Agradezco la posibilidad que se me ofrece de dirigirme directamente a la opinión pública francesa en vísperas del sexagésimo aniversario de la victoria sobre el nazismo. Esta fecha sigue siendo sagrada porque fue testigo de la unión de nuestros pueblos contra el nazismo. Hoy, la democracia, la libertad, la justicia y el humanismo son los valores que nos unen en la construcción de un mundo civilizado y seguro.
El nazismo fue la peor de las monstruosidades. Para nuestro pueblo, así como para muchos otros, perder la batalla significaba perder la soberanía nacional, dejar de existir como Estado, significaba el exterminio físico. Por primera vez los pueblos se unieron contra un peligro común global. Había que ganar aquella guerra del bien contra el mal y fue ganada. La victoria se edificó al precio de decenas de millones de muertos para la URSS. Todas las familias rusas perdieron algún miembro. El pueblo ruso combatió durante cuatro años interminables, liberó su territorio en 1944 y luego el de once países más a costa de la vida de un millón de sus soldados. En el frente del Este los nazis sufrieron el 75% de sus bajas. Francia y su resistencia contribuyeron en gran medida a la victoria ya que sus acciones obligaron a los nazis a mantener en Francia tropas que hubieran preferido enviar al frente del Este. Rusia valora la forma en que Francia reconoce el papel que desempeñó la URSS en la victoria sobre la peste nazi. El pueblo ruso, todos los pueblos de la ex Unión Soviética expresan también su reconocimiento a los franceses que lucharon contra el nazismo. En Francia, ese combate lo simboliza el general De Gaulle, en cuyo honor develaremos una estatua en Moscú el 9 de mayo. También agradecemos a nuestros aliados la ayuda que aportaron mediante sus envíos de suministros y la apertura de un segundo frente. La lucha contra Hitler dio origen a la creación de las Naciones Unidas. Nuestros padres y abuelos compartieron el peso de la guerra, pero no la victoria en 1945. Tampoco la compartimos hoy. La Segunda Guerra Mundial fue ganada por todos los aliados de la coalición antihitleriana, por los antifascistas alemanes. Es nuestra fiesta común. El Día de la Victoria nos pertenece a todos.
En vísperas del sexagésimo aniversario que vamos a celebrar, investigadores e historiadores estudian de nuevo las causas y las etapas de la Segunda Guerra Mundial. Lo importante no es sólo el análisis histórico, sino también la lección moral que podemos sacar de ella. Cuando los nazis desarrollaron su poderío en Alemania y prepararon la agresión contra sus vecinos, en París y en Moscú surgió la idea de una alianza común. No obstante, ante la amenaza, la posibilidad de establecer mecanismos de defensa se desechó en beneficio de la esperanza ilusoria de «permanecer a cubierto». Fue esa misma lógica lo que llevó al pacto Molotov-Ribbentropb y a los acuerdos de Munich. Los dirigentes soviéticos creyeron que Munich trataba no sólo del desmembramiento de Checoslovaquia sino también del aislamiento de la URSS. En 1989, el Soviet Supremo de la URSS, órgano legislativo del país, ofreció una valoración jurídica y moral precisa del pacto Molotov-Ribbentrop. Nuestros vecinos del Báltico lo saben bien, pero siguen exigiendo una especie de «arrepentimiento» de Rusia. Esas reclamaciones carecen de base y tienen como único objetivo ignorar las políticas discriminatorias, el pasado colaboracionista con los nazis y la rehabilitación de las SS en esos países. Rusia está dispuesta a discutir con los países bálticos siempre que el diálogo se base en las realidades de hoy y no en los complejos de ayer.
Para comprender lo que ocurre hoy sería conveniente revisar lo sucedido en Yalta, en 1945. Estoy profundamente convencido de que los dirigentes de la coalición antihitleriana trataban de erigir un nuevo sistema internacional que impidiera el renacimiento del nazismo. Con este objetivo se fundó la ONU. Los historiadores pueden discutir las decisiones adoptadas en aquel momento, pero deben recordar que fueron decisiones colectivas y que tenían como base los problemas de la época. En ese caso, la paradoja histórica radica en el hecho de que el sistema que nació en Yalta descansaba en un acuerdo de la coalición antihitleriana al mismo tiempo que señalaba el inicio de una nueva rivalidad geopolítica y de una competencia entre «superpotencias». Sin embargo, los acuerdos de Yalta crearon cierto equilibrio que permitió evitar la confrontación. Con respecto a Alemania, la URSS había pedido que se mantuviera un solo Estado y fue la guerra fría lo que condujo a la formación de dos entidades. Nadie puede ignorar hoy el importante papel que desempeñó nuestro país en la reunificación pacífica de Alemania. Rusia, Alemania y Francia constituyen hoy el factor positivo fundamental de la vida internacional y del diálogo europeo. Estoy convencido de que la Gran Europa unida desde el Atlántico hasta los Urales -y de hecho hasta el Océano Pacífico—, cuya existencia descansa en los principios democráticos universales, representa una oportunidad excepcional para todos los pueblos del continente.
El 8 y el 9 de mayo fueron proclamados por la ONU Días del Recuerdo y de la Reconciliación. Es hora de reconciliar a los hombres que combatieron de ambos lados de la línea del frente, de la misma forma que es hora de unir a todas las naciones en la lucha contra los nuevos desafíos, contra el terrorismo, contra las doctrinas ideológicas basadas en el racismo y la xenofobia. Sólo la confianza mutua, la solidaridad y la cooperación de toda la comunidad mundial pueden acabar con ese tipo de amenazas. Los dramáticos acontecimientos de los años 30 y 40 del pasado siglo constituyen una advertencia para todos nosotros, una advertencia contra la repetición de los errores del pasado, contra la ilusión de que podemos librarnos del mal «a costa del vecino». Eso exige que los manuales de historia sean objetivos.
Para concluir, quisiera transmitir a todos los franceses, y en primer lugar a los veteranos de aquella guerra, mis saludos más cálidos con motivo de este Día de la Victoria. Les deseo salud, felicidad y prosperidad.

«Les leçons de la victoire sur le nazisme», por Vladimir Putin, Le Figaro, 7 de mayo de 2005.