquista del petróleo iranio no es total. Al parecer, el Cártel va a necesitar destaponar algunos miles de pozos de los que mantiene sellados en el mundo. Es necesario volver al Ecuador.

No cabe, desde luego asomar de frente. Todavía habrá de usarse una careta. El Cártel busca una en su guardarropía teatral. Está un tanto ajada y sucia pero sirve. Es un disfraz que tiene ya su público entre los gobernantes del Ecuador: se trata de la Leonard Exploration Company.
En el país hay un gobierno apropiado, que lo preside Camilo Ponce Enríquez. ¿Acaso sus esbirros no acaban de matar a los indios levantisco de Pucará Bajo de Velásquez? ¿Acaso él, como Canciller en el 44, no estuvo de acuerdo con que se arrendara el Archipiélago de Galápagos a los yanquis?

La Leonard vuelve al Ecuador, y a pesar de que en 1937 se le canceló la concesión de dos millones y medio de hectáreas por no pagar una deuda de 126.000 sucres al Estado ecuatoriano, y porque además ni siquiera había contruido los tres caminos de herradura que figuraban en la concesión de 1931, Camilo Ponce Enríquez, Presidente Constitucional del Ecuador, le otorga a esta compañía fantasma una nueva concesión, esta vez cuatro veces más grande que la anterior; exactamente, por 10 millones 400 mil hectáreas. El contrato respectivo figura en el Registro Oficial No. 259, de 11 de julio de 1957.

Cuando Jesucristo dijo: «Mi reino no es de este mundo», posiblemente presintió que este mundo pertenece a los dinosaurios petroleros. Basta ver la buena estrella de la Leonard: se le quitan 2.500.000 hectáreas para entregarle 10”400.000 hectáreas. (Oriente 9.600.000; Esmeraldas y Manabí 250.000 y en Guayas 550.000 hectáreas). Se le quita el Oriente en 1937 para entregarle, en 1957, de nuevo el Oriente y, además, las provincias de Guayas, Manabí y Esmeraldas. Sin duda Camilo Ponce cumple los preceptos cristianos.

La concesión al dinosaurio se hace a través de un infusorio, el ignoto Casimiro Olea. El tiempo de goce, con las prórrogas respectivas alcanza a 58 años. Como siempre, a la concesionario se le otorga la libertad de acción y las exoneraciones rituales y legales. En tanto, el Estado debe percibir 500 mil sucres como garantía (5 centavos de sucre por hectárea, aproximadamente); de 20 a 80 centavos por hectárea, como derechos superficiarios, y regalías de acuerdo a la antes mencionada tabla de caucho: de 6 al 11 por ciento.

Para mejor hacer, a la Leonard le concede Ponce exoneración de todos los impuestos fiscales y municipales por un lapso de 20 años; le faculta construir un refinería «del tipo que ella seleccione y determine». En cuestión de oleoductos, el contrato establece la obligación de la Leonard de construir uno hasta un puerto de la Costa ecuatoriana.

Respecto a esto último, poco tiempo después la compañía solicita modificatorias, que el gobierno satisface inmediatamente mediante contrato reformatorio de diciembre del mismo año. Según las modificaciones, la compañía no estará obligada a construir el oleoducto sino cuando comercialmente se justifique; y en lugar de que el oleoducto se dirija a la costa, podrá dirigirse a un puerto fluvial en el Oriente, con miras a transportar los crudos rumbo al Brasil.

Aparte de Ponce, actuaron en este acto de entreguismo a la voracidad imperialista, Federico Intriago Arrata y Fausto Cordovez Chiriboga, Ministros de Estado.
Con posterioridad, el 10 de junio de 1968, el gobierno declaró caducada esta concesión, en vista del total incumplimiento del contrato. Se fue la Leonard, pero como la Leonard es la Standard de Nueva Jersey volvió a sus dominios costanero bajo el disfraz del Consorcio ADA, hoy apoderado del Golfo de Guayaquil. (...)

Como postres, ferrocarriles y aviones

Los hombres «prácticos», los técnicos «realistas», los políticos «pragmáticos», ponen cara de susto cuando alguien habla de nacionalizaciones. Según ellos, nacionalizar una empresa extranjera, es un suicidio. Como ejemplo, pintan el caso de los Ferrocarriles del Estado, nacionalizados hace treinta años. «Un fracaso completo, los ecuatorianos somos indolentes, el Estado es mal administrador.. ¡Cuidado, atacando a la empresa privada matamos a la gallina de los huevos de oro!» (Los felinillos colombianos, más francotes, dicen: «!Cuidado con matar a los gringos de huevos de oro!»)

Que las nacionalizaciones no son lo que los felinillos pintan, lo prueba el caso de la All American Cables, empresa norteamericana nacionalizada hace algo más de un año. Los beneficios recibidos por el Estado, de manos de esta compañía, sumaban TRES MILLONES DE SUCRES ANUALES. En el primer año de nacionalización, sumaron TREINTA MILLONES DE SUCRES.

Lo que ocurre con los Ferrocarriles es que han sido víctimas de los insaciables apetitos de la Anglo. El Ingeniero Granja estudia este problema y lo sintetiza de este modo: Según la Ley del Petróleo, las empresas deben entregar combustible para las locomotoras a precio de costo.

En 1944-45, el gobierno fijó el precio del galón de resido en 40 centavos, correspondiendo cinco centavos al Fisco. Las empresas debían, pues, entregar el residuo a los ferrocarriles a razón de 35 centavos por galón, pero una vez dictado el decreto, comenzaron a entregarlo a 50 centavos. Como resultado de esto, se produjo en 1945 esta situación: Los Ferrocarriles consumieron 7.546.850 galones de residuo. Al vendérselos a 50 centavos, se les cobró un sobreprecio de 1.132.027,50 sucres. En ese año, los ferrocarriles perdieron 137.666,20. Si la Anglo, suministradora del combustible, no hubiera cobrado aquel sobreprecio de 15 centavos por galón, los ferrocarriles no habrían obtenido pérdidas sino una ganancia de 994.361,30 sucres.

La Fuerza Aérea Ecuatoriana -FAE- ha sido también víctima de las apetencias del pequeño monstruo, que gusta tanto de ferrocarriles como de carros y de aviones para saciar las ansias de su vientre. El Ingeniero Granja relata cómo, engañando a la FAE, la Anglo le vendía kerosene -combustible utilizado en los aviones de propulsión a chorro- bajo el pomposo y más rentable nombre de Derd 2482, agregando que estas entregas no se hacían en base al precio legal de 1,35 por galón sino de 2,30, perjudicando así a la FAE y, por ende al Estado, en cerca de un millón por año.

Claro que la FAE no ha sido víctima de los manejos de la Anglo, únicamente. Ella y el país, en este aspecto como en otros, han sufrido y continúan sufriendo el imperio de otras compañías, y de los gobiernos que sirven a éstas. Así, por ejemplo, las principales entregas de gasolina de aviación las efectúa hoy la ESSO (Standard de Rockefeller), gracias a un convenio suscrito entre la IPC (la de la guerra del 41) y el Gobierno de Camilo Ponce. En virtud de este convenio, el gobierno arrienda terrenos en los aeropuertos Simón Bolívar, de Guayaquil, y Mariscal Sucre, de Quito, a dicha empresa. En estos terrenos se asientan los tanques depósitos que la ESSO mantiene para suministrar combustible a la FAE y otros aviones.

Es increíble pero tan cierto como que está publicado en el Registro Oficial No. 29 de 4 de octubre de 1956, que el único derecho que el Estado cobra por entregar este privilegio a la empresa yanqui, es un centavo de sucre por cada gal ón de gasolina para avión vendido en estos depósitos. Es decir, mucho menos de lo que el Municipio le cobra por un puesto público de un metro cuadrado, a una vendedora de chochos. Y a propósito de Municipios, quien suscribió junto con Ponce este contrato con IPC-ESSO, fue el actual Alcalde de Quito, Sixto Durán Ballén, entonces Ministro de Obras Públicas, acompañado del Ministro del Tesoro, Fausto Cordovez Chiriboga.

Este hermoso contrato, que estará en vigencia hasta 1976, significa grandes dolores de cabeza para el Estado ecuatoriano. Tan fuertes que la Junta Militar hubo de dictar todo un decreto entregando a la FAE el 20 por ciento de las regalías del petróleo, parte de lo cual estaría destinado a cubrir las deudas con la ESSO, como lo indica el decreto, que destina millón y medio de sucres para aliviar la deuda. Este Decreto, que figura en el Registro Oficial No. 661, de 4 de enero de 1966, está en vigencia y fue incorporado al famoso decreto reservado del 50 por ciento de las regalías, que se destinan a las Fuerzas Armadas...

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